Pospartido
?Las remontadas? Las cosas que se hacen muchas veces se repiten siempre. Como cuando coincides con alguien que no ves desde hace cinco a?os y empiezas a no parar de verlo
Escribo desde el coche (no conduzco ¨Cen este momento, me refiero) que me ha venido a buscar al aeropuerto en una situaci¨®n que mi cuerpo ansioso de adrenalina interpreta como ideal: cre¨ª que el partido del Real Madrid se jugaba a las 19, por tanto llegar¨ªa a tiempo para verlo y escribir de ¨¦l, pero resulta que no pude ver ni un minuto y que adem¨¢s el vuelo se ha retrasado. As¨ª que hay que escribir ¨C ah shit, here we go again¨C de algo que no he visto ni tengo tiempo de ver; superada la alegr¨ªa ¨Cnormalizad¨ªsima¨C de comprobar en la web de EL PA?S que el Madrid gan¨® en el minuto 99, entro en X (la red social antes conocida como Twitter y lentamente, irreversiblemente, muskalizada hasta su destino final: convertirse en una r¨¦plica de su jefe, un abrevadero de bulos) para leer a los aficionados madridistas y antimadridistas que sigo (muchos de ellos amigos m¨ªos en un bando y otro, tambi¨¦n muchos de ellos grandes haters en esos dos bandos: la vida, pues).
Me convenzo, leyendo a unos y otros, en algo divertid¨ªsimo: no hay pasi¨®n cegadora m¨¢s impresionante en todo tipo de gente que los colores de su equipo. Jueces que enviar¨ªan, de poder juzgarlos, a sus familiares a la c¨¢rcel aplicando la ley de la forma m¨¢s inflexible y justa, no son capaces de ver una patada o una mano a c¨¢mara lenta, retuercen declaraciones, restan importancia a agresiones, justifican aberraciones que jam¨¢s justificar¨ªan m¨¢s all¨¢ de los 90 minutos.
No voy a negar que me pone feliz esto: todos necesitamos un ¨¢rea de servicio moral, las ¡°vacaciones morales¡± que canta J en Natalia dice, y siempre es mejor que ocurra en el f¨²tbol, un juego al fin y al cabo. S¨¦ de lo que hablo porque me pasa, y cuando alguna vez me he propuesto ser gravemente juicioso y solemne, intachablemente objetivo viendo un partido de mi equipo, al final la pasi¨®n, la injusticia y la ceguera las aplicaba en asuntos dom¨¦sticos: de ser energ¨²menos, mejor serlo delante de la pantalla de televisi¨®n. Algo me llam¨® la atenci¨®n en mi alocado scroll pospartido: la hegemon¨ªa siempre son los otros; es algo que tambi¨¦n pasa en pol¨ªtica: los de enfrente siempre son m¨¢s y tienen m¨¢s poder. Y no, este art¨ªculo no est¨¢ escrito desde la silla de juez de pista, mirando desde las alturas: estoy ah¨ª abajo m¨¢s manchado que nadie, soy del Madrid, y veo el reglamento y su descripci¨®n de cu¨¢ndo hay falta por mano o no, y entiendo legal el gol de Vinicius: tan legal que da miedo; de hecho, estoy tan convencido de que es legal en la misma proporci¨®n que lo ver¨ªa ilegal si fuese antimadridista, y poco me parecer¨ªa lo que se est¨¢ gritando por ah¨ª. Claro que si fuese antimadridista me parecer¨ªa ilegal la existencia del Real Madrid, y as¨ª debe ser siempre.
Solo veo la repetici¨®n de ese gol y por supuesto el gol final, el arre¨®n con regalo del Madrid cuando el tiempo se distorsiona como si hubiese empezado un viaje por el espacio. Se han hecho documentales, consultado expertos y hecho estudios sobre qu¨¦ ocurre en el Bernab¨¦u cuando los partidos se acaban y el Madrid marca. Se han respondido muchas cosas. Mi teor¨ªa es que lo han hecho muchas veces. Las cosas que se hacen muchas veces se repiten siempre. Como cuando coincides con alguien que no ves desde hace cinco a?os y empiezas a no parar de verlo. Como cuando no tienes sexo en seis meses, lo tienes una vez y de repente no paras de tenerlo. Si las cosas pasan una vez, es m¨¢s probable que pasen dos. Ninguna prueba, ninguna duda. Colores.
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