La Cl¨¢sica de Ja¨¦n Para¨ªso Interior, reci¨¦n nacida y ya carrera antigua
El kazajo Lutsenko se impone en ?beda en la primera edici¨®n de un circuito espa?ol a la italiana, con duros caminos de grava entre olivos trufando su recorrido
?Ping, ping! Jos¨¦ Luis Arrieta mira el m¨®vil y comprueba que Jos¨¦ Luis Lagu¨ªa le ha enviado una foto. Reynolds 1983. Lagu¨ªa, y su pelazo impresionante, Perico Delgado, el salvaje ?ngel Arroyo¡ V¨ªsperas del Tour de 1983. El Reynolds debuta en la gran carrera. Es el inicio del camino que abre el equipo de ...
?Ping, ping! Jos¨¦ Luis Arrieta mira el m¨®vil y comprueba que Jos¨¦ Luis Lagu¨ªa le ha enviado una foto. Reynolds 1983. Lagu¨ªa, y su pelazo impresionante, Perico Delgado, el salvaje ?ngel Arroyo¡ V¨ªsperas del Tour de 1983. El Reynolds debuta en la gran carrera. Es el inicio del camino que abre el equipo de Jos¨¦ Miguel Ech¨¢varri en el gran ciclismo mundial, y lo reconoce inmediatamente Arrieta, que solo 10 a?os despu¨¦s entr¨® en esa peque?a historia, cuando la cosa se llamaba Banesto, y estaba en su esplendor Miguel Indur¨¢in, y all¨ª estuvo hasta hace nada, director de Nairo y Valverde en el modelo Movistar, que prescindi¨® de ¨¦l, y hoy est¨¢ en Baeza y tambi¨¦n en ?beda, y en los caminos que los unen, en las cunetas, donde su hijo Igor, ya ciclista, ya en el mismo camino que nunca acaba, el de Lagu¨ªa, Arroyo, su padre, participa en la llamada Cl¨¢sica Ja¨¦n Para¨ªso Interior, una carrera que nace, y sale de la puerta del instituto por la que hace m¨¢s de 100 a?os sal¨ªa a caminar Antonio Machado, de Baeza donde ense?aba franc¨¦s, a ?beda, su camino entre olivos. Nada nace de la nada, todo sigue una l¨ªnea, nace de lo que naci¨® tambi¨¦n, no solo el ciclismo, tambi¨¦n la vida.
El ciclismo antiguo se disputa en los caminos viejos, de gravilla roja (ahora los llaman sterrato), y no tienen que ser pruebas centenarias para nacer pruebas heroicas, de los tiempos en que se corr¨ªa por hambre o por amor, para convertir a los ciclistas de ahora, tan modernos, tantos potenci¨®metros, puls¨®metros, c¨¢lculos y entrenamientos cient¨ªficos, en peque?os h¨¦roes, solitarios, empe?ado cada uno en su propio desaf¨ªo contra s¨ª mismo, y maldiciendo todos los caminos, que se empe?an en presentarse siempre cuesta arriba, y resoplan en las pendientes a c¨¢mara lenta, y ya no hay pelot¨®n, no hay posibilidad de ir a rueda, de reservar fuerzas, de aprovecharse de otros, sino voluntades solas y torturadas, y por ?beda, la primera de las tres veces que pasan los ciclistas por la meta, junto al Parador renacentista, cinquecento, pasa el primero Arrieta j¨²nior, tan ni?o, 19 a?os, tantas mataduras en sus rodillas huesudas, fin¨ªsimas, tan feroz su determinaci¨®n de ser ¨¦l mismo y que todos lo sepan. Le anuncia, al fondo del valle --paisaje de western, paisaje que tanto alaban cuando es su Toscana los italianos que reinventaron el ciclismo con su Strade Bianche, la cl¨¢sica que todos adoran y acaba en Siena, al final de una cuesta--, la nube de polvo que levanta su bicicleta. Poco despu¨¦s, pasado el pav¨¦s, pasadas las primeras cuestas empedradas, a Arrieta la comen los m¨¢s fuertes. ?l resiste. Cede finalmente. Quedan 40 kil¨®metros.
?beda se ve a lo lejos desde el mirador de Baeza, y sus calles con mandarinos, a la espalda la catedral, entre callejones de piedra, y dos palmeras, las dos ¨²nicas que sobreviven al picudo, la plaga de escarabajos depredadores; catedral; al frente, Sierra M¨¢gina imponente; a la izquierda, la ciudad y sus cerros; por todas partes, olivas, 66 millones de olivas, y cruzando de lado a lado la l¨ªnea del Guadalquivir tan jovencito, y los chopos en sus riberas. Juanjo, uno del pueblo, se ofrece a hacer de gu¨ªa tur¨ªstico, y lo primero que hace es dar una lecci¨®n. ¡°Y esto es una aceituna, no una oliva, como oigo decir a todos. Las aceitunas son el fruto y olivo, en singular, olivas, en plural, son los ¨¢rboles. Y se varean las olivas, no las aceitunas¡±, dice, y da sentido a todo su discurso se?alando una gigantesca aceituna picual hecha de metal, y es dorada, y es el trofeo que levantar¨¢ Alexey Lutsenko, el primer ganador, 200 kil¨®metros despu¨¦s, puertos, Cazorla, parques h¨²medos, las fuentes del Guadalquivir en Quesada, cinco horas m¨¢s tarde, pasada la ¨²ltima cuesta de pav¨¦s de ?beda, que es una capital renacentista, tan italianizante su paisaje. Llegado de Petropavlosk, un destructor, ha destrozado a todos Lutsenko, del Astana, un kazajo tremendo, duro como las piedras, de un pa¨ªs tan antiguo como el ciclismo antiguo, como la cl¨¢sica de los olivos de Ja¨¦n, Le Strade Olive, podr¨ªa ser, que siendo una reci¨¦n nacida ya es una carrera antigua.
Unos minutos m¨¢s tarde, 5m 21s exactamente, en el puesto 23? (terminaron 44, la tercera parte de los que empezaron, tan duro fue el d¨ªa, y el viento entre los olivos), termina Arrieta el camino que ha hecho a pedal con salvaje voluntad, neg¨¢ndose a ser domesticado. Seguramente, Juanjo, el gu¨ªa improvisado, habr¨¢ visto lo suficiente para adoptarlo como ¨ªdolo. ?l tambi¨¦n recorre su camino. ¡°Soy un loco del ciclismo¡±, dice. ¡°Veo todo lo que puedo. Me aficion¨¦ hace mucho, me hice de ?ngel Arroyo cuando triunfaba en el Tour del 83, y no he parado¡±. Y frente a la fachada serena, limpia, del parador de ?beda, antiguo, el c¨ªrculo no se cierra, se ampl¨ªa m¨¢s, se alarga, y abarca todo., podr¨ªa ser, que siendo una reci¨¦n nacida ya es una carrera antigua.
Puedes seguir a EL PA?S DEPORTES en Facebook y Twitter, o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal.