Alcaraz en el desconcierto
A Struff, que est¨¢ restando como saca (pegando sopapos) y voleando como un Dios, le empiezan a temblar las piernas. Porque aqu¨ª se est¨¢ disputando un t¨ªtulo y frente a ¨¦l, en un d¨ªa francamente irregular, crece un monstruo que ya ha ganado muchos y aspira a ganarlos todos
El alem¨¢n Struff es un tenista alt¨ªsimo que pega a la bola con una potencia despistada y fren¨¦tica. Est¨¢ en la final del M¨¢ster Mutua de Madrid con Alcaraz porque de repente las cosas le salieron mejor de lo habitual; nadie lo esperaba all¨ª y ¨¦l se precipit¨® sobre el cuadro como un tsunami. No es hombre de peloteos, de ritmo de golpes; no deber¨ªa ser hombre, por tanto, de pista lenta. Le gusta la red, por all¨ª se mueve como por un sal¨®n. Largo, flexible, venenoso. Si a Carlos Alcaraz le diesen un retrato robot de su adversario ideal, Jan-Lennard Struff no deber¨ªa andar lejos. Un tipo al que romper en dos de lado a lado, un tipo al que hacer correr con dejadas, un tipo al que destruir a base de passing-shots.
Pero el tenis, un deporte de unos pocos golpes y dos personas reparti¨¦ndoselos, es un deporte complejo, lleno de factores sutiles, detalles casi invisibles, que a veces amenazan derrumbes. Y ahora mismo, en este momento del segundo set, Alcaraz est¨¢ experimentando esa amenaza. De los ¨²ltimos 11 puntos, Struff ha ganado 10; tambi¨¦n se ha llevado los tres primeros juegos. La raz¨®n es que Struff, reci¨¦n perdido el primer set, ha alcanzado un nivel insuperable. Ha soltado el brazo y ha ca¨ªdo una maza de hierro sobre la Caja M¨¢gica. Los tenistas pueden soltar el brazo, claro, pero el efecto dura poco. Es como apostar a doble o nada. Si tiras 50 palos, no vas a meterlos todos. Pero Struff ha enloquecido, Ferrero se desespera en su box (¡°si le sacas a la derecha te devuelve piedra¡±, le grita a Alcaraz) y el tenista espa?ol, que gan¨® el primer set m¨¢s por el efecto que causa en sus rivales que por su tenis, no encuentra su d¨ªa. Lo busca y no lo encuentra. Y enfrente Struff ha roto las cadenas de la l¨®gica. Tanto, que llega a ganarle un peloteo a Alcaraz. Tanto, que Alcaraz se plantea bajar potencia a la bola para que su fuerza, su aceleraci¨®n, no sea aprovechada por el alem¨¢n y este le devuelva un sat¨¦lite.
As¨ª se llega al 3-1 a favor de Struff en el segundo set, con saque para ¨¦l; los dos se baten durante 20 minutos. Aqu¨ª se juega llegar o no al tercer set. Alcaraz tiene cinco bolas para romper el servicio del gigante. Struff las levanta todas, una de ellas con una volea de esc¨¢ndalo, una volea casi subterr¨¢nea. M¨¢s tarde gana el juego y se pone 4-1. Efectivamente, habr¨¢ tercer set. Para coronarlo, Struff se va a la red y le hace a Alcaraz una volea que mejora a la anterior, un golpe de rev¨¦s que mata la bola y la deja quemada en la red. Alcaraz r¨ªe. Cuando raramente no le llegan los golpes, a Alcaraz le llegan siempre las piernas y el rival, exhausto, termina fallando; para esa volea de Struff no hay piernas, y es un mensaje claro: el alem¨¢n no falla peloteando porque no pelotea, le pega y basta. Fallar¨¢, pero hay que hacerlo fallar. Hay que comerle la mente, que es donde empiezan a fallar los golpes.
Es el tercer set y Alcaraz acaba de ponerse 2-1. Levanta el pu?o y agita a la grada de la pista Manolo Santana. La afici¨®n le devuelve una ovaci¨®n cerrada. Alcaraz no est¨¢ en su mejor nivel, pero sabe, porque lo ha visto, que lo m¨¢s valioso de Federer o Nadal es que han ganado Abiertos sin estarlo; han ganado Abiertos por una mentalidad de acero, un juego medio superior, un ¨¢nimo aniquilador que destruye la cabeza de sus oponentes. Y a Struff, que est¨¢ restando como saca, pegando sopapos, y voleando como un Dios, le empiezan a temblar las piernas. Le tiemblan las piernas porque aqu¨ª se est¨¢ disputando un t¨ªtulo y frente a ¨¦l, en un d¨ªa francamente irregular, crece un monstruo que ya ha ganado muchos y aspira a ganarlos todos. Y Struff falla voleas f¨¢ciles, pierde velocidad en el brazo, mira al cielo, mira al suelo; Alcaraz, cerca de la copa, se harta de confianza y, cuando parece que va a bostezar, se come de un bocado a Jann-Lennard Struff.
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