Muere Diego Armando Maradona a los 60 a?os
El astro argentino ha fallecido tras una parada cardiorrespiratoria
Diego Armando Maradona ha fallecido este mi¨¦rcoles a los 60 a?os. No se conocen las causas exactas de su muerte, m¨¢s all¨¢ de que sufri¨® un paro cardiorrespiratorio, seg¨²n han confirmado fuentes de la familia a EL PA?S. Una semana despu¨¦s de su ¨²ltimo cumplea?os, el astro argentino fue operado con ¨¦xito de un edema cerebral y el pa¨ªs celebr¨® otra gambeta de su h¨¦roe dram¨¢tico, pero ser¨ªa la ¨²ltima. Tantos a?os de excesos, descuidos y conflictos emocionales terminaron por corroer su salud. Si ser Maradona y tener un solo cuerpo siempre fue una lucha desigual, en su ¨²ltima aparici¨®n como t¨¦cnico del Gimnasia aparent¨® arrastrar el f¨ªsico de alguien de 80 a?os, o m¨¢s. Los inmortales tambi¨¦n sufren.
En esa imagen, en la que Diego solo pod¨ªa caminar ayudado por dos auxiliares, pareci¨® concentrarse su historial cl¨ªnico: su vieja adicci¨®n a la coca¨ªna; un coraz¨®n que hac¨ªa varios a?os trabajaba al 30%; la obesidad que lo golpe¨® a comienzos de siglo ¨Dlleg¨® a pesar 120 kilos¨D; el bypass g¨¢strico al que hab¨ªa sido sometido en 2005 ; sangrados estomacales cada vez m¨¢s habituales; problemas severos con el alcohol; un pu?ado de operaciones que sufri¨® en sus rodillas y la infinidad de golpes brutales que recibi¨® en su ¨¦poca de jugador, incluida la fractura de un tobillo.
Su muerte sacude al deporte mundial con un colapso de tristeza sin fecha de vencimiento a la vista: el duelo que empez¨® a flotar en las calles de Buenos Aires y el resto del pa¨ªs no ser¨¢ de esos que se disipen en a?os sino en generaciones. La muerte de Diego Armando Maradona supone el final de la edad de los h¨¦roes. ?dolos, genios y productos deportivos habr¨¢ siempre, pero Maradona excedi¨® la condici¨®n de futbolista: fue un n¨²mero 10 hecho pa¨ªs, una reivindicaci¨®n popular en pantalones cortos, el milagro posible para una porci¨®n del mundo en la que el viento sopla en contra.
Si el vocabulario de su etapa como futbolista gir¨® alrededor de goles, proezas y actos de magia, ya retirado le sum¨® t¨¦rminos como dependencia a las drogas, afecciones card¨ªacas, problemas respiratorios, hipertensi¨®n, apneas del sue?o, miocardiopat¨ªa dilatada, diabetes, anemia, borracheras, debilidades hep¨¢ticas, episodios de confusi¨®n mental y funci¨®n renal alterada. ¡°Es evidente que tengo l¨ªnea directa con el Barba¡±, hab¨ªa dicho en 1997, en referencia a Dios, despu¨¦s de una de sus habituales resurrecciones.
El f¨²tbol ser¨¢ un simulacro de guerra, pero los estadios constituyeron para Maradona su ¨²nico remanso de paz, una infancia eterna. Como si de lunes a s¨¢bado se dedicara a la halterofilia, la vida afuera de los campos de juego siempre le pes¨®, acaso inevitablemente. As¨ª como los defensores rivales quedaban minimizados ante un c¨ªclope del f¨²tbol, ser Maradona y tener un solo cuerpo fue una pelea desigual. Como ¨¦l dijo: ¡°De una patada fui de Villa Fiorito a la cima del mundo y ah¨ª me la tuve que arreglar solo¡±.
El encierro con el que intent¨® evitar contagiarse de coronavirus no ayud¨® a Maradona, que pas¨® sus ¨²ltimos d¨ªas envuelto en una depresi¨®n, tambi¨¦n explicada por el hematoma subdural detectado en una cl¨ªnica de La Plata, la ciudad en la que dirig¨ªa al Gimnasia. Maradona ya estaba internado desde el 2 de noviembre, una geograf¨ªa habitual en sus ¨²ltimos a?os: las cl¨ªnicas, los traslados en ambulancias, los quir¨®fanos y las vigilias de sus hinchas en las puertas de los centros m¨¦dicos. Cu¨¢nto m¨¢s sufr¨ªa el ¨ªdolo, m¨¢s se apostaban sus feligreses.
