Edificio Maradona
No rechaz¨® las expectativas sobrehumanas que se proyectaban sobre ¨¦l. Era una fantas¨ªa con botas, mitad futbolista, mitad producto de la imaginaci¨®n de la gente
Muri¨® Maradona y en un instante se par¨® el mundo. En t¨¦rminos noticiosos, ni la covid-19 aguant¨® el ¨²ltimo regate del genio argentino, ingobernable y gobernador a la vez, en el f¨²tbol y en la vida. De ese extremo material estaba construido el futbolista al que todo se le quedaba peque?o. Maradona ha sido una exageraci¨®n andante, hombre sin l¨ªmites para jugar y para vivir, constructor del grandioso mito que comenz¨® a edificar de ni?o, cuando los aficionados acud¨ªan a las canchas para asombrarse de las habilidades del pibe en los descansos de los partidos de la Liga argentina. Mito, por tanto, construido sin red, siempre a la vista de la gente, escrutado y juzgado sin descanso, sometido al insoportable peso que significaba ser Maradona todos los d¨ªas.
Nunca se neg¨® a edificar ese universo bestial, producto de su incomparable talento con la pelota y de sus consecuencias. Es in¨²til debatir la posici¨®n de Maradona en la escala del f¨²tbol, porque ning¨²n otro jugador ha alcanzado una magnitud comparable. No rechaz¨® las expectativas sobrehumanas que se proyectaban sobre ¨¦l. Era una fantas¨ªa con botas, mitad futbolista, mitad producto de la imaginaci¨®n de la gente, ecuaci¨®n imposible que, sin embargo, se atrevi¨® a resolver. Su segundo gol a Inglaterra en el Mundial 86 es la prueba. Quedar¨¢ para siempre como una cumbre invencible, el patr¨®n de todos los goles que se marcaron antes y se marcar¨¢n despu¨¦s.
Sobre Maradona terminaron por converger todos los vectores del f¨²tbol, los deseables y los indeseables. S¨®lo en el campo transmiti¨® la sensaci¨®n de felicidad, el lugar donde pod¨ªa sentirse Maradona a secas, el refugio incontaminado donde expresaba su pasi¨®n por el juego. En sus momentos m¨¢s amargos, le bastaba una pelota para irradiar una alegr¨ªa juvenil. Cada vez que eso sucedi¨®, y ocurri¨® casi hasta el final de su vida, regresaba El Pelusa de Villa Fiorito, regresaba la calle, los amigos y la inocencia. Al placer.
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Hazlo aqu¨ªMaradona no encontr¨® rival en ese espacio de felicidad. A nadie le pas¨® inadvertido, en gran medida porque su ingenio tambi¨¦n proyectaba emoci¨®n, orgullo y belleza. Hab¨ªa trascendencia en sus proezas. Maradona llegaba a la gente, empapaba su piel, generaba entusiasmos indescriptibles. Era un genio excesivo hasta para sus detractores. No conoc¨ªa el t¨¦rmino medio ni en el campo, ni fuera del estadio. Invitaba por igual a la lealtad fan¨¢tica ¡ªsu magnitud en Argentina trascendi¨® tan pronto que le situ¨® junto a Carlos Gardel y Eva Per¨®n en el tercer v¨¦rtice de la mitolog¨ªa popular, posici¨®n que en N¨¢poles ocupa en la cima¡ª y al desgarro pol¨¦mico.
Un personaje de estas caracter¨ªsticas, apabullante en tantos aspectos, excelso como jugador, magn¨¦tico para la gente, tambi¨¦n llamaba a la codicia y al negocio. Con Maradona, y nada m¨¢s que Maradona, arranc¨® un tiempo nuevo, definido por el valor comercial del talento y por los medios tecnol¨®gicos para transportarlo a todos los rincones del mundo. Maradona 86 ¡ªning¨²n otro Mundial se adhiere tan radicalmente a la figura de un futbolista¡ª fue el artefacto so?ado por la FIFA de Jo?o Havelange, las empresas de telecomunicaci¨®n, los agentes y el mercado global. La televisi¨®n v¨ªa sat¨¦lite, incipiente entonces, encontr¨® en Maradona el veh¨ªculo perfecto para vender un novedoso modelo de f¨²tbol a todo el mundo.
En Maradona se concret¨® un choque tect¨®nico sin comparaci¨®n. Como tantos otros antes que ¨¦l, sufri¨® el choque de la fama, del salto de las calles humildes a las plateas que lo jaleaban, de los enga?os y las decepciones a su alrededor, del t¨®xico efecto de la vanidad. De esa estirpe hay muchos. En la sobrecogedora magnitud que inyect¨® Maradona al f¨²tbol, no tiene rival. Sobre sus solitarias espaldas se edific¨® el gigantesco edificio actual del f¨²tbol. Nadie puede pensar que esa carga es soportable.
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