El le¨®n y la pulga
Con sus matices, cada cierto tiempo aparece un jugador que se gana el apelativo de futbolista del futuro. Suelen ser tipos rocosos, como Goretzka
Pocos padres en el mundo habr¨¢n hilado tan fino con el nombre de su hijo como los del internacional alem¨¢n Leon Goretzka. Desde su primera aparici¨®n estelar a nivel internacional, en aquella Copa Confederaciones de la que sali¨® con una Bota de Oro compartida bajo el brazo, se han dicho y escrito grandes cosas sobre ¨¦l, la mayor¨ªa centradas en un f¨ªsico que llama la atenci¨®n al primer vistazo de su cuenta de Instagram. ¡°Su mejor cualidad es que puede recorrer grandes distancias. Su habilidad para correr tanto y tan poderosamente lo separa del resto¡±, coment¨® el propio Joaquim Low tras derrotar a Chile en la final de aquel torneo, una radiograf¨ªa impecable de su pupilo que no ha perdido ni un ¨¢pice de vigencia hasta el momento.
Con sus matices, cada cierto tiempo aparece un jugador que se gana el apelativo de futbolista del futuro. Suelen ser tipos rocosos, como el propio Goretzka, pr¨®digos en el esfuerzo y disciplinados en lo t¨¢ctico, una expresi¨®n que solo entiende de un tipo de disciplina: la que roza lo militar, acartonada y, b¨¢sicamente, de espectro defensivo. De Xavi Hern¨¢ndez, por ejemplo, nunca nadie dijo que fuese disciplinado en lo t¨¢ctico a pesar de lo evidente, quiz¨¢s porque mover dos engranajes perfectos como los de aquel Bar?a y aquel combinado nacional se consideraba, m¨¢s bien, esoterismo. De todas formas, insistir sobre esto no es m¨¢s que una gran p¨¦rdida de tiempo porque el f¨²tbol siempre ha sido un poco as¨ª: el terreno mejor abonado para la simplificaci¨®n desde que alguien tuvo la brillante idea de que el caballo del malo deb¨ªa ser marr¨®n y m¨¢s lento que el del protagonista.
Los ejemplos est¨¢n ah¨ª para quien quiera tomar nota. Se acumulan inagotables, generaci¨®n tras generaci¨®n, sin que nadie termine de poner fin a una practica comparativa en la que el futuro siempre pertenece a los mismos mientras el pasado termina, inevitablemente, siendo cosa de los otros. Hoy puede parecer rid¨ªculo pero en Barcelona se desconfiaba de Cruyff mientras se aplaud¨ªan con pasi¨®n las carreras hacia la nada de Neeskens. Y en Madrid, en tiempos m¨¢s recientes, se lleg¨® a defender mediante sesudos an¨¢lisis estad¨ªsticos, mapas de calor y encendidos art¨ªculos de opini¨®n que Makelele era m¨¢s importante para el juego del equipo blanco que Zinedine Zidane, siempre bajo la premisa de que el f¨²tbol se dirig¨ªa hacia un horizonte donde reinar¨ªa una infeliz paradoja: la del juego sin bal¨®n, que viene a ser una especie de danza sin m¨²sica o hamburguesa sin carne.
Resultar¨ªa muy ventajista acudir al ejemplo m¨¢s reciente para destrozar a Goretzka, que no tiene la culpa de excitar hasta l¨ªmites insospechados los instintos m¨¢s b¨¢sicos del aficionado tribunero. Cualquiera que haya visto el Espa?a-Alemania del pasado martes podr¨ªa se?alar a veinti¨²n futbolistas mejores que el germano, incluidos diez germanos m¨¢s, pues cuando al chaleco GPS le sumamos una pelota, lo que queda es un ejercicio vac¨ªo de idolatr¨ªa tecnol¨®gica que solo sirve para florear curr¨ªculums de preparadores eg¨®latras y restar valor a los propios futbolistas. Menudo mundo este que nombra leones, gorilas y guepardos como herederos al trono de una pulga que, como buen rey de los colmos, juega andando.
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