El Deportivo-Fuenlabrada, un broche perfecto
Cuesta imaginar que una situaci¨®n similar se hubiera zanjado de manera tan vergonzosa en cualquiera de las otras grandes ligas europeas
Si nada cambia de aqu¨ª a este viernes noche, Deportivo y Fuenlabrada disputar¨¢n en Riazor el partido m¨¢s ignominioso que se recuerda en la era moderna del f¨²tbol espa?ol. Ser¨¢, por cierto, el broche perfecto para una competici¨®n adulterada que no merecer¨ªa un final distinto, zambullida en el descr¨¦dito m¨¢s absoluto por quienes, precisamente, deber¨ªan velar por lo contrario. Cuesta imaginar que una situaci¨®n similar se hubiera zanjado de manera tan vergonzosa en cualquiera de las otras grandes ligas europeas pero, sobre todo, cuesta creer que la indignidad haya sido capaz de arrancar semejante caudal de adhesiones y un volumen casi insoportable en el aplauso: hay caminos que resultan imposibles de desandar por mucho que uno dibuje sus propios atajos con palabras.
No se trata de ganar en los despachos aquello que, en el caso del Deportivo, fue perdiendo merecidamente sobre el campo a lo largo de cuarenta y una jornadas: esa es la primera de las trampas, un arabesco de f¨¢cil digesti¨®n para obviar que el principio de igualdad debe permanecer inalterable hasta el final del campeonato. Porque, por m¨¢s que algunos se empe?en en deformar la realidad a su antojo, lo que est¨¢ (o estaba) en juego no es el inter¨¦s particular de un pu?ado de equipos en una serie de partidos, sino el cumplimiento escrupuloso de las normas que diferencian a un carrusel puramente comercial de una competici¨®n deportiva. Apoyarse en los hechos consumados, en una serie de resultados producidos desde la anomal¨ªa competitiva para justificar una injusticia, no hace m¨¢s que reforzar la sensaci¨®n de que ha primado la salvaguarda de unos intereses que poco, o nada, tienen que ver con la verdadera naturaleza del deporte. Nadie sabe qu¨¦ podr¨ªa haber ocurrido en una jornada final disputada en igualdad de condiciones, como dictan las normas. Por eso convendr¨ªa no caer en la tentaci¨®n de jugar a adivinos o, todav¨ªa peor, a sastres de la objetividad en el an¨¢lisis de una realidad alterada.
Y, por supuesto, convendr¨ªa tambi¨¦n alejar las valoraciones finales de cualquier personalismo. Reducir el debate a la figura de Javier Tebas, cuya responsabilidad (o no) en lo ocurrido deber¨¢ dilucidarse por otros cauces, no solo invita a perder de vista lo fundamental, sino que pervierte cualquier intento de aislar los hechos y tratarlos como tales. M¨¢s all¨¢ de apellidos, n¨²meros de la Seguridad Social y afiliaciones pol¨ªticas, nos queda la certeza de que el partido de este viernes no arreglar¨¢ la injusticia perpetrada semanas atr¨¢s. Si acaso, y siendo generosos, apenas servir¨¢ para limpiar algunas conciencias y evitar el bochorno de justificar el descenso de un equipo sin haber completado todas las jornadas del campeonato. Se trata, en definitiva, de una huida hacia adelante que dejar¨¢ una profunda herida en el prestigio del deporte espa?ol, no solo en el f¨²tbol, abriendo una peligrosa senda que ya veremos hasta d¨®nde nos lleva en el futuro. De momento, nos queda por delante un partido despojado del m¨¢s m¨ªnimo decoro deportivo y que solo se sostiene bajo la premisa del mal menor. Y, miren por d¨®nde, ese suele ser el subterfugio habitual de quienes no creen que hacer las cosas bien importa m¨¢s que hacerlas.
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