Muere a los 88 a?os Cholo, capit¨¢n y mito del Pontevedra del ¡°hai que roelo¡±
La leyenda cuenta que el diario ¡®Pravda¡¯ le sac¨® en portada como representante del f¨²tbol proletario porque compaginaba la pelota con su trabajo como conductor de trolebuses
Pocas epopeyas m¨¢s legendarias en el f¨²tbol espa?ol que la del Pontevedra del hai que roelo (hay que roerlo, en castellano), un hueso que se instal¨® durante seis campa?as en Primera Divisi¨®n y en la Navidad de 1965 acab¨® la primera vuelta de la competici¨®n como subcampe¨®n de invierno, despu¨¦s de liderar la tabla al final de dos jornadas. En toda esa trayectoria estuvo Eduardo Dapena Lis Cholo, capit¨¢n de aquel equipo, en el que ejerc¨ªa de lateral izquierdo, pero sobre todo, chaparro y aguerrido como era, de pertinaz secante de la estrella del equipo rival. Este domingo falleci¨® en Pontevedra a los 88 a?os. Era el presidente de honor del equipo de su vida, que en 1970 cay¨® a Segunda y nunca m¨¢s ha logrado regresar entre los grandes. Ahora se bate en la Segunda RFEF, el cuarto escal¨®n del f¨²tbol nacional.
Aquel Pontevedra sesentero se sosten¨ªa en Pasar¨®n, un estadio con sabor al que la afici¨®n llegaba por oleadas tras cruzar el puente viejo sobre el r¨ªo L¨¦rez. Si llov¨ªa, que era lo cotidiano, el terreno iba a estar embarrado y en ese contexto el equipo resultaba casi imbatible. Solo el Real Madrid le gan¨® en ese fort¨ªn aquella temporada 1965-66 en la que la ciudad toc¨® la gloria cuando en la und¨¦cima jornada se puso en juego el liderato de la Liga. La expectaci¨®n era tal que un grupo de emigrantes gallegos en M¨¦xico junt¨® m¨¢s de un mill¨®n de pesetas para que una emisora radiof¨®nica retransmitiese el partido y pudiese seguirse al otro lado del Atl¨¢ntico. El Atl¨¦tico, con Luis, Adelardo, Collar y Ufarte en sus filas, perdi¨® en Pasar¨®n tras un gol de Odriozola y Pontevedra lleg¨® a la cima y a todas las portadas, dicen que incluso a la del sovi¨¦tico Pravda.
La leyenda ha pasado de padres a hijos en la ciudad. Y no es posible rebatirla porque el material de los sue?os jam¨¢s se debe de manipular. Adem¨¢s, ?qui¨¦n iba a hacerse con un ejemplar del Pravda en aquella ¨¦poca? El relato apunta a que el ¨®rgano oficial del partido comunista de la Uni¨®n Sovi¨¦tica present¨® en su portada a Cholo, el capit¨¢n del l¨ªder de la liga espa?ola, como el probo representante de un equipo proletario en medio de la vor¨¢gine de un deporte que empezaba a mover salarios impensados.
Cholo no solo vest¨ªa la camiseta granate del club de su ciudad, sino que ejerc¨ªa como conductor de trolebuses, aquellos ingenios para el transporte colectivo que se alimentaban por dos cables que circulaban a trav¨¦s de un tendido el¨¦ctrico. El hombre llegaba a entrenar en el trole tras haber hecho las primeras rutas al amanecer, aparcaba al lado del estadio y al terminar retomaba su trabajo como ch¨®fer. ¡°Era sencillo conducirlo. Hab¨ªa dos pedales, y con uno dabas la marcha y con el otro frenabas. Hab¨ªa que tener cuidado con los cables y no desarrollar mucha velocidad en las curvas, porque saltaban las p¨¦rtigas y pod¨ªa caerse todo abajo. Pero para lo dem¨¢s era como un coche cualquiera¡±, le explic¨® a?os despu¨¦s al periodista Manuel Jabois en una entrevista publicada en Diario de Pontevedra.
Cholo hab¨ªa nacido en la vecina Louriz¨¢n, donde estaban las cocheras de los viejos tranv¨ªas de Pontevedra. All¨ª trabajaba su padre, que fue quien le dio a dos de sus hijos la opci¨®n de convertirse en conductores de los nuevos troles, un medio de transporte en el que Pontevedra estuvo entre las ciudades pioneras en Espa?a, tras Bilbao y Barcelona. Cholo compagin¨® durante seis a?os aquel trabajo con el f¨²tbol, donde creci¨® en el Vilagarc¨ªa y el Arosa antes de incorporarse en 1958 al Pontevedra, que militaba en Tercera Divisi¨®n. Su primera ficha fue de 10.000 pesetas anuales; la m¨¢s elevada en Primera lleg¨® a las 220.000. Tampoco era una fortuna: algo menos de lo que costaba un buen piso en el centro de la ciudad.
Jug¨® 334 partidos con el Pontevedra, 129 de ellos en la m¨¢xima categor¨ªa, en la que debut¨® cuando estaba a punto de ser treinta?ero, algo que en la ¨¦poca se consideraba como el principio del fin para un futbolista. Pero fue entonces cuando escribi¨® la historia de sus mejores a?os de corto hasta que en la v¨ªspera de la Nochebuena de 1969 jug¨® su ¨²ltimo partido. Fue en el S¨¢nchez Pizju¨¢n sevillano. Ten¨ªa 36 a?os. Ya hab¨ªa aparcado el troleb¨²s para siempre, pero no su leyenda.
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