¡°Maradona, siempre un depresivo, un melanc¨®lico cr¨®nico¡±, lo diagnostic¨® su m¨¦dico de la d¨¦cada de los noventa, Alfredo Cahe. Las muertes de sus padres ¨Ddo?a Tota en 2011 y don Diego en 2015¨D resultaron dos golpes an¨ªmicos que terminaron de desestabilizar su mapamundi familiar, plet¨®rico de conflictos con su exmujer, Claudia Villafa?e, e incluso algunas de sus hijas. El ¨²ltimo Maradona, ya lejos de la coca¨ªna, pero con problemas con el alcohol, tampoco pod¨ªa acudir a su palabra. El hombre de las grandes frases ya solo se expresaba p¨²blicamente a trav¨¦s de comunicados escritos por sus portavoces en su cuenta de Instagram.
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Hazlo aqu¨ªMaradona les dio tanto a sus adoradores que hasta pareci¨® haberles ofrendado su vida. Mucho m¨¢s humano, emp¨¢tico, rebelde y contestatario con el poder que el resto de los ¨ªdolos, pero a la vez dependiente del cari?o popular, se fue llenando de cicatrices y sumando golpes. En su enorme producci¨®n de frases, Maradona dej¨® cientos de menciones relativas al hast¨ªo, el dolor y la muerte.
Ya en 1981, todav¨ªa en el f¨²tbol argentino, el Pelusa empez¨® a gritar en el desierto: ¡°Me estoy cansando, cada d¨ªa me saturo m¨¢s, no aguanto m¨¢s. Quiero largar el f¨²tbol. Cumplo el contrato con Boca y dejo el f¨²tbol por un tiempo¡±. Al a?o siguiente, pocos meses antes de su pase al Barcelona, dijo en tercera persona, como si ya prefiriera mirarse desde afuera: ¡°La gente tiene que entender que Maradona no es una m¨¢quina de dar felicidad¡±. Entonces intent¨® tapar esa angustia con la coca¨ªna, a la que recurri¨® por primera vez en Espa?a, a fines de 1982, durante su volc¨¢nico paso por el club catal¨¢n.
Maradona naci¨® dos veces, el 30 de octubre de 1960 en los suburbios de Buenos Aires y el 22 de julio de 1986 en Ciudad de M¨¦xico, cuando se convirti¨® ante Inglaterra en el macho alfa de los goles y el m¨¢s ileg¨ªtimo, la deificaci¨®n de un futbolista con las llagas de la guerra de Malvinas todav¨ªa abiertas. Pero enseguida comprobar¨ªa que el ¨¦xito de ese Mundial no inmuniza. ¡°Yo sufro terriblemente, me destruyo y no soy capaz de salir adelante. Es el peor momento de mi carrera¡±, dir¨ªa apenas tres meses despu¨¦s, en octubre de 1986, cuando naci¨® su primer hijo extramatrimonial.
Aunque M¨¦xico 86 y sus t¨ªtulos lis¨¦rgicos con el N¨¢poles siempre se mantendr¨ªan como globos aerost¨¢ticos de la felicidad futbol¨ªstica, Maradona comenz¨® a perder varias batallas. Su carrera se fue desvaneciendo entre el rechazo de sus enemigos (tambi¨¦n contados a millones), la traici¨®n de los suyos (hasta la Camorra napolitana le solt¨® la mano), sus controles antidopaje positivos y su adicci¨®n. La ca¨ªda del 10, el ventr¨ªlocuo del pueblo, termin¨® de convertirlo en un h¨¦roe tr¨¢gico. En el recuerdo popular a su salida por efedrina del Mundial de 1994 qued¨® una de sus grandes frases: ¡°Me cortaron las piernas¡±, tal vez porque era m¨¢s liviano que atender otro de sus pedidos de auxilio desesperado, el de ¡°no tengo est¨ªmulos para vivir¡±.
En los a?os siguientes, antes y despu¨¦s de su retiro en 1997, Maradona empez¨® a coquetear con la muerte en los hechos y en las palabras: ¡°D¨¦jenme vivir mi vida, no quiero ser un ejemplo. Yo tampoco muerto encontrar¨ªa paz. Me utilizan en vida y encontrar¨¢n el modo de hacerlo estando muerto¡±. Internado una y otra vez, incluso en un neuropsiqui¨¢trico, la coca¨ªna casi lo mata en Uruguay en 2000 y en Cuba en 2001.
Como si el fabricante de alegr¨ªas ajenas tambi¨¦n fuera un catalizador de desgarros internos, el Pelusa lleg¨® a desear una muerte diferente a la del libertador argentino, el general Jos¨¦ San Mart¨ªn, que falleci¨® en 1850 en Francia. ¡°San Mart¨ªn se tuvo que ir a morir afuera, pero yo me quiero morir en mi pa¨ªs¡±. Lo cumpli¨®: fue Maradona hasta en su muerte.
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