El Tour de Francia asesino sigue sumando v¨ªctimas
Ca¨ªdas de muchos corredores, incluidos Thomas y Roglic, que pierden tiempo, en una etapa disputada a m¨¢s de 45 por hora por carreteras imposibles y terminada en un sprint para Merlier
Jonathan Castroviejo, vizca¨ªno, es un ingeniero del tiempo, y un obrero, como cantaba Celaya, una mente hecha de pedaladas, minutos, segundos y d¨¦cimas, que gu¨ªa a Egan en el Giro, la vida en rosa y espuma de prosecco ros¨¦, que espera a Geraint Thomas, le tranquiliza, le da alimento, le marca el ritmo, le arropa. Thomas, gal¨¦s, es un torero tremendista, que se cae en la traves¨ªa de La Trinidad del Mar junto al habitual p¨¢nzer Tony Martin, el limador, sobre el suelo mojado, asfalto bret¨®n traicionero, y nubes negras en el cielo, y en el suelo, sobre un charco tumbado gime, le duele un hombro, que se ha dislocado y los m¨¦dicos, en caliente, rehacen la articulaci¨®n. Cuando, m¨¢s joven, hac¨ªa de Castroviejo para Chris Froome, Thomas era ya uno que se ca¨ªa a menudo ¨Cvive sin bazo desde los 18 a?os, que se lo extirparon tras otra ca¨ªda--, pero entonces no se quejaba ni lloraba por un hueso da?ado sino porque con los trastazos se le perd¨ªan sus gafas de montura blanca de la suerte, dolor de fetichista.
A los 35 a?os Thomas, ganador de un Tour de Francia, favorito para este, ya necesita gregarios enfermeros a su lado, y medio pelot¨®n tambi¨¦n, los j¨®venes y los viejos, condenado a ca¨ªdas variadas y horrorosas, y, como todo el mundo anunciaba desde hace d¨ªas, inevitables, y sin necesidad de nietecitas con cartones. Se cae Thomas y casi al final se cae Primoz Roglic, el gran favorito, se cae Superman y se caen los sprinters, D¨¦mare, Sagan, Caleb Ewan, conductores de veh¨ªculos que alcanzan una velocidad que no pueden controlar. Se caen gregarios y se caen figuras. Y el asfalto es rojo. La marca de un Tour asesino. No se cae Mathieu van der Poel, blanca dentadura, blanca sonrisa amplia, ojos claros, juguetones, inmune a los percances, maillot amarillo que brilla a falta de dos kil¨®metros cuando tira al frente del pelot¨®n ya reducido para lanzar a su compa?ero Tim Merlier, el sprinter desconocido que gan¨® una etapa en el Giro y gana tambi¨¦n en Pontivy, junto al castillo como de hadas de Josselin. ¡°Me puse delante para ir m¨¢s seguro y para ayudar a Merlier¡±, reconoce el nieto de Poulidor, luz que ilumina la negrura del d¨ªa, al que le duelen las ca¨ªdas, fruto, dice, de la excesiva velocidad y del mal recorrido. Lo dicen todos.
Los corredores lo hab¨ªan advertido, y en la salida se lo dec¨ªan unos a otros en el chat de la CPA, su sindicato. ¡°Ese final es criminal, va a haber ca¨ªdas, va a ser horroroso¡±, advert¨ªa Imanol Erviti, obrero del Movistar. ¡°Hemos pedido que la regla de los tres kil¨®metros [no se contabiliza el tiempo perdido por ca¨ªdas o aver¨ªas] se ampl¨ªe hasta los ¨²ltimos ocho, porque hay unos descensos muy peligrosos, y as¨ª los que disputan la general no tienen que pelear por el espacio con los sprinters. No nos han hecho caso¡±. El choque es tremendo.
Roglic, de los de la general, llega a 50 por hora con su Jumbo en pleno (salvo el pobre Gesink) protegi¨¦ndole del viento por la izquierda e intenta acoplarse en el espacio que ocupa ya Sony Colbrelli, sprinter con, qu¨¦ menos, nombre de boxeador. Ninguno de los dos cede su espacio vital. Los dos se enganchan. Roglic, m¨¢s ligero, sale despedido con violencia. Colbrelli, a la italiana, le dedica un gesto al ca¨ªdo de qu¨¦ te hab¨ªas cre¨ªdo. Por la noche, quiz¨¢s atormentado, explica por las redes que lo siente, pero que ¨¦l no tiene la culpa, que el gesto con el brazo de mandarlo por ah¨ª no era m¨¢s que una reacci¨®n al miedo que hab¨ªa pasado. El Tour mantiene a un sprinter que hace bulto y pierde quiz¨¢s a un ganador.
