Liturgias
Julen Lopetegui plante¨® un partido casi perfecto enfundado en un ch¨¢ndal que parec¨ªa prestado: ¡°El h¨¢bito no hace al monje¡±
Algunos de los entrenadores mejor vestidos que he visto en los ¨²ltimos a?os no pod¨ªan pagarse el traje con el sueldo que, en el mejor de los casos, les abonaba religiosamente su club. Hablo, en su mayor¨ªa, de chavales muy j¨®venes, admiradores de una est¨¦tica inspirada en figurones como Zidane o el primer Guardiola ¨Cm¨¢s casual en los ¨²ltimos a?os¨C y que desfilan con sus mejores galas por humildes campos de tierra o c¨¦sped artificial, tomando grandes precauciones para no ensuciarse los bajos del pantal¨®n y evitar as¨ª cualquier gasto extra de tintorer¨ªa. En realidad, esto que podr¨ªa parecer una fantasmada de manual tiene un componente de liturgia y seriedad que merece ser valorado: los detalles son importantes en el mundo del f¨²tbol, y un entrenador con un tres piezas en la banda le est¨¢ diciendo a sus jugadores que el partido tiene la enjundia de una boda o, peor, de un entierro.
La liturgia es una de las expresiones m¨¢s bellas en cualquier deporte, cuanto m¨¢s en el f¨²tbol, que se nutre de ella como un ¨¢rbol centenario del suelo que lo sostiene. De su paso por el Al Ittihad, el Real Madrid del mundo ¨¢rabe, volvi¨® Ra¨²l Caneda a Galicia maravillado por el ritual de su delantero centro y una de las estrellas del club, Mohammed Noor. Antes de cada partido, el saud¨ª se fumaba su cigarro, pasaba un buen rato en la ducha desprendi¨¦ndose de cualquier rastro de suciedad previa, y luego se perfumaba con una serie de aceites que uno solo alcanza a imaginar en fant¨¢sticos relatos orientales como los de Las mil y una noches: ¡°As¨ª salta al campo un h¨¦roe¡±, pensaba yo mientras me lo contaba. ?Y qu¨¦, si no, era Noor para una hinchada exigente y enfervorizada como la del trasatl¨¢ntico de Yedda? A menudo, cuidar al m¨¢ximo de su est¨¦tica es el m¨ªnimo exigible para un profesional sobre el que descansan tantas ilusiones.
Sin embargo, y como la disciplina inexacta que es, el f¨²tbol lo admite todo y tambi¨¦n nos ofrece ejemplos suficientes como para desechar estas ideas peregrinas, casi po¨¦ticas, y abrazar la m¨¢s absoluta modestia, incluso la desidia a la hora de disfrazar el oficio. Ah¨ª est¨¢ Don Vicente del Bosque, quiz¨¢s el mejor exponte del recato est¨¦tico nacional. O el propio Julen Lopetegui, que plante¨® un partido casi perfecto enfundado en un ch¨¢ndal que parec¨ªa prestado: ¡°El h¨¢bito no hace al monje¡±, sentenciar¨ªa un castizo. Y, seguramente, con raz¨®n.
Al final, y en esto creo que estaremos todos de acuerdo, cada uno se viste conforme a lo que es y a lo que siente. Simeone se presenta a los partidos como si fuera un yakuza japon¨¦s, todo un cacique. A Unai Emery le encaja casi cualquier estilo porque si algo ha demostrado a lo largo de su carrera es adaptabilidad. Manuel Pellegrini acostumbra a cuidar su imagen de docente, de profesor, unas veces de lat¨ªn y otras de gimnasia. Y Pepe Bordal¨¢s es la viva imagen de una evoluci¨®n adecuada a los beneficios del cargo: riguroso en su primera etapa, suntuoso desde que se ha instalado en la ¨¦lite. Todos respetables y admirables en su mayor¨ªa, protagonistas de un gran bodeg¨®n que nos permite a la gente de letras perpetrar nuestras propias propuestas: unos, pintarrajeando los textos para no decir nada mientras otros se bastan con el t¨ªtulo para desgranarlo todo con detalle: a veces no es tanto una cuesti¨®n de querer como de, simplemente, poder.
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