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El Madrid sigue a lo suyo
El conjunto de Zidane, sin excesivo brillo pero con enorme eficacia, llega a cuartos tras completar un partido inmaculado ante el Zaragoza
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El Madrid se mantuvo fiel en La Romareda a ese apacible transcurrir que le acompa?a en los ¨²ltimos meses y que le ha dado percha de equipo serio y eficaz. Sus encuentros pueden carecer de efectos especiales, pero el desarrollo de la historia rara vez acaba cerca del desfiladero. Su enfrentamiento ante el Zaragoza no fue m¨¢s que la continuaci¨®n de una saga que le coloca en los cuartos de final de la Copa sin haber acumulado ning¨²n sobresalto por el camino.
Continu¨® Zidane valorando el peso de la Copa apostando en La Romareda, como ya hiciera en Salamanca, por un once mixto, con m¨¢s titulares que meritorios. A excepci¨®n de Areola y James, el resto de jugadores bien podr¨ªan repetir ante el Atl¨¦tico en el derbi del pr¨®ximo s¨¢bado. El Madrid que imagina el franc¨¦s es un equipo con distintas caretas aunque todas con el mismo gesto de entrega en el rostro. El tempranero gol de Varane, a los cinco minutos del encuentro, no hizo m¨¢s que corroborar que aunque el Madrid pica poco a sus rivales, lo hace con distintas abejas. Hab¨ªa asomado por el ataque el central franc¨¦s y un centro raso de Kroos que no remat¨® Vinicius lleg¨® hasta ¨¦l en el segundo palo, donde tan solo tuvo que encuadrar la bota para enviarlo al fondo de la porter¨ªa de Rat¨®n.
Acababa pronto el sue?o de una Romareda entregada, que sigui¨® fiel a un equipo que trat¨® de recomponerse a fuerza de acumular kil¨®metros en sus piernas. Muchos de ellos ¡ªalgunos innecesarios¡ª los sum¨® Igbekeme, el ¨²nico jugador con una chispa m¨¢s en un centro del campo bien resguardado por Valverde y Kroos. Se not¨®, sin embargo, la ausencia de Casemiro en varias maniobras temerarias de la zaga blanca, que permitieron que el Zaragoza probase a Areola. Respondi¨® con categor¨ªa el portero del Madrid a la tentativa de Kagawa, el m¨¢s activo en ese borde del ¨¢rea sobre el que pilot¨® en varias ocasiones. El poso del japon¨¦s sirvi¨® de paraguas para el Zaragoza, aunque la lluvia del Madrid reapareci¨® de nuevo en la figura de Valverde y en la de Vinicius. Ni el uruguayo, que mand¨® alto un disparo sin oposici¨®n y con la porter¨ªa de frente, ni el brasile?o, enfrascado una vez m¨¢s en esa aventura del gol que le sigue resultando normalmente esquiva, lograron ampliar la diferencia.
El gol de Vinicius
S¨ª lo lograr¨ªa Lucas V¨¢zquez, que tras dos errores en la salida del bal¨®n del Zaragoza, primero de James y a continuaci¨®n de Linares, conect¨® con la pelota, de nuevo a pase de Kroos, para enviarla con el exterior del pie derecho de nuevo al fondo de la porter¨ªa de Rat¨®n. Sin grandes alardes, como a lo largo de toda la temporada, el Madrid resolv¨ªa la papeleta con esa descolorida sobriedad que le acompa?a. Un comportamiento m¨¦rito de Zidane, quien ha encontrado la mejor manera de dosificar e involucrar a una plantilla que ha respondido con tanta profesionalidad como compromiso.
Se mantienen, aun as¨ª, aristas en ese proyecto com¨²n que no acaban de sincronizarse con el grupo. La m¨¢s visible, tambi¨¦n en Zaragoza, fue la de Jovic, invisible un partido m¨¢s. No intervino el serbio ni en la creaci¨®n ni en la resoluci¨®n de ninguna jugada ofensiva de su equipo, e incluso dej¨® detalles de cierta apat¨ªa que bien podr¨ªa estar originada por una frustraci¨®n en continuo crecimiento. Su falta de agresividad junto al derretimiento de Vinicius sirvi¨® al Zaragoza para darse la alegr¨ªa de apretar al Madrid en la segunda mitad. Sostenido por el inquebrantable apoyo de sus aficionados, muy molestos con el ¨¢rbitro del encuentro por su reticencia a castigar con tarjeta algunas faltas que bien la merecieron, el equipo aragon¨¦s se subi¨® al tren de Blanco por el costado izquierdo, y al continuo empe?o de Kagawa desde fuera del ¨¢rea. Hasta en cuatro ocasiones dispar¨® el japon¨¦s desde la frontal, sin encontrar premio en ninguno de sus intentos.
Pero en la en¨¦sima internada de Vinicius lleg¨® el tercer tanto con una buena maniobra de tobillo ante la salida del portero, y casualidades (o no) minutos despu¨¦s el cuarto obra de Benzema en su primera ocasi¨®n de gol. Los dos mazazos supusieron la defunci¨®n definitiva de un partido que a pesar de la falta de brillo futbol¨ªstico en muchos momentos nunca perdi¨® esa imagen de enfrentamiento de Primera.
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