Para el debutante Sonny Colbrelli, la Par¨ªs-Roubaix es un para¨ªso
El ciclista italiano se impone en un sprint de tres novatos al belga Vermeersch y al neerland¨¦s Van der Poel en el Infierno del Norte
Ninguno de los tres ha estado all¨ª antes, a las puertas del vel¨®dromo de Roubaix, un anillo de 500 metros de cemento blanco y muy liso, pulido. Ninguno ha estado antes all¨ª, as¨ª, sabiendo que uno de los tres, tres actores que se elevan por encima de la humanidad, a la que pueden decir, orgullosos, sabios, la vacuidad de vuestra vida nos estremece; y hablan cubiertos sus rostros con una capa de barro fresco endurecido por el viento, gris de polvo, la se?al de su grandeza, la m¨¢scara que los distingue de los dem¨¢s terrenales. Son, as¨ª, objeto de adoraci¨®n.
Son tres debutantes que han envejecido siglos en apenas seis horas de un domingo de octubre, en poco m¨¢s de 250 kil¨®metros. Es el final de la carrera conocida como el Infierno del Norte, que en su a?o 125, y la primera vez en oto?o, ha sido el no va m¨¢s entre campos de ma¨ªz m¨¢s alto que ellos mismos, que se sienten gigantes sobre sus bicis, y flotan bajo la lluvia sobre el barro y los charcos que cubren los caminos de piedra entre los sembrados.
Uno de ellos es un completo desconocido para la afici¨®n, es belga Florian Vermeersch, de 22 a?os, el hombre sorpresa, el jovencito a los que los dioses otorgan, sin que ¨¦l lo espere, la oportunidad de ver el cielo, de sentirlo cerca, al alcance de su mano.
Los otros dos son m¨¢s que conocidos deseados, son los ciclistas a los que se espera, a los que se quiere, por los que se sufre y goza. Son la vida. Son el neerland¨¦s Mathieu van der Poel, de 27 a?os, el elegido, el que carga con el peso de deber ser diferente, ¨²nico, especial, todos los d¨ªas de su vida, y Sonny (como Sonny Crockett, de Corrupci¨®n en Miami) Colbrelli, de 31, el perro de presa que frente a la fantas¨ªa obligada de Van der Poel opone el realismo pr¨¢ctico que hace famosos e invencibles a los deportistas italianos, y hace nada, menos de un mes, descorazon¨® a Remco Evenepoel, el belga de 21 a?os s¨ªmbolo de los que han llegado al ciclismo para emocionar, de los obligados a ir m¨¢s all¨¢ de s¨ª mismos en cada carrera, y despu¨¦s de pegarse como una lapa a su rueda en Trento le gan¨® en los ¨²ltimos metros el campeonato de Europa.
Los dos flamencos miden m¨¢s de 1,90 metros, son esbeltos, pedalean con elegancia, da gusto verlos. Colbrelli es compacto, no llega a metro 80, pero despide tal aire de fuerza, de agresividad, que asusta. Sabe, y todos saben, que no est¨¢ escrito en ninguna parte que para ser el mejor haya que ser el m¨¢s hermoso.
Los tres esperan una se?al, el instante de sabrosura, como lo define la campeona ol¨ªmpica Yulimar Rojas, la d¨¦cima de segundo, en el pasillo hacia el foso de arena, en la que el cuerpo se deja invadir por la adrenalina bombeada por el coraz¨®n acelerado y al est¨ªmulo responde erizando la piel, que se hace de gallina, y dejando al cerebro en suspenso, en una nube. Y la respuesta le dice al ciclista que est¨¢ listo, que es invencible. No siente la se?al Vermeersch, quien a 250 metros de la l¨ªnea, en la contrameta del vel¨®dromo, lanza su sprint como mandan los maestros de la pista, y lo hace para no acostarse despu¨¦s y dar vueltas en la cama lamentando no haberlo intentado; no la siente tampoco Van der Poel, que hunde la cabeza entre sus anchos hombros, y fuerza su pedalada, sin en ning¨²n momento alcanzar la velocidad deseada, y su gesto de derrotado alerta a Colbrelli, siempre a su rueda, como toda la carrera, que reacciona, siente como le brota la chispa y explota a 25 metros de la l¨ªnea, y como un fulminante adelante al jovencito belga incr¨¦dulo. Colbrelli, primer italiano que se impone en Roubaix en el siglo XXI, es el tercer debutante que lo consigue tras el primer ganador, Joseph Fischer (1896) y el franc¨¦s Jean Forestier, que super¨® a Fausto Coppi en 1955.
No llueve en una Par¨ªs-Roubaix desde hace 20 a?os. Los ciclistas, los m¨¢s veteranos, como Imanol Erviti, que corre la cl¨¢sica por 16? vez en su vida, los m¨¢s novatos, comparten dos sentimientos, el miedo y el deseo irrefrenable de enfrentarse a ¨¦l, de derrotarlo. El barro, las ca¨ªdas inevitables que condenan a todos a la soledad y a levantarse heridos, las aver¨ªas, son las pruebas que deben vencer, que hunden a Gianni Moscon, el italiano que marcha primero, solo, lanzado hacia la victoria, y que sufre un pinchazo, y, despu¨¦s, una ca¨ªda tras patinar en la cresta de un asno, y no maldice al destino, sino a s¨ª mismo, como los h¨¦roes tr¨¢gicos, con su m¨¢scara. ¡°Tras el pinchazo empec¨¦ a ir por encima de mis posibilidades y comet¨ª errores¡±, dice. ¡°Y por eso me ca¨ª¡±.
La Roubaix recorre los caminos de la recta de Arenberg, bajo los que serpentean antiguas galer¨ªas mineras, son las piedras por las que los mineros, cuando a¨²n se extra¨ªa carb¨®n, pedaleaban hacia los pozos; los caminos agr¨ªcolas del Carrefour de l¡¯Arbre, ante el caf¨¦ que sirve ostras y solo cierra los domingos, moldeados, hundidos sus flancos por el peso de las ruedas de los tractores que los trabajan todos los d¨ªas, y su cresta es como la espina dorsal de un asno, estrecha y desigual. Y los ciclistas de la Roubaix son mineros, campesinos, trabajadores, que pueden trascender, elevarse de sus vidas de rutina, sentirse ¨²nicos superando los obst¨¢culos que les pone el destino, su suerte. Y solo en la Roubaix, desde las ra¨ªces de su oficio, lo pueden conseguir. El barro hace impracticables las cunetas que en las Roubaix secas son los mejores caminos para evitar los saltos y los equilibrios de fun¨¢mbulo en la parte superior, los saltos de saltimbanqui, los patinazos, las ca¨ªdas que hacen peligroso ir a rueda, y que cortan el cord¨®n umbilical que parece unir en todas las carreras a Wout van Aert, otro de los profetas mayores del milenio ciclista, y a Van der Poel, que se va para adelante con su generosidad obligatoria, y gasta y desgasta sus fuerzas en su b¨²squeda sin ¨¦xito.
Para 71 de los 175 que partieron, los que no pudieron terminar, y, entre ellos, Erviti, el m¨¢s fuerte de los espa?oles siempre, la Roubaix fue una escabechina; para los 104 que llegaron al vel¨®dromo, incluidos los 10 que llegaron fuera de control, a m¨¢s de media hora de Colbrelli, y, entre ellos, Niki Terpstra, ganador en Roubaix en 2014, y Dylan van Baarle, segundo hace una semana en el Mundial, terminar fue su mejor victoria.
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