Mario Garc¨ªa Romo, bronce en la prueba de 1.500m del Campeonato de Europa

¡±En Galicia llueve¡±, dice, tautol¨®gico, Adri¨¢n Ben, gallego de Viveiro al que le gusta la sabidur¨ªa de las frases sabias de Fari?a, y r¨ªe su gracia que maldita gracia le hace a Mario Garc¨ªa Romo, de Villar de Gallimazo, la Castilla seca y el cereal, y se encuentra con que en M¨²nich, como en Galicia, llueve, y mucho, y contempla el agua chocar contra el techo de cristal del Estadio Ol¨ªmpico, y en la cabeza la capucha del chubasquero color dorado champ¨¢n de la selecci¨®n. Un dorado falso que se confunde. Que termina siendo el color bronce de la medalla que le espera, la primera gran medalla internacional, a los 23 a?os, de la nueva estrella del medio fondo espa?ol, heredero de los grandes del 1.500m, desde Gonz¨¢lez Amo, Abascal y Jos¨¦ Luis Gonz¨¢lez, y Cacho y Reyes Est¨¦vez, y Casado. Garc¨ªa Romo (3m 34,88s) es tercero.

En Galicia llueve, s¨ª; Ingebrigtsen gana, claro. El oro ser¨¢ para el esperado Jakob (3m 32,76s). La plata, para el brit¨¢nico Jake Heyward, tan pele¨®n (3m 34,44s).

La final, su final, la final de los 1.500m en la que pelear¨¢ la pelea imposible contra el tremendo noruego Jakob Ingebrigtsen se retrasa 20 minutos por la lluvia. 1.200 segundos para dar vueltas en la cabeza a los posibles desarrollos que deben conducir a un desenlace ¨²nico, la victoria. Todo pasa por su cabeza, todo lo asimila su raz¨®n, la fuerza interior que da m¨¢s fuerza a sus piernas, a su paso ligero, que da m¨¢s aire a sus pulmones tan capaces, que da m¨¢s raz¨®n a su determinaci¨®n. La sabidur¨ªa del hobbit. ?l har¨¢ lo que haga el noruego. Le seguir¨¢ y, en la ¨²ltima recta, le adelantar¨¢. Sue?a. Cree.

Todos los guiones dependen de la voluntad de Ingebrigtsen, el doble campe¨®n de Europa de 5.000m y 1.500m a los 17 a?os, en Berl¨ªn 18, el campe¨®n ol¨ªmpico a los 20 en Tokio, el imbatible a¨²n a los 21, o casi, porque en el Mundial de Eugene un audaz brit¨¢nico le rompi¨®. Esa es la esperanza de Garc¨ªa Romo, que Ingebrigtsen, ya independiente de su padre, que le entren¨® y le someti¨® hasta hace unos meses, ya soberbiamente ¨²nico decididor de sus pasos, dude, que se equivoque. El error de Ingebrigtsen es la mejor arma del castellano de la Mora?a. Y cuando, el cielo ya despejado, el aire claro, la noche limpia de M¨²nich, la brisa fresca, Ingebrigtsen sale y decidido se pone el primero y marca el paso, Garc¨ªa Romo piensa quiz¨¢s que ah¨ª est¨¢ el error, que ninguno resiste 1.500 metros tirando, cambiando, progresando, que es imposible. Y, animado, se pone a sus espaldas. Aguanta cerca. Y si fuera de d¨ªa ir¨ªa pisando la sombra del esp¨ªritu que desea ver desvanecerse. Detr¨¢s de ¨¦l, todos aprietan los dientes, en fila como condenados, ordenados. Los otros dos espa?oles, los andaluces Gonzalo Garc¨ªa e Ignacio Fontes, entre ellos. Atr¨¢s. El sevillano terminar¨¢ sexto (3m37,40s), finalista en sus primeros Europeos; el granadino, 11?, 3m 42,40s.

Garc¨ªa Romo espera, pero Ingebrigtsen no flaquea. 56,54s, los 400m; 1,54m, el 800m; 2m 23s, el 1.000; 2m 37s al toque de la campana. Cada vez que Garc¨ªa Romo intenta acercarse un poco, Ingebrigtsen se aleja, sombra inalcanzable, tortura, pesadilla. Quien cede, quien no puede m¨¢s, es el salmantino. Poco a poco ve alejarse al atleta inaprensible. Poco a poco oye acercarse, a su espalda, los jadeos, las ambiciones, de los que esperan su muerte para saltarle. 55s del noruego en la ¨²ltima vuelta.

El polaco Rozmys, tosco y brutal; el brit¨¢nico Jake Heyward, tenaz y paciente; el italiano de apellido famoso, Pietro Arese, ambicioso. Solo el brit¨¢nico le supera. Con su ¨²ltimo aliento, Garc¨ªa Romo resiste al italiano. El bronce es suyo. Y el deseo se mantiene. ¡°Est¨¢ muy bien ganar mi primera medalla internacional¡±, dice, sereno, razonable. ¡°Pero ven¨ªa a por el oro. Mi objetivo sigue siendo ganar a Ingebrigtsen¡±.

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