Dejen a los jugadores en paz
Vi al VAR desde el primer momento como un pecado original del f¨²tbol, al que solo le faltaba la manzana y la serpiente
Detectores de talento. Lo que ordena un entrenador tiene, cada d¨ªa m¨¢s, fuerza de ley, pero a¨²n hay normas no escritas que un jugador lleva a la acci¨®n de inmediato. Por ejemplo, al bueno hay que darle la pelota. Es por lo menos curioso que a Marcos Llorente le den m¨¢s balones ahora, siendo un delantero imparable, que cuando estaba en el centro de operaciones organizando el juego. Esta semana tambi¨¦n me llam¨® la atenci¨®n la actuaci¨®n de Riqui Puig contra el Atl¨¦tico de Madrid. En el primer tiempo, buscaba la pelota con desesperaci¨®n y la recib¨ªa muy de vez en cuando. Pero en la segunda mitad, su dinamismo y precisi¨®n en velocidad empezaron a ser imprescindibles, y los veteranos lo buscaban incluso estando marcado. No importa la edad ni las caracter¨ªsticas. A Kubo se la dan al pie y a Vinicius al espacio. Si eres bueno, no te preocupes, la pelota te llegar¨¢.
F¨²tboles. Cuando decimos f¨²tbol, decimos muchas cosas. Un juego divertido que, sin embargo, a veces se convierte en una pel¨ªcula de terror llena de incertidumbre y con picos dram¨¢ticos. Podemos hablar de un f¨²tbol barrial, con su esencia amateur, y de un f¨²tbol profesional, cada d¨ªa m¨¢s elitista. Estoy yo, que amo el f¨²tbol por encima de todo, y est¨¢ el hincha, que le inyecta a un equipo su carga emocional. Hay clubes representativos, orbitados por una comunidad orgullosa, y clubes neoliberales, que han perdido la inocencia y son multinacionales dirigidas por tiburones de las finanzas que, milagro del f¨²tbol, conservan apoyo popular. Entre esa confusa mezcla de pasi¨®n e intereses, al juego se le est¨¢n saltando las costuras con una avalancha de cambios que empiezan a resultar irritantes.
Amarillas para todos. Varios ejemplos. En la primera jornada de Liga, si alguien pisaba un tal¨®n de Aquiles, aunque fuera en el vestuario, se le sacaba tarjeta roja. Hoy puedes partir un tal¨®n por la mitad y no pasa nada. Saltar sin ayudarse con los brazos, adem¨¢s de rid¨ªculo, es imposible, como todo lo que no es natural. Los brazos ayudan al impulso y al equilibrio. No es lo mismo un codazo artero, que uno accidental. Da igual, tarjetas amarillas para todos. Tampoco saben los jugadores qu¨¦ hacer con los brazos dentro del ¨¢rea, con los ¨¢rbitros y el VAR al acecho. En cuanto a los porteros, en los penaltis, no pueden despegar el pie de la raya hasta que no sale la pelota. ?Por qu¨¦ raz¨®n no pueden volar antes hacia un palo si se lo recomienda la intuici¨®n? ?Por qu¨¦ no lo hacen a¨²n m¨¢s dif¨ªcil at¨¢ndoles una pierna a un poste con una cuerda, a ser posible corta? Si se deja en paz a los jugadores, se dejar¨¢ en paz al juego.
El pecado original. Siempre vi el f¨²tbol como un viejo animal mitol¨®gico, con una naturaleza primitiva y una sabidur¨ªa ancestral para desatar altas y bajas pasiones. Ese glorioso y antiguo monstruo puede llevarse bien con la tecnolog¨ªa, si se trata de contar lo que ocurre durante un partido, pero en ning¨²n caso si resulta invasiva, porque la tecnolog¨ªa se apodera de todo lo que toca. Por esa raz¨®n, vi al VAR desde el primer momento como un pecado original del f¨²tbol, al que solo le faltaba la manzana y la serpiente. Un choque frontal entre lo viejo y lo nuevo. Entre la visi¨®n m¨¦trica de un juego que se desarrolla en un campo de cien por setenta, contra la aspiraci¨®n milim¨¦trica de una tecnolog¨ªa que llega donde no llega el ojo humano. La espontaneidad explosiva del gol frente a un grito en diferido cuando lo autoriza una m¨¢quina. Como ya es tarde para solucionarlo con un martillo, esperemos que lo solucione el tiempo.
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