¡°Las im¨¢genes hablan por s¨ª solas¡±, se indigna Laurent Jalabert, el comentarista de la televisi¨®n francesa. ¡°Las ca¨ªdas eran inevitables ?C¨®mo es posible que se lleve al Tour por estas carreteras estrechas, complicadas, en la tercera etapa, cuando se espera el primer sprint? Y los corredores, obligados por tantas circunstancias que los esclavizan, van demasiado r¨¢pido¡±. Los 183 kil¨®metros de la tercera etapa bretona, entre la base de submarinos de Lorient y Pontivy, buscaron los rincones m¨¢s fotog¨¦nicos y tur¨ªsticos de la regi¨®n, los m¨¢s antiTour. Los corredores tardaron solo cuatro horas en recorrerlos, a m¨¢s de 45 de media. Los ¨²ltimos 20 kil¨®metros, los matadores, los hicieron a m¨¢s de 50 de media, a m¨¢s de 60 de media los ¨²ltimos 1.000 metros, con sus desarrollos exagerados con los que pueden pedalear incluso en los descensos, y aceleran y aceleran, y desde los coches los directores jalean, todos delante, no perd¨¢is la cabeza, no perd¨¢is la posici¨®n, los ocho del equipo juntitos¡ ¡°Y en vez de correr como antes, como un colectivo todo el pelot¨®n, corremos cada vez m¨¢s individualmente, buscando el mal del vecino, y esto no es ciclismo¡±, dice Eusebio Unzue, jefe del Movistar, que ve cada d¨ªa a varios de los suyos por el suelo. Como todos. Como Marc Madiot, director del Groupama, que pierde a su sprinter, Arnaud D¨¦mare en una curva imposible a cuatro kil¨®metros, y se indigna y vocea a los micr¨®fonos de la tele: ¡°No podemos seguir as¨ª. Esto ya no es ciclismo. Esto no es digno de nuestro deporte. Lo ven ni?os, lo ven familias, la gente se horroriza. Solo dan ganas de cerrar los ojos como en las pel¨ªculas de terror¡±.
Valverde es un artista y un ni?o, que son sin¨®nimos, ha envejecido por fuera solo, menos pelo, m¨¢s arrugas, y con Erviti, un obrero de la bici, llega tarde a la meta. Est¨¢n trabajando, cuidando a sus ca¨ªdos, llevan a su rueda a Superman, que se fue al suelo a menos de 15 kil¨®metros, justo cuando el Tour dej¨® de ser una carrera ciclista para hacerse circo romano, con gladiadores sangrantes en cada curva, con Primoz Roglic, el gran favorito tambi¨¦n a su rueda, el culotte desgarrado, la pierna izquierda una herida completa. Superman se cay¨® a 14 kil¨®metros, Roglic a 10. Su persecuci¨®n fren¨¦tica, sin calma, acelerada, no necesita metr¨®nomos, sino velocidad, pero se ve perturbada por los ciclistas ca¨ªdos en el suelo, atendidos por las asistencias. El pelot¨®n se ha roto, metaf¨®rica, espiritual y f¨ªsicamente. No es un grupo, sino peque?os combos de supervivientes, de botes salvavidas. Los de Valverde tienen que esquivar a Ewan (clav¨ªcula rota), a¨²n ca¨ªdo en la curva a 500 metros de la meta, que cruzan a 1m 21s de Merlier y de Carapaz, el ¨²nico de los favoritos indemne. Mas y Nairo han perdido 14s, Pogacar y Thomas, 26s. En la general, Pogacar ya aventaja al otro esloveno, que ya no es su siam¨¦s, en 56s. Haig, el l¨ªder del Bahrein se ha retirado (conmoci¨®n cerebral, traumatismo craneal con desorientaci¨®n), y tambi¨¦n Gesink (clav¨ªcula rota, conmoci¨®n cerebral), capit¨¢n de ruta de Roglic (traumatismo de coxis), v¨ªctimas todos de un Tour que ya no necesita la etapa de Roubaix para tener su d¨ªa de sangre. Las ca¨ªdas, claro, tambi¨¦n forman parte del show.
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