La plata brillante de Paul McGrath en los Europeos de atletismo
Solo el gran talento sueco de Perseus Karlstr?m puede con el catal¨¢n de Gav¨¤ en unos combatid¨ªsimos los 20 kil¨®metros marcha
Termina el combate y, segundo, no derrotado, Paul McGrath coge una bandera que le dan y a la carrera, feliz, corre como un ni?o revoltoso, pero con un prop¨®sito claro, remontando la pista azul brillante, la piel a¨²n de gallina, dice, por la calle nueve hasta la curva del 200, donde rompe el protocolo, salta la valla, asciende por las gradas, y empieza a besar y a abrazar a toda su familia, 15 por lo menos. As¨ª celebra McGrath, barcelon¨¦s de Gav¨¤, una medalla de plata con la que se suma, a los 22 a?os reci¨¦n cumplidos, a la lista de honor de la marcha espa?ola, larga como ninguna, m¨¢s a¨²n que los 20 kil¨®metros que acaba de recorrerse en poco m¨¢s de 78 minutos sin doblar la rodilla, sin volar sobre el suelo m¨¢s de 40 mil¨¦simas en cada paso. Jordi Llopart, Josep Mar¨ªn, Mari Cruz D¨ªaz, Valent¨ª Massana, Chuso Garc¨ªa Bragado, Miguel ?ngel L¨®pez, ?lvaro Mart¨ªn, Juanma Molina, Mar¨ªa P¨¦rez, Diego Garc¨ªa, Julia Takacs, Raquel Gonz¨¢lