Monumental Pogacar
El ciclista esloveno, siempre al ataque como Merckx, asombra en su gran inicio de temporada y se cita con Van Aert para el gran duelo de la Mil¨¢n- San Remo
Si Pogacar es Merckx, y como tal se le exige, Van Aert tendr¨¢ que ser De Vlaeminck, y as¨ª se espera de ¨¦l. Los aficionados de la tercera d¨¦cada del siglo XXI gozan con el ciclismo como gozaron los de los a?os 60 y 70, hace ya tanto que solo saben de ellos, de sus ¨ªdolos, por lo que leen en los escritores que crearon el mito y por los v¨ªdeos vintage que les hace adorar al mismo nivel las gorras con la visera levantada y las largas fugas solitarias, absurdas y ¨²nicas; y creer en el poder siempre humano del derrotado, en su aparente despreocupaci¨®n.
Y con ellos, con los recuerdos que nunca tuvieron, juegan y esperan, como esperaba Antonio Maspes, el rey del surplace, 25 minutos parado sobre la bicicleta en el vel¨®dromo de Vigorelli antes de lanzar su sprint, 200 metros en 10,8s, y se acordar¨¢n todos de ¨¦l el s¨¢bado en la Mil¨¢n que se supone fr¨ªa y brumosa al amanecer, y el roc¨ªo dando verde a los parques, porque la San Remo saldr¨¢ justamente de all¨ª, del vel¨®dromo de Vigorelli reconstruido y bautizado en honor del gran Maspes, la personificaci¨®n del ciclismo: espera y ataque.
Llegan as¨ª al primer gran d¨ªa del a?o, a la Mil¨¢n-San Remo, la classicissima del s¨¢bado en la que por fin sus destinos, el de Pogacar , intocable, el de Van Aert, desafiante, se cruzan, y hay que elegir a uno que haga estallar la emoci¨®n del aficionado como brota la alegr¨ªa en el coraz¨®n de los ciclistas, arriba en el Turchino, atravesado el t¨²nel, 540 metros sobre el nivel del Tirreno, y la costa a sus pies, mimosas en las cunetas, la primavera repentina, y el invierno triste se queda atr¨¢s, pegado a los campos de trigo del Piamonte. La vista y el alma se ensanchan cuesta abajo, hacia la carretera de los cabos, Mele, Cervo, Berta, 266 kil¨®metros recorridos ya, m¨¢s de seis horas dando pedales, hacia la esperanza en la Cipressa, el sue?o en el Poggio, la persecuci¨®n en la v¨ªa Aurelia, la emoci¨®n total en v¨ªa Roma, la calle estrecha de la ciudad de los casinos y el festival, y las flores frente al mar, donde Eddy Merckx, de 20 a?os y un maillot de ajedrecista Peugeot, se revel¨® en 1966, a?os antes de ser el Eddy del Giro y del Tour, como el m¨¢s grande por venir.
56 a?os despu¨¦s, Merckx ha revivido encarnado en un esloveno rubito de 23 a?os y de tez clara, mirada limpia e ingenua, y un mech¨®n de su cabello como estandarte de guerra. Es Pogacar, can¨ªbal, hambriento, imbatible; es Merckx que ataca aunque no sea necesario, con el jersey de l¨ªder, ataca por el placer de atacar, caprichoso. Como as¨ª ha hecho para conseguir las victorias que m¨¢s se le recuerdan, la de su segundo Tour en los Alpes heladores de julio del 21, la del Giro de Lombard¨ªa en octubre, las Strade Bianche este marzo, las dos Tirrenos, los muros de las Marcas en Castelfidardo del 21, el monte Carpegna de Pantani nevado del 22, nadie se conformar¨¢ con que gane la San Remo esperando como Maspes, como un vulgar espr¨ªnter, como hac¨ªa ?scar Freire, y lo hizo tres veces, a los ¨²ltimos metros.
Se le pide m¨¢s, se le pide que ataque en la Cipressa como hac¨ªan algunos en los tiempos de la EPO, una rampita de menos de seis kil¨®metros al 4%, laderas con olivos, un cipr¨¦s entre tapias arriba, en el pueblo, a 234 metros sobre el mar tan azul, que el pelot¨®n ataca a cuchillo, y ay de aquel que tiemble, y devora a una media de 34 kil¨®metros por hora, tan a gusto todos a rueda y Pogacar delante comi¨¦ndose el viento, haciendo un hueco, lanz¨¢ndose con unos segundos de ventaja que crecen porque los equipos que le quieren cerca tienen que esperar a que lleguen los culones rezagados para organizarse y perseguir, y aguantando, y son nueve kil¨®metros hasta el Poggio junto al mar y sobre San Remo. Le quedar¨¢n entonces 9,2 kil¨®metros para la meta, pero antes, all¨ª, otro sprint a tope, a tope, hasta 160 metros de altitud, muchas curvas, 3,7 kil¨®metros de ascensi¨®n al 3,7%, y, m¨¢s que nada, un descenso loco de tres kil¨®metros con los ojos abiertos y colchones en las esquinas de las calles, desde la cabina de tel¨¦fonos y la Madonna della Guardia, hasta el mar. Y ya, entonces, nada m¨¢s que llano, v¨ªa Aurelia, dos kil¨®metros, la rotonda, v¨ªa Roma¡
Y, claro, solo Pogacar ser¨¢ capaz de hacerlo, en 50 a?os no ha nacido otro como ¨¦l y, as¨ª, solo, grande, ganar¨¢ su tercer monumento, sue?a la afici¨®n que a¨²n no ha llegado al punto de cansarse de que gane siempre el mismo, y a¨²n no le insultar¨¢ por abus¨®n, como algunos insultaron a Anquetil, a Merckx¡ Ganar¨¢ la 113? San Remo solo como gan¨® el 115? Lombard¨ªa, y no al sprint como gan¨® la 107? Lieja ante el arco¨ªris de Alaphilippe, y ya solo le quedar¨¢n dos monumentos para completar la colecci¨®n, Flandes y Roubaix. Monumentos, carreras de un d¨ªa con m¨¢s de un siglo de antig¨¹edad, de m¨¢s de 250 kil¨®metros de recorrido por carreteras que apenas cambian de a?o a a?o.
Y ser¨¢ as¨ª a menos que Van Aert, que es De Vlaeminck, otro que, como solo Merckx y Van Looy en la historia, tres belgas, gan¨® los cinco monumentos en su carrera, y lograr¨¢ pegarse a Pogacar en el ascenso a la Cipressa y en el Poggio, porque sube acelerando como ya hizo el domingo tirando de Roglic hacia Yates en el col d¡¯?ze camino de Niza, tan cercana, la Costa Azul francesa pegada a Riviera italiana. Roglic dice que estar¨¢ con ¨¦l para acercarle a Pogacar , que le trabajar¨¢, y Van Aert, del ciclocr¨®s al sprint y a la contrarreloj, al pav¨¦s y a los muros de Flandes, ya no es el mismo belga que hace dos a?os gan¨® al sprint la San Remo ante Alaphilippe. M¨¢s fino, m¨¢s escalador explosivo, menos sprinter¡ Coloso contra coloso chocar¨¢n hacia San Remo, y los aficionados sue?an.
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