El Bar?a tiene un solo problema, y se llama f¨²tbol
Pensar que hay una conjura arbitral devuelve a los azulgrana a un tiempo pre-Johan en el que buscar culpables era m¨¢s importante que jugar y ganar
La culpa es del cha cha cha. El Bar?a, futbol¨ªsticamente, es un disco rayado, pero tiene un peligro mayor: creer que su problema es el VAR. Al equipo le cuesta mucho imponer su autoridad; al entrenador le cuesta mucho cambiar el orden establecido; y a Messi le cuesta mucho ser Messi si comprueba, una y otra vez, que todo depende de Messi¡ En situaciones as¨ª, lo peor que se puede hacer es mirar hacia otro lado. Pensar que hay una conjura arbitral contra el Bar?a tiene muchas desventajas. Les sirve a los jugadores una excusa en bandeja que Piqu¨¦ ya est¨¢ haciendo expl¨ªcita. Activa un complejo de persecuci¨®n que no hace m¨¢s que transmitir sensaci¨®n de debilidad. Y devuelve al Bar?a a un tiempo pre-Johan en el que buscar culpables era m¨¢s importante que jugar y ganar. Le pueden poner toda la literatura que quieran, pero hoy el Bar?a tiene un solo problema, y se llama f¨²tbol.
El Taladrador. A la cancha hay que entrar sin dudas, porque el primer nivel pide jugadores decididos. Mientras unos dosifican los esfuerzos f¨ªsicos y otros no asumen riesgos para no equivocarse, Vinicius taladra las defensas contrarias sin compasi¨®n cada vez que recibe la pelota o ataca un espacio. Todos sus pecados son por exceso y ninguno interfiere en su plan, que no es otro que el de ganar los partidos. Gareth Bale piensa que la vida est¨¢ siendo injusta con ¨¦l y esa melancol¨ªa lo aleja de un puesto que a¨²n no tiene due?o, el de extremo derecho. Vinicius, en cambio, poni¨¦ndole alma a lo que hace, expuls¨® hacia la posici¨®n de media punta a Hazard, en principio extremo izquierdo y figura indiscutible del equipo. Muy bien por Zidane, que entiende que la tierra es para el que la trabaja. Y, sobre todo, muy bien por Vinicius, el delantero que solo se hace una pregunta: ?d¨®nde est¨¢ la porter¨ªa?
Simeone y la practicidad. El Atl¨¦tico est¨¢ atropellando a sus rivales con un juego variado, en¨¦rgico y dominante. Como si el equipo estuviera pidiendo un mayor grado de protagonismo. Sobran candidatos para acompa?ar al poco menos que obligatorio Diego Costa. Simeone no ve al equipo preparado para que doble la funci¨®n con Morata. Pero tiene a Jo?o F¨¦lix, un talento de esos que te ganan partidos en un suspiro, si uno sabe esperar su soplo de inspiraci¨®n. Asoma, lleno de confianza, Marcos Llorente, que a la cantidad le suma eficacia. Tambi¨¦n Carrasco ha vuelto desatado y Correa sigue siendo un gran factor de desequilibrio. Pero la tormenta atacante suele durar hasta el primer gol. Luego, las olas de la costumbre devuelven al equipo de Simeone a su punto de partida: la alergia al riesgo. Cada vez que veo la contenci¨®n de esa vitalidad ofensiva, me pregunto: ?y si lo pr¨¢ctico fuera atacar? Respuesta: no ser¨ªa Simeone.
?Peligro! Las pausas para hidrataci¨®n se han convertido en un tiempo muerto que los entrenadores emplean para cambiar detalles o la idea dominante del equipo en el partido. Dan ganas de gritar: ¡°?Hidrataci¨®n!¡±, porque los jugadores siguen las instrucciones con tanto inter¨¦s que se les olvida tomar agua. Los entrenadores est¨¢n encantados con esa oportunidad de intervenci¨®n. Tambi¨¦n los hay quienes disfrutan con los cinco cambios para renovar la energ¨ªa o para cambiar la estructura misma del equipo. M¨¢s que medidas excepcionales, empiezo a ver este f¨²tbol como un peligroso campo de experimentaci¨®n. Estas disposiciones aumentan el poder de maniobra de los entrenadores, por lo que muchos estar¨¢n encantados si se mantienen vigentes en la normalizaci¨®n. Presionar¨¢n para ello. Pero el f¨²tbol es un fen¨®meno cultural masivo en el que los entrenadores solo somos un eslab¨®n m¨¢s, sin ning¨²n derecho para pretender cambiar las bases del juego.
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