Hoy es jueves, juega el Bar?a
La Europa League no es una humillaci¨®n, sino el s¨ªntoma de la enfermedad que aqueja al club azulgrana
Creo que ya les he contado alguna vez que uno de mis descubrimientos cuando estaba en el Olympique de Marsella, fue que hab¨ªa f¨²tbol los jueves. No solo que hab¨ªa f¨²tbol sino que era europeo, era competitivo, era maravilloso. Porque cuando trabajas en un club como el Bar?a el jueves es como el lunes, el d¨ªa de la resaca de la jornada europea, el d¨ªa de las reflexiones competitivas en las que nunca entraba la cuesti¨®n de la clasificaci¨®n, tal vez solo esos debates que generan la abundancia como si es mejor quedar primero que segundo de grupo por si es mejor jugar primero en casa o fuera. Hasta debates de si un 0 a 0 es bueno para la vuelta de los octavos de final. O esa cuesti¨®n de que los equipos son muy diferentes en el sorteo de diciembre a la competici¨®n de febrero (bueno, esto valdr¨ªa tambi¨¦n para la Europa League, claro).
O esa otra, se acuerdan, de que hasta te cansas de comer caviar todos los d¨ªas. ?Se acuerdan? Y entre reuniones, entrevistas, visita a los entrenamientos y llamadas telef¨®nicas iba pasando el jueves hasta que llegaba la noche y, de pronto, haciendo zapping aparec¨ªa la Europa League para recordarme que el f¨²tbol no descansa y que las ilusiones son tan leg¨ªtimas cuando suena el himno de la Champions como cuando retumba el de la Europa League, que tambi¨¦n tiene su banda sonora pero seguro que ahora mismo no es usted, ni yo hace un minuto, capaz de tararearla aunque el canal YouTube siempre acude a nuestro rescate musical.
Y por esos caminos menos visibles han transitado de forma firme Sevilla y Atl¨¦tico de Madrid para llenar sus vitrinas europeas y asegurar una quinta plaza de Champions al futbol espa?ol. O ha servido para saciar el ansia de t¨ªtulos de un grande como el Manchester United con Mourinho en el banquillo. O nos llen¨® a todos de orgullo ese Villareal, ejemplo magn¨ªfico de resiliencia, alzando la copa tras una tanda de penaltis que parec¨ªa no tener fin hace solo unos meses.
Por esa v¨ªa europea transitamos en la temporada 17/18 con el OM en nuestra epopeya europea para ir a caer en la final de Lyon contra un Atl¨¦tico de Madrid m¨¢s dise?ado para jugar los martes/mi¨¦rcoles que los jueves. Quiero decir que jugar la Europa League no es ning¨²n desdoro ni menosprecio ni humillaci¨®n ni nada parecido salvo para los que consideran que las fases iniciales de la competici¨®n est¨¢n solo para llenar las arcas de los clubes, las parrillas de televisi¨®n y las cada vez m¨¢s largas, fr¨ªas, noches de oto?o. Cada vez que haya un bal¨®n por medio todos sabemos que cualquier cosa puede pasar. Hasta negativas.
La cuesti¨®n, para m¨ª, claro, es m¨¢s si eso de tener que jugar la Europa League es no solo la consecuencia ¡ªeso es evidente pero se quedar¨ªa en unos meses de penitencia y hasta una posibilidad de t¨ªtulo y entrada a la Champions por otra puerta diferente¡ª sino un s¨ªntoma que confirma la enfermedad que aqueja al Bar?a. Una enfermedad que se muestra en un equipo poco competitivo cuando el nivel futbol¨ªstico sube, sobre todo, pero no solo, en Europa. El riesgo es que la idea de temporada de transici¨®n pase del concepto futbolero de diez meses a algo m¨¢s largo, m¨¢s permanente, m¨¢s triste.
Lo que mis canas me dicen para estos casos es que en estas situaciones se necesita focalizar los problemas y acompa?arlo con tener calma, claridad y determinaci¨®n. Y silencio. Mucho silencio. Much¨ªsimo silencio. Desde dentro, por supuesto.
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