El Ed¨¦n de Hazard
Su imagen es la de un futbolista que ha perdido el control sobre su destino, mantecado por la apat¨ªa e incapaz, siquiera, de aparentar un m¨ªnimo compromiso con el club que, religiosamente, le abona su salario
Al Ronaldo Nazario de las rodillas destrozadas, el delantero crepuscular que untaba defensas en pan y los devoraba acompa?ados de un buen portero, lo llam¨¢bamos el Gordo un poco en secreto, un poco a voces, dependiendo del contexto y la compa?¨ªa. No era un insulto, ni mucho menos. Si acaso un exceso de confianza que nac¨ªa de la fascinaci¨®n al verlo abusar de sus propias desventajas: magullado y lejos del peso recomendado para un deportista de ¨¦lite, el brasile?o segu¨ªa siendo una fuerza de la naturaleza, adem¨¢s de un ser eternamente despistado. Un d¨ªa, en A Coru?a, se acerc¨® a ?lvaro Arbeloa mediada la primera parte del encuentro. El canterano se hab¨ªa ido al Deportivo meses atr¨¢s y Ronaldo, visiblemente sorprendido al descubrirlo con el uniforme rival, le pregunt¨®: ¡°?pero t¨² no jugabas con nosotros?¡±
Eran otros tiempos, supongo. El f¨²tbol moderno se rige por leyes de competitividad extrema que nos recuerdan al viejo dicho sobre la mujer del C¨¦sar: no basta con ser un deportista de ¨¦lite, tambi¨¦n hay que parecerlo, y en el caso concreto de Eden Hazard hace tiempo que saltaron por los aires todas las alarmas, incluidas las de algunos ascensores. Su imagen en el ¨²ltimo partido disputado con el Real Madrid, contra el Cacere?o, es la de un futbolista que ha perdido el control sobre su destino, mantecado por la apat¨ªa e incapaz, siquiera, de aparentar un m¨ªnimo compromiso con el club que, religiosamente, le abona su salario. Tampoco con su propio legado, otrora brillante y ahora ensombrecido por la abundancia de memes que lo emparentan con Peter Griffin o Homer Simpson.
¡°Si el Real Madrid me dice en verano que tengo que salir, lo aceptar¨¦¡±, declaraba en una entrevista al diario Marca a mediados de noviembre, apenas unos d¨ªas despu¨¦s de comenzar los entrenamientos rumbo a Qatar. En sus propias palabras, el Mundial se presentaba como el ¨²ltimo tren para relanzar una carrera que parec¨ªa abocada a los sinsabores del ocaso y su adi¨®s no dej¨® demasiadas concesiones para la esperanza: con B¨¦lgica jug¨¢ndose el pase a cara de perro contra Croacia, Hazard saltaba al campo en los minutos finales como quinto y ¨²ltimo cambio. Si uno repara en aquella declaraci¨®n sobre su futuro en el Real Madrid, quiz¨¢s no parezca exagerado pensar que el primero en dar por perdido al mejor Hazard haya sido el propio Hazard.
Como antes ocurriera con Gareth Bale, nos queda la duda de saber cu¨¢nto pesaron las lesiones y cu¨¢nto la sensaci¨®n de objetivo cumplido al verse vestidos de blanco. El gal¨¦s, al menos, puso algo de su parte, a menudo desconcertado porque sus aportaciones nunca parec¨ªan suficientes en el seno de una grada que adoraba a otros ¨ªdolos y la tomaba con ¨¦l en cuanto aparec¨ªa con un palo de golf en las portadas. A Hazard, en cambio, acostumbra el Bernab¨¦u a tratarlo con cierta indiferencia, como si nada importara demasiado porque nada se espera ya de ¨¦l.
A Ronaldo, hoy apodado oficialmente el Fen¨®meno ¡ªaunque la mayor¨ªa sigamos susurrando lo del Gordo para diferenciarlo de Cristiano y agrandar un poco m¨¢s su leyenda¡ª, le pusieron el nombre del m¨¦dico que asisti¨® a su madre durante el parto. ¡°Mi padre le llev¨® tres kilos de camarones que recogi¨® en la playa porque no le pod¨ªamos pagar, y luego me pusieron el nombre del doctor¡±. En la Biblia, se dice que Dios plant¨® un huerto en Ed¨¦n y all¨ª puso al hombre que hab¨ªa formado: quiz¨¢s no explique nada de lo ocurrido con Hazard en los ¨²ltimos tiempos, pero es un comienzo.
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