Adi¨®s y ya, Leo
Messi cumplir¨¢ los treinta y cuatro a?os con la vista puesta en otro jard¨ªn, casi expulsado del suyo propio por la incompetencia de quienes dirigen el Barcelona
De los nueve acompa?antes que autoriza la normativa sanitaria para los inminentes festejos navide?os me sobran ocho y me falta uno: Leo Messi, el conviviente universal. No contemplo cualquier otro plan para la Nochebuena y la Nochevieja de 2020, aunque solo sea con intenci¨®n de llorar en silencio mientras lo veo mojar cigalas, camarones y percebes en mayonesa: incluso eso le consentir¨ªa a la peque?a criatura celestial y que me perdonen Don ?lvaro Cunqueiro y su santa biblia de la cocina gallega. ¡°?Quieres que te fr¨ªa dos corderos, Lionel?¡±, preguntar¨ªa con voz de abuela antes de sacar los postres, consciente por viejo y por diablo de que la ¨²nica manera de evitar su marcha es engordarlo hasta que no pueda salir por la puerta.
Estrenar un nuevo diciembre siempre ha sido una especie de combate a muerte entre el saldo disponible en cuenta y la melancol¨ªa. Nunca hay suficiente de lo primero y siempre sobra de lo segundo, seguramente porque todav¨ªa no ha aparecido el listo que nos ofrezca una cuenta de ahorro sentimental, en cuyo caso estar¨ªamos pelados de ambas cosas y saldr¨ªamos a robar el ¨¢rbol, comprar cuatro baratijas y un pack de canelones ultracongelados m¨¢s contentos que un ocho. A?orar a los que ya no est¨¢n es muy jodido pero nadie nos prepara para despedir a los que no volver¨¢n, un ejercicio mucho m¨¢s ¨¢spero porque conoces las advertencias y la experiencia se vuelve tangible: podr¨¢s hablar, re¨ªr, tocar, abrazar, besar, bailar¡ Pero solo una vez m¨¢s. La fiesta llegar¨¢ a su fin y la despedida te aplastar¨¢ con toda la fuerza del t¨¦rmino, tan manoseado que uno no se percata de su autenticidad hasta encontr¨¢rselo bajo el umbral de la puerta.
Messi es familia digan lo que digan nuestros DNI, su agente, mi psic¨®logo, el ministro Marlaska, Do?a Celia Mar¨ªa y Maite Curr¨¢s, la chica que nos trae el pescado. Lo ha sido desde el d¨ªa que le borr¨® la sonrisa a Cannavaro y el estadio entero lo despidi¨® puesto en pie: noventa mil gargantas coreando su nombre, en comp¨¢s de dos por cuatro, y el mundo entero llev¨¢ndose las manos a la cabeza por lo que se le ven¨ªa encima. Diecisiete a?os ten¨ªa. Y cumplir¨¢ los treinta y cuatro con la vista puesta en otro jard¨ªn, casi expulsado del suyo propio por la incompetencia de quienes no reconocer¨ªan a James Stewart en ¡®?Qu¨¦ bello es vivir!¡¯ aunque les pegase con la campana en la cabeza. Se va para no volver nunca, Lionel. No, al menos, vestido de futbolista, que debe ser algo as¨ª como afeitar a Papa Noel y sentarle al ni?o en el regazo fingiendo que no nos inquieta su nuevo aspecto.
Por si alguien ten¨ªa alguna duda sobre su continuidad, las declaraciones ayer de Neymar y Paredes, nada m¨¢s acabar su partido contra el Manchester United, van trazando un futuro de reencuentros en la antigua Ciudad de la Luz, ahora desplazada por Vigo y su alcalde fotovoltaico: qu¨¦ triste consuelo. Quiz¨¢s deber¨ªa ser ese, y no otro, el plan perfecto para estas ¨²ltimas navidades con Messi, si ¨¦l consintiera: pasear por el mercado de A Pedra, comprarle ostras y tabaco, llevarlo a conocer al Sireno, deslumbrarlo con diez millones de luces LED, explicarle que aquello que se ve de frente es Moa?a, la casa de Iago de Aspas, y despedirlo en el puerto mientras se aleja cruzando la r¨ªa, camino de Cangas. ¡°?Y come, que no digan por ah¨ª que en esta casa te mat¨¢bamos de hambre!¡±, le gritar¨ªa desde la distancia antes de perderlo definitivamente de vista, incapaz, como cualquier otra abuela del mundo, de vocalizar un adi¨®s y ya.
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