Boris Johnson y el arte de perder tiempo en la Premier League
El primer ministro brit¨¢nico es un maestro en aplazar los problemas, una t¨¢ctica que est¨¢ empleando para posponer la reforma de la liga inglesa que dar¨ªa m¨¢s recursos a los equipos modestos
El arte de perder tiempo, ese truco que no solo sirve para ganar tiempo (?vivan las paradojas!) sino para desquiciar al contrario y romper el ritmo del partido, no se lo ha inventado el f¨²tbol: es una de las armas preferidas de muchos pol¨ªticos. Mariano Rajoy era un adicto a la t¨¢ctica de no tomar decisiones con la esperanza de que el tiempo acabara por resolver los problemas, a¨²n a riesgo de quemarse las manos de tanto darle vueltas a las patatas calientes. Boris Johnson es otro gran artista del tiempo. Muchos creen que si todav¨ªa es primer ministro es porque Scotland Yard decidi¨® a ¨²ltima hora intervenir en el esc¨¢ndalo de las fiestas en Downing Street durante los confinamientos por la pandemia: la primera consecuencia de la entrada en escena de la polic¨ªa fue parar el tiempo, lo que ha reducido la presi¨®n sobre el primer ministro y ha permitido que entren en juego factores nuevos, como la guerra en Ucrania. Comprar tiempo, sin embargo, no siempre es garant¨ªa de ¨¦xito porque da m¨¢s posibilidades al rival de marcar un gol en el descuento.
Ahora, Boris Johnson parece decidido a perder el tiempo con la reforma de la Premier League, aunque a primera vista m¨¢s bien da la impresi¨®n de todo lo contrario porque el Gobierno conservador anunci¨® la semana pasada su apoyo a las propuestas de reforma publicadas en noviembre por la diputada conservadora Tracey Crouch, en su momento responsable gubernamental del deporte brit¨¢nico. El problema es que Johnson ha dado su apoyo, pero no ha anunciado ning¨²n calendario y s¨ª la propuesta de poner en marcha un nuevo informe, un Libro Blanco que deber¨ªa publicarse antes de oto?o. Eso, seg¨²n la oposici¨®n laborista, significa que no habr¨¢ reforma al menos hasta 2024. Hasta la diputada Crouch, que se declara ¡°absolutamente encantada¡± por el apoyo del Gobierno a sus propuestas, advierte de que los retrasos en su implementaci¨®n ¡°pueden ser catastr¨®ficos¡±.
La reforma es consecuencia de los problemas financieros que sufren los equipos m¨¢s modestos, que en 2019 llevaron a la desaparici¨®n de un club hist¨®rico, el Bury, y a la desaz¨®n causada por el apoyo inicial que los grandes de la Premier dieron en su d¨ªa a la creaci¨®n de la Superliga europea.
La gran novedad de la reforma ser¨ªa la creaci¨®n de un regulador independiente que tendr¨ªa poderes legales para otorgar o cancelar licencias a los clubes e investigar sus finanzas. Tambi¨¦n se propone que los hinchas tengan voz y alg¨²n voto (derecho de veto en cuestiones como la venta del estadio o los colores y el escudo del club, por ejemplo) y poner en marcha un sistema m¨¢s riguroso de chequeo del pasado de los propietarios o aspirantes a propietarios de los clubes. La idea es hacer especial hincapi¨¦ en el origen de sus ingresos, un tema de especial actualidad tras la adquisici¨®n del Newcastle por un consorcio de Arabia Saudita y la expulsi¨®n de Roman Abram¨®vich del Chelsea, y de la vida p¨²blica brit¨¢nica en general y econ¨®mica en particular.
Detr¨¢s de todo esto, lo que late es la creciente diferencia entre los seis grandes de la Premier (Arsenal, City, Chelsea, Liverpool, Tottenham y United) y todos los dem¨¢s. Los grandes quieren aumentar sus privilegios. Los peque?os quieren un trozo m¨¢s grande del pastel financiero. La diputada Crouch ha propuesto una tasa que grave los fichajes y repartir ese dinero entre todos para primar a la base de la pir¨¢mide futbol¨ªstica, pero el Gobierno ha dicho que ese es un asunto que deben decidir los clubes por su cuenta. Un indicio quiz¨¢s de que, a la hora de la verdad, el Gobierno no tiene intenci¨®n de ser tan radical como ahora parece. La Premier League ha dado su espaldarazo a la idea gen¨¦rica de la necesidad de reformar, pero se opone tajantemente al punto clave del regulador independiente. Por eso es tan significativo el hecho de que Boris Johnson juegue o no a perder tiempo: porque perder tiempo significa, en un caso as¨ª, atemperar el impulso reformista.
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