Federer-Nadal, una declaraci¨®n de amor
Dos tenistas que llevan casi veinte a?os dando un recital de golpes dentro de la pista ofrecieron el ¨²ltimo, demoledor, fuera de ella: una fotograf¨ªa que expresa el amor y el respeto al que pueden llegar dos rivales que crecieron queriendo derrotar al otro
Para que esos dos hombres junten sus manos y se emocionen al mismo tiempo, sentados en la despedida de uno de ellos, se han tenido que enfrentar 40 veces, se han quitado t¨ªtulos que ansiaban m¨¢s que nada en el mundo, se han hecho llorar de rabia y tristeza, se han buscado el uno al otro el punto d¨¦bil para explotarlo sin misericordia, se han perseguido y citado por todo el planeta durante dos d¨¦cadas para verse en las finales de los torneos m¨¢s importantes. Para que estos dos hombres junten sus manos y se emocionen al mismo tiempo, han tenido que ver 40 veces c¨®mo la victoria de uno implicaba la derrota del otro; han tenido que ver 40 veces c¨®mo la euforia de uno provocaba el abatimiento del otro. Y ni as¨ª.
Se desconoce si Federer, sin Nadal, hubiera sido el tenista m¨¢s grande de la historia; de igual modo le ocurre al hipot¨¦tico Nadal sin Federer. Juntos, sin embargo, y reparti¨¦ndose los t¨ªtulos, se han elevado hasta donde les fue posible, han construido aquello que permanece para siempre en la memoria de los espectadores, m¨¢s all¨¢ de hermosas gestas individuales o dominios avasalladores: una rivalidad, un antagonismo, un duelo inacabable que contrapon¨ªa dos maneras contrarias de vestir y dos maneras contrarias de jugar, pero una sola manera de competir: la de pedir perd¨®n cuando la suerte te favorece, la de respetar a tu rival y sufrir con sus lesiones, aceptar la derrota, no pensar s¨®lo en ti en la victoria, reconocer la grandeza del otro y comprender que todo lo bueno que eres t¨², lo eres porque hasta ah¨ª te ha llevado el contrario.
Todo eso desemboca no s¨®lo en la petici¨®n de Federer de jugar el ¨²ltimo partido de su carrera en Londres junto a Nadal en el mismo lado de la red, ni en la imagen ic¨®nica de dos hombres llorando el uno junto al otro agarrados de la mano, sino en algo impresionante en la historia del deporte por tratarse de una rivalidad tan prolongada: pocos fans de Nadal le desean el mal a Federer, pocos fans de Federer le desean el mal a Nadal. Amarlos no significaba odiar al otro. Y lo que ellos ense?aban en la pista, se aprend¨ªa fuera de ella. Si ya es dif¨ªcil de por s¨ª ganar m¨¢s de 40 Grand Slam entre los dos, c¨®mo de dif¨ªcil tiene que ser hacerlo educando a los espectadores que te ven; c¨®mo de dif¨ªcil tiene que ser, en un deporte tan ocupado por padres alimentando rencores, competitividad y arranques de furia en las pistas de sus hijos, ense?arle a los jugadores de tenis que se gana mucho m¨¢s cuando reconoces en la derrota que el otro fue mejor, y que ese partido nunca es el fin del mundo. Que se gana m¨¢s, infinitamente m¨¢s, cuando se aprende a perder.
Se conocieron en Miami 2004 cuando Roger ten¨ªa 22 a?os y Rafa, 17. El suizo todav¨ªa ten¨ªa una melena que agarraba con coleta, y era el n¨²mero uno del mundo; el espa?ol, n¨²mero 32, le gan¨® 6-3/6-3. Lo que dijeron al salir de la pista lo repitieron en los 15 a?os siguientes. ¡°Su golpe tiene mucho efecto, eso hace que la pelota bote muy alto, y ese es el problema que he tenido hoy. Trat¨¦ de evitarlo, pero no supe. Ha conectado puntos impresionantes¡±, dijo Federer. ¡°No le he dejado desarrollar su propio juego. Si puede jugar como quiere, te gana 6-1/6-1¡å, dijo Nadal. 18 a?os m¨¢s viejos, Federer dijo en su despedida: ¡°Estar junto a Rafa ha sido maravilloso¡±, y Nadal dijo: ¡°Una parte de mi vida se va sin ¨¦l¡±. Los dos rompieron a llorar sin remedio, primero Federer, luego Nadal, cuando la despedida se hizo inevitable. El suizo cogi¨® la mano del espa?ol (¡°Volver¨ªa a repetir este viaje ma?ana mismo¡±, dijo de su carrera), y las manos de los dos se entrecruzaron mientras re¨ªan y lloraban.
Una imagen dulc¨ªsima y delicada ¨Duna escena ¨ªntima de dos atletas bajo la luz p¨²blica, los mejores de la historia en su deporte¨D, que atenta contra un mundo en extinci¨®n, el de las emociones reprimidas, la hombr¨ªa del h¨¦roe que no dice te quiero, no besa a otro hombre ni lo lleva de la mano a ninguna parte si no es su hijo; la del antiguo pero moderno hombre heterosexual que teme que determinados gestos afectuosos puedan malinterpretar sus gustos o ser objeto de burla y sospecha; la del hombre, en definitiva, que teme, frente al hombre que no. Y as¨ª fue c¨®mo, de la manera m¨¢s natural y sencilla, que es como m¨¢s profundidad tiene un gesto pol¨ªtico, dos tenistas que llevan casi 20 a?os dando un recital de golpes dentro de la pista ofrecieron uno m¨¢s, demoledor, fuera de ella; una fotograf¨ªa que expresa el amor y el respeto al que pueden llegar dos rivales que crecieron queriendo ganarle el uno al otro. Y ni as¨ª perdieron algo por el camino.
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