El Tour sigue bloqueado por la inacci¨®n de los mejores
Ning¨²n favorito se mueve en la Lusette camino del Mont Aigoual en una etapa ganada por el kazajo Lutsenko por delante del conquense Jes¨²s Herrada
Desde los belvederes de la cima del Mont Aigoual impresionante se puede ver el mundo entero extendido a sus pies o, por lo menos, la cuarta parte de Francia, que es lo mismo, o solo Occitania y el valle del R¨®dano, que los ciclistas han recorrido veloces empujados por el mistral y en el que florecen melocotoneros y m¨¢s frutales, plantados, recolectados, triados, podados, por jornaleros andaluces de Alcal¨¢ del Valle o Setenil de las Bodegas, y el paisaje, los bosques, los encinares, los roquedales, tan Mediterr¨¢neo, podr¨ªa ser perfectamente el que contemplaran los dioses que retozaban con ninfas guiados por Eros al ritmo de la flauta de Pan en el Olimpo o el de las Alpujarras que hizo llorar a Boabdil, y el asfalto del puerto por el que se asciende es tan antiguo por lo menos, asfalto de territorios apenas tocados por la mano sucia de la civilizaci¨®n moderna. Como los caminos de Cerde?a, que inspiran a Aru, sardo, a una locura de ataque tonto; como la serran¨ªa de Cuenca, que gu¨ªa el esp¨ªritu de Jes¨²s Herrada, y su gran figura, su pedalada ligera, se arrastra como la de un penado por las cuestas m¨¢s duras del antiguo col de la Lusette, interminable, como pegadas las ruedas de su bici ligera en el asfalto bruto de grava gruesa, en persecuci¨®n de Lutsenko, un kazajo que llega de la estepa y vive en M¨®naco al que le inspiran, m¨¢s que el aire o el paisaje espiritual, las voces de Vinok¨²rov, jefe de su Astana y padre espiritual de todos los ciclistas kazajos, fr¨ªos, l¨²cidos y, m¨¢s que nada, potentes.
Son los dos ¨²ltimos supervivientes de la fuga de ocho rodadores de eficacia probada ¨CCavagna, Van Avermaet, Oss, Boasson Hagen, Roche y Neilson Powless, una nueva joya californiana, son los otros seis-- que necesit¨® una media de 48 por hora para que en el cerebelo de los estrategas de los equipos m¨¢s fuertes, se concluyera que en su Tour del c¨¢lculo, inacci¨®n y bloqueo la ecuaci¨®n riesgo-beneficio de deslomarse para cazar a cambio de las bonificaciones (8s en la cima de la Lusette; 10s en meta) no arrojaba dividendos en la etapa de las C¨¦vennes, la tierra de la cebolla dulce.
Dejaron hacer a los so?adores, y les gan¨® a todos el eficaz kazajo, que conden¨® de nuevo a Herrada, un ciclista de clase demasiadas veces tocado por la negativa del destino a concederle favores. Una semana antes de llegar al Tour se le sali¨® la cadena en las calles de ?beda, en el ¨²ltimo kil¨®metro del campeonato de Espa?a, cuando se jugaba la victoria con otro de los cachorros de Vinok¨²rov, Luis Le¨®n S¨¢nchez. ¡°Vi la victoria tan cerca y a la vez tan lejos que estoy triste, claro¡±, reconoci¨® Herrada, tan filos¨®ficamente expresada su lucha contra el destino como lo habr¨ªa hecho su l¨ªder en el Cofidis, el pimpante Guillaume Martin. ¡°Pocas veces hay oportunidades como esta¡±.
El equipo de Adam Yates, el l¨ªder de rebote por la sanci¨®n a Alaphilippe, mantuvo a la fuga a cinco minutos y medio. Ah¨ª la tienes, le dijo al temible Jumbo, quedan 50 kil¨®metros y todos son tuyos, pon tu motor a funcionar que yo me pegar¨¦ a tu rueda. Tony Martin asumi¨® el desaf¨ªo y con un relevo de dos kil¨®metros en un tercera rebaj¨® un minuto la ventaja de los ocho; en pocos kil¨®metros m¨¢s, ya estaban a un minuto menos, tres y medio. Todos se agarraron fuerte al manillar y se prepararon para una nueva demostraci¨®n de Van Aert, Kuss y compa?¨ªa con Roglic manejando el l¨¢tigo. Y lo que ocurri¨® es que, pausados, parsimoniosos, los Ineos de Bernal, con Amador al frente, se pusieron en la cabeza y templaron los ¨¢nimos. Y quiz¨¢s atemorizados sus maquinistas por la imponencia del lugar, el pelot¨®n, la m¨¢quina devoradora, entr¨® en el bosque oscuro de la Lusette, en su carreterilla estrecha y saltarina, guiado por el vizca¨ªno Castroviejo, que calcaba su ritmo al de los dos ¨²ltimos fugados, y, a su rueda, un pelot¨®n de 70 al tran tran.
Solo el melanc¨®lico Aru, un secundario, se movi¨® un poco. Todos los grandes se dejaron llevar. El Tour ascendi¨® bloqueado por la inacci¨®n de los favoritos. ¡°No ten¨ªa sentido atacar¡±, dijo Yates. ¡°El puerto no era tan duro como para hacer da?o, y, adem¨¢s, yo he venido al Tour a ganar etapas, y no voy a gastar fuerzas en d¨ªas as¨ª¡ Este fin de semana, en los Pirineos, ya tendremos monta?as de verdad¡±.
En las seis primeras etapas ¨Cdos llegadas en alto, cuatro puertos de primera¡ª solo 1s conseguido en la carretera, sin contar bonificaciones, separa al l¨ªder de los 14 siguientes en la general, todos ellos aspirantes, y los 22 primeros est¨¢n apretados en un pa?uelo de 41s. El segundo lo consigui¨® Yates con su ataque en un repecho la segunda etapa. El fin de semana, Pirineos, Bal¨¨s, Peyresourde, Hourc¨¨re, Marie Blanque. Sus nombres ponen los pelos de punta. La monta?a de verdad.
Dice Landa que desea que llegue, y se bebe una fanta en la meta, y a?ade, ¡°estoy contento¡±.
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