Kroos, el crack invisible
Todas sus intervenciones son inteligentes (jugando es una computadora) y precisas (en sus pies la pelota est¨¢ en una caja fuerte)
Merecer el escenario. Pas¨® el Liverpool por la capital, con el brillo de su historia a cuestas, y a Klopp le sent¨® mal que el Madrid lo recibiera en Valdebebas, en lo que defini¨® como un ¡°campo de entrenamiento¡±. Es verdad, pero no se juega ah¨ª para sacar ventaja competitiva, sino para acelerar unas obras que har¨¢n del Bernab¨¦u un estadio futurista a la altura de su historia. La pr¨®xima vez que el Liverpool visite Madr...
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Merecer el escenario. Pas¨® el Liverpool por la capital, con el brillo de su historia a cuestas, y a Klopp le sent¨® mal que el Madrid lo recibiera en Valdebebas, en lo que defini¨® como un ¡°campo de entrenamiento¡±. Es verdad, pero no se juega ah¨ª para sacar ventaja competitiva, sino para acelerar unas obras que har¨¢n del Bernab¨¦u un estadio futurista a la altura de su historia. La pr¨®xima vez que el Liverpool visite Madrid el que parecer¨¢ un campo de entrenamiento, por contraste, ser¨¢ Anfield. Para mantener la grandeza, mi admirado Klopp, hay que ponerse al d¨ªa. A nadie perjudica m¨¢s que al Madrid jugar en Valdebebas porque el Bernab¨¦u es imponente para cualquier visitante, incluso sin gente. El Liverpool fue un equipo quebradizo, con errores individuales de valor gol, lejos de la energ¨ªa competitiva que lo hizo temible en los ¨²ltimos a?os. En definitiva, una presentaci¨®n que no mereci¨® un escenario mejor.
El maestro sigiloso. El Madrid tiene talentos visibles por velocidad (Vinicius), imaginaci¨®n (Benzema) o habilidad (Asensio), jugadores a los que basta una acci¨®n para alcanzar grandes titulares. Pero hay un hombre que carece de velocidad, de imaginaci¨®n y de habilidad, pero mueve al equipo como un titiritero. Es invisible por sigiloso, porque hace las cosas con una naturalidad pasmosa y porque su f¨²tbol vive de una continuidad que las estad¨ªsticas no premian. Todas sus intervenciones son inteligentes (jugando es una computadora) y precisas (en sus pies la pelota est¨¢ en una caja fuerte). Se desmarca caminando y el control ya lleva un enga?o dentro para ganar tiempo. Si est¨¢ acosado juega en corto, si tiene un segundo la sirve a 40 metros, todo a un ritmo pausado, como un maestro que ense?ara a jugar. Es un espect¨¢culo aparte ver a Kroos, esa inteligencia que imanta el cuero, busc¨¢ndole (y encontr¨¢ndole) la vuelta a los partidos.
Los nombres propios. El Bayern y el PSG completaron un partido que hasta la nieve pint¨® de ¨¦pico. El Bayern acopl¨® la bayoneta al bal¨®n y se dispuso a atacar de principio a fin. El PSG se agrup¨® atr¨¢s mostrando las estoicas virtudes del superviviente y confiando en que, tarde o temprano, meter¨ªan el pu?al del contragolpe. Fue uno de esos partidos que demuestran que el f¨²tbol no es nada sin nombres propios. El Bayern, con su heroica insistencia, necesit¨® 31 tiros para marcar dos goles. La actitud, el esfuerzo, el funcionamiento y la ambici¨®n eran impecables, pero en cada acercamiento a la porter¨ªa el equipo entero lloraba la viudez de Lewandowski. Por su parte, el PSG resist¨ªa como un orgulloso equipo peque?o, pero lleg¨® cuatro veces y marc¨® tres goles porque el descomunal talento de Neymar y Mbapp¨¦ no se va por las ramas. Par¨ªs ver¨¢ la apasionante revancha entre el juego y la punter¨ªa.
F¨²tbol a corto plazo. El f¨²tbol pand¨¦mico nos familiariz¨® con los altibajos. Los del Atl¨¦tico de Madrid fueron tan grandes que el ¡°alti¡± lo hizo campe¨®n en enero y el ¡°bajo¡± lo tiene preocupad¨ªsimo en abril. Los altibajos del Barcelona y el Madrid se dieron en ciclos distintos, de manera que ahora se reencontraron con una Liga que hab¨ªan dado por perdida, situaci¨®n que pondr¨¢ al campeonato en su estado m¨¢s apasionante: el dram¨¢tico. En esta jornada se enfrentan los perseguidores con la obligaci¨®n de acelerar y el riesgo de frenar. Un cl¨¢sico sin favorito que solo le conviene al tercero en discordia, que ver¨¢ c¨®mo uno (o los dos) aflojar¨¢ en la persecuci¨®n. Luego, seguir¨¢ faltando un siglo en el que cada semana adjudicaremos la Liga a uno o a otro, como si un partido fuera capaz de dictar sentencia. As¨ª es el f¨²tbol, ese juego de altibajos que dispara opiniones definitivas que duran siete d¨ªas.
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