Las ¨®rdenes de Ramos y los banquillos del Bernab¨¦u en el Di St¨¦fano
El Madrid traslada las butacas del Bernab¨¦u al vac¨ªo de Valdebebas, donde manda el capit¨¢n blanco
En un Alfredo di St¨¦fano plagado de polic¨ªas, personal de seguridad y notorios vac¨ªos, cuando se suelta el bal¨®n sobre la hierba manda Sergio Ramos, vozarr¨®n que maneja batallones, y dibuja Karim Benzema, siempre abriendo camino al bal¨®n. Porciones de vieja normalidad incrustadas en el paisaje posterior a la cat¨¢strofe por el que circulan empleados embozados con mascarilla, protegidos con guantes, como un instante antes de entrar al quir¨®fano, siempre un bote de gel hidroalcoh¨®lico a mano, sobre una mesa, o en la bolsita del kit de bienvenida.
La resaca de la pandemia le ha desembocado en dos exilios para el Real Madrid. El primero, el del vac¨ªo, lo comparte con el resto de los clubes. Exiliado de su gente. El segundo es el del escenario, del Bernab¨¦u de las excavadoras al Di St¨¦fano de la cantera. Y all¨ª, alg¨²n vestigio del ahora ya viejo Chamart¨ªn. Del arenero en que se ha convertido el terreno de juego, el club ha salvado los butacones de los banquillos y los ha atornillado en la tribuna de su nueva casa provisional. La prevenci¨®n sanitaria ha expulsado a los suplentes, ahora multitud (12), a la grada, donde pudieron sentarse en sus antiguos sillones.
Del Bernab¨¦u tambi¨¦n se llev¨® el Madrid al speaker, David Labrador, un punto menos de entusiasmo con las alineaciones que en su local de siempre, tambi¨¦n m¨¢s solo, sin grada que completara su recitado: ¡°Eden....¡±. Ante cualquier tentaci¨®n festiva previa, un recordatorio bien visible: cien metros de lona cubr¨ªan la grada lateral: ¡°En nuestros corazones¡±, se le¨ªa entre dos escudos del Madrid y un cresp¨®n negro. En la televisi¨®n, el lema lo cubr¨ªa una peque?a multitud falsa sacada de un videojuego.
En el c¨¦sped, desde el principio la m¨²sica la pon¨ªa Sergio Ramos. Sobre el griter¨ªo de futbolistas del Eibar tratando de organizar la presi¨®n adelantada, descollaba el capit¨¢n: ¡°?No hay prisa, no hay prisa!¡±, ¡°Calma, calma¡±, insist¨ªa en las primeras salidas de bal¨®n. Y tambi¨¦n: ¡°Casa, casa¡±, para que la pelota regresara a Courtois. Cuando tocaba defender, tambi¨¦n era Ramos quien ordenaba las piezas, de todas las l¨ªneas: ¡°Toni, Toni¡±, gritaba, y Kroos acud¨ªa a tapar una grieta. ¡°Ve, Karim¡±. O la advertencia cuando la jugada rondaba el riesgo del ¨¢rea propia: ¡°Sin falta, sin falta¡±. Y tambi¨¦n otro aviso en la tensi¨®n de una falta en contra que pod¨ªa buscar un cabeceador: ¡°Aguantamos, aguantamos el golpeo. Quietos. Aguantamos¡±. Y despu¨¦s, cuando el equipo se estiraba hacia el campo contrario, el toque de corneta de los silbidos para que la defensa no se quede enganchada en su ¨¢rea, un cl¨¢sico tambi¨¦n en los entrenamientos.
Ramos manda y cuando considera que se ha establecido el orden cede a ese impulso que lo ha convertido en el mayor goleador de los ¨²ltimos diez entre los defensas de Europa. Ayer sucedi¨® poco antes de la media hora de juego. Se lanz¨® a la carrera y Hazard le regal¨® el gol para que empujara el 2-0. El capit¨¢n se abraz¨® al belga, que sonre¨ªa divertido. En mayo de 2006, hab¨ªa marcado el primer gol en el estreno del Di St¨¦fano contra el Stade de Reims. Zidane, compa?ero suyo aquel d¨ªa, le revolvi¨® un poco la melena.
En la sala de m¨¢quinas del 2-0 estuvo Benzema, como tambi¨¦n en la del 3-0, que empez¨® a construir casi desde su ¨¢rea. Y tambi¨¦n apareci¨® Hazard, con un disparo que repeli¨® Dmitrovic. El rechace termin¨® en Marcelo, que marc¨® m¨¢s de un a?o despu¨¦s.
En el minuto 60, Zidane retir¨® al capit¨¢n y ya casi solo se oyeron p¨¢jaros y gente del Eibar. En especial Mendilibar, que revivi¨® tras el 3-1: ¡°Hostia. Mierda. Hostia puta¡±, se enfadaba con sus jugadores. Tambi¨¦n luego con el ¨¢rbitro, que le ense?¨® una amarilla. Poco m¨¢s: acab¨® el f¨²tbol, se vaci¨® todav¨ªa m¨¢s el Di St¨¦fano y quedaron empleados desinfectando barandillas.
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