Un portero en Nueva York
Hay quien me insin¨²a que por mi condici¨®n de barcelonista quiero que pierda el Real y a esos les digo que mi paso por el Olympique de Marsella me ha curado mucho de la fiebre parisina
Son las 15.00 y en Nueva York nieva, nieva, nieva. Justo en este momento el profesor nos dice que hemos llegado al break, que podemos salir a tomar caf¨¦, a hacer fotos de los tejados y los coches nevados, y mis compa?eros de curso aprovechan el par¨®n para pedirme una opini¨®n sobre el partido que acaba de empezar en la noche madrile?a. Son en su mayor¨ªa seguidores, siempre respetuosos, siempre apasionados, del Real Madrid. Son tambi¨¦n en su mayor¨ªa latinoamericanos que est¨¢n al d¨ªa de todo lo que pasa en la Liga espa?ola y que, tal vez, buscan en ese pron¨®stico un talism¨¢n que les proteja de la mala suerte o que, mejor a¨²n, les confirme que sus deseos de clasificaci¨®n se ver¨¢n cumplidos para las 16.30 hora local.
Hay quien me insin¨²a que por mi condici¨®n de barcelonista quiero que pierda el Real y a esos les digo que mi paso por el Olympique de Marsella me ha curado mucho de la fiebre parisina y que, lo que en el fondo me gustar¨ªa, es poder ver con ellos el partido en uno de esos bares neoyorquinos, con muchas pantallas llenas de deporte, disfrutar del f¨²tbol y de esa magia que convierte a compa?eros en amigos en torno al disfrute, la pol¨¦mica, la diversi¨®n, la pasi¨®n de este juego m¨¢gico. Ante la insistencia de Mat¨ªas ¡ªdebe de ser que a Argentina no ha llegado mi alergia a dar pron¨®sticos¡ª, le digo que el que marque por delante se va a llevar la eliminatoria. S¨ª, efectivamente, Mat¨ªas tambi¨¦n ya sabe que como pronosticador soy nulo.
Nos llaman al aula y mientras la nieve sigue cayendo m¨¢s mansa, m¨¢s fina, intento atender a la clase siguiendo, como un alumno pillo, el partido desde mi aplicaci¨®n, esa en la que siempre me parece que los disgustos llegan al segundo y que siempre tarda cuando las noticias son positivas. Y ligado a esto aprovecho para contarles, ahora que estoy en el otro lado del mundo, que he desarrollado una nueva superstici¨®n que dice que cada vez que abro mi aplicaci¨®n algo ha pasado en el partido que sigo. No se sabe si positivo o negativo, pero algo, y como no hay nada peor que una profec¨ªa autocumplida, cuando voy a buscar la informaci¨®n el 1 parpadea en el lado del PSG.
¡°Vaya¡±, pienso, ¡°como se cumpla lo que le he dicho a Mat¨ªas esta noche promete ser hist¨®rica para el PSG¡±. Unos segundos m¨¢s tarde, Jos¨¦ se gira y me dice, elegante: ¡°0 a 1, ha marcado Mbapp¨¦¡±. Y mientras nos hablan de emprendedur¨ªa nos vamos al descanso del partido, la concentraci¨®n vuelve a ser absoluta en la pizarra, en el mensaje, en el profesor, en lo que sea con tal de que el f¨²tbol vuelva a ser secundario, que hemos venido aprender.
La clase va desembocando en su final, se acercan las 16.30 cuando en un segundo muerto que encuentro en medio de un caso de Seguros vuelvo a abrir mi aplicaci¨®n y all¨ª llega el empate del Real Madrid, ese empate firmado, vaya otra vez ¨¦l, por Benzema. Le toco el hombro a Jos¨¦ y, bajito, le digo que la m¨ªstica blanca vuelve a jugar sus cartas. ?l lo entiende a la primera y aprieta sus pu?os como si estuviera en la grada del Bernab¨¦u. ¡°Remontamos¡±, es su sencilla conclusi¨®n.
El profesor est¨¢ ya despidiendo la clase, nos vamos levantando para recoger las cosas, cuando alguien grita: ¡°?Gol de Benzema!¡±. Yo pienso que se refiere al empate, pero no, el mago de Lyon ha vuelto a encender su l¨¢mpara y la eliminatoria est¨¢ empatada.
Yo intento explicar eso de que los goles ya no valen doble, aunque creo que ellos lo saben tan bien como yo cuando suena un ¡°????El tercero de Benzema!!!!¡±.
All¨ª se van todos, felices, contentos, con la pila de la magia blanca a tope, cantando, abraz¨¢ndose, decidiendo ya donde van a festejar este ¨¦xito que es suyo pero nunca vieron. Yo miro por la ventana. Hasta en Nueva York ha dejado de nevar.
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