Brasil llora el vac¨ªo dejado por Maradona, un patrimonio de Am¨¦rica Latina
Eterno s¨ªmbolo del arte del f¨²tbol, el Diego surgi¨® haci¨¦ndonos creer que nosotros brasile?os tambi¨¦n tendr¨ªamos una leyenda de nuestro tiempo
Entrevistar a Diego Armando Maradona era el objetivo de mi carrera en el periodismo. Lo intent¨¦ unas cuantas veces, incluso por tel¨¦fono, sin acercarme a conseguir al menos un hola de la estrella. No estoy frustrado por eso. Hay mucha gente en este mundo que tambi¨¦n so?aba con hablar con el dios. Pero, de cierta forma, su muerte me aparta de una de esas utop¨ªas que nos ayuda a afrontar el trabajo y la vida con ligereza.
Empec¨¦ a identificarme con Maradona a¨²n de ni?o. Una identificaci¨®n extra?a, como al rev¨¦s, porque, en mi imaginaci¨®n infantil, representaba todo lo que yo no quer¨ªa ser: pol¨¦mico, explosivo, arrogante y, sobre todo, el mayor rival futbol¨ªstico de Brasil. Pero hab¨ªa algo de brasile?o en ese tipo con el pelo descolorido, zapatillas desatadas, un aire de desprecio por sus oponentes y una forma de verlos que me recordaba a los atacantes que mi padre y mi abuelo juraron que hab¨ªan existido, pero que los chicos de mi generaci¨®n nunca ver¨ªan a otro como ¨¦l.
De repente apareci¨® la estrella argentina, haci¨¦ndonos creer que nosotros tambi¨¦n tendr¨ªamos una leyenda de nuestro tiempo. En el Mundial del 94, intentaba demostrar que todav¨ªa estaba en forma, ya que el jugador zurdo parec¨ªa tan infalible como siempre. El gol contra Grecia predijo el despertar de la fiera, con un grito frente a las c¨¢maras tan espantoso como visceral. Hasta el m¨¢s antiargentino de los brasile?os debe haber lamentado su suspensi¨®n de la Copa del Mundo por dopaje. Ganamos el cuarto t¨ªtulo, pero perdimos la oportunidad de ver la ¨²ltima Copa de Maradona hasta el final.
M¨¢s que el talento, la malicia y la audacia, t¨ªpicos de los mejores jugadores que hemos tenido, don Diego llevaba un modo hasta brasile?o en su forma de vida. Era demasiado humano para un atleta consagrado. Abus¨® del alcohol y de las drogas, exponi¨¦ndose a situaciones embarazosas y degradantes. Aqu¨ª no hay ning¨²n romanticismo de la dependencia qu¨ªmica que lo acompa?¨® durante casi toda su trayectoria. El drama p¨²blico de Maradona solo sac¨® a la luz el lado hasta ahora oculto de muchas estrellas corro¨ªdas por el peso de la fama, deshumanizadas por la codicia de quienes los comercializan como meros productos.
Aunque haya ganado mucho dinero con el f¨²tbol, siempre reneg¨® del glamour que obliga a los futbolistas a seguir una cartilla pol¨ªticamente correcta para no arriesgarse a ser purgados por el sistema. Mientras los excompa?eros de equipo y colegas de profesi¨®n adulaban dirigentes, Maradona grit¨® contra la FIFA y los llam¨® ladrones sin la m¨¢s m¨ªnima ceremonia. Fue tratado como un personaje folcl¨®rico, un lun¨¢tico calumniador, hasta que los recientes esc¨¢ndalos en el alto escal¨®n de los dirigentes del f¨²tbol demostraron que ten¨ªa raz¨®n.
Como todo ser humano -a¨²n m¨¢s ¨¦l que pecaba por ser humano en exceso-, Maradona tambi¨¦n vivi¨® con sus contradicciones. Tuvo que bajar el tono con los dirigentes de su pa¨ªs y del extranjero cuando acept¨® comandar la selecci¨®n argentina o prestar servicios a los magnates acusados de violaciones de derechos humanos que dijo que no dejar¨ªa de defender.
Visto en Argentina como un dios de los pobres y desvalidos, Maradona era una voz de lucha contra las injusticias sociales. Debido a su tama?o y popularidad, podr¨ªa haber adoptado una postura pol¨ªtica neutral para no desagradar a ninguna corriente de los fieles seguidores de la religi¨®n maradoniana. Sin embargo, desde el principio asumi¨® la postura de un militante de izquierda, ya sea en la Argentina de los Kirchner, en Bolivia de Evo o en Venezuela de Ch¨¢vez. Amigo de Fidel Castro, amante de los discursos que disuaden al imperialismo desde Cuba y con el rostro del Che Guevara tatuado en sus brazos, asumi¨® su papel simplemente por ser quien era, mandando al infierno a los cr¨ªticos que lo acusaban de apoyar a las dictaduras.
H¨¢bil en jugar con los instintos de las masas, logr¨® una haza?a al posicionarse como el ¨²ltimo antagonista de Pel¨¦. Aunque termin¨® su carrera con menos goles y logros que el rey brasile?o, dio a sus compatriotas un enorme sentido de autoestima al reafirmar insistentemente que el verdadero rey era argentino. Por m¨¢s de que Messi ya haya superado sus logros deportivos, el hecho de no haber ganado una Copa del Mundo por la selecci¨®n albiceleste pesa menos en la preferencia nacional que la falta de una argentinidad que solo Maradona supo representar.
Puede que no haya sido el mejor jugador de la historia, como Pel¨¦. Puede que no haya sido el argentino m¨¢s venerado del mundo, como Messi. Pero solo Maradona marc¨® un gol de mano para vengar a toda Argentina contra Inglaterra, humillada, incluso, por su ¨¦pica racha de pases. Solo Maradona vivi¨® cada momento de celebridad como si fuera un mortal. Solo Maradona tuvo el perd¨®n incondicional de los hinchas por los errores que cometi¨®, las peleas que compr¨® y la confusi¨®n interminable en la que se meti¨®.
Porque solo Maradona vivi¨®, sinti¨® y sufri¨® como el pueblo que lo endios¨®. La estrella, el personaje, el mito. Un patrimonio de Am¨¦rica Latina, el eterno s¨ªmbolo del arte del f¨²tbol. Una figura p¨²blica que nunca dej¨® de expresar sus emociones y opiniones. Ninguna rivalidad puede estar por encima del sentimiento de tristeza ante esta p¨¦rdida invaluable para el deporte mundial.
Los brasile?os, desde los que so?aban con entrevistarlo hasta los que solo lo admiraban por la magia que hac¨ªa con el bal¨®n, tambi¨¦n sienten un vac¨ªo por su partida. Con ¨¦l se va parte de nuestra cultura futbol¨ªstica, desde nuestro libertinaje reprimido por el culto argentino hasta el ¨ªdolo imperfecto, que cuando jugaba al futvolley en las playas de R¨ªo parec¨ªa m¨¢s a uno de los nuestros que a uno de ellos.
En homenaje a don Diego, Manu Chao cant¨® que ¡°si yo fuera Maradona, vivir¨ªa como ¨¦l¡±. No hay duda de que, si fuera brasile?o, Maradona vivir¨ªa como nosotros.
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