Criar ra¨ªces de plata
En ¡®Oliveira dos cen anos¡¯, el himno del centenario del Celta producido por C. Tangana, todo comienza y termina en la R¨ªa, de la que emergen figuras neblosas y petrificadas asomadas al mar desde bateas, muros y playas.
Si tienes la suerte de aterrizar en Vigo en el lado izquierdo del avi¨®n, y sobre todo si tienes suerte de que el d¨ªa est¨¦ despejado, ver¨¢s por la ventana toda la R¨ªa. Es una imagen arrebatadora que se extiende desde la Illa de San Sim¨®n, un islote peque?o y bell¨ªsimo que acumula m¨¢s horror hist¨®rico que cualquier presidente de f¨²tbol de los a?os 90. Si alzas la vista al horizonte ver¨¢s tambi¨¦n el Puente de Rande, bajo cuya estructura cuenta la leyenda se esconden tesoros, rodeado por decenas de bateas de mejillones. Y, en el ocaso de la R¨ªa, ver¨¢s a su guardiana y centinela: las Islas C¨ªes. Para cualquier vigu¨¦s o vecino colindante, observar la R¨ªa desde la ventana de un avi¨®n supone regresar inmediatamente al lecho materno. La R¨ªa nos acuna como beb¨¦s somnolientos y morri?entos.
En Oliveira dos cen anos, el himno del centenario del Celta producido por C. Tangana, todo comienza y termina en la R¨ªa, de la que emergen figuras neblosas y petrificadas asomadas al mar desde bateas, muros y playas. ?Es posible componer un himno de f¨²tbol sin una sola imagen o referencia a un estadio, a un bal¨®n o a un gol? Es posible si hablas de lo que realmente ancla a un aficionado a un equipo: su tierra, su idiosincrasia y su gente.
Me contaba la escritora Marta Sanz en una entrevista, que ahora mismo vivimos en la era de los estilos gentrificados. Por ejemplo, si vas al centro de Pek¨ªn puedes sentarte en una franquicia de caf¨¦s, con sillas, tazas y sabores reconocibles, y conectarte al wifi con tu ordenador o tel¨¦fono m¨®vil, igual que lo har¨ªas en cualquier ciudad o franquicia de caf¨¦s del mundo. ¡°Si te sientes bien en todas partes, como en casa, eso minimiza tu capacidad de percibir la contradicci¨®n y los problemas¡±, me dec¨ªa Sanz. Tambi¨¦n ocurre con la m¨²sica. Cada pista acabada se maquilla por un ej¨¦rcito de productores y t¨¦cnicos con el objetivo de crear un perfecto inocuo y brillante hit.
En Galicia, las mujeres siempre han puesto y ponen la m¨²sica para el baile en las fiestas, a trav¨¦s de conchas, pero sobre todo de panderetas y pandeiros. Y no solo han puesto la m¨²sica, tambi¨¦n la voz, siempre en coro, nunca como solistas. Algunas de esas mujeres eran analfabetas, pero creaban poes¨ªa sin apenas intuirlo. Todas pertenec¨ªan a una estirpe de voces femeninas furtivas que cantaban de alg¨²n modo a su emancipaci¨®n. La voz de C. Tangana no aparece en Oliveira dos cen anos. El artista cede el protagonismo a la Coral Casablanca de Vigo, al grupo vocal femenino de panderetas Lagharteiras y a la pe?a del Celta Tropas de Breog¨¢n. As¨ª que en el himno del centenario del Celta suenan panderetas y aturuxos, esos gritos agudos que salen del fondo mismo del estern¨®n de las mujeres como se?al de disfrute en fiestas y foliadas. El himno huye de la era de los estilos gentrificados (en el f¨²tbol, del cl¨¢sico lololo¨ªsimo) y demuestra que es posible crear una composici¨®n futbol¨ªstica asumiendo el folclore y los sonidos locales.
En Oliveira dos Cen Anos aparece otra cosa fundamental: las sombras de los que estuvieron y ya no est¨¢n, esas figuras que miran hacia la R¨ªa de Vigo desde la distancia. Porque eso es b¨¢sicamente el f¨²tbol: una pasi¨®n heredada. Los que ya no est¨¢n pero estuvieron son las conjunciones que unen las palabras en la composici¨®n de las pasiones. Si el f¨²tbol nos hace felices es porque alguien sonri¨® dentro de un estadio antes que nosotros y nos transmiti¨® esa alegr¨ªa. Los aficionamos recogemos los frutos de quienes abonaron las ra¨ªces de plata.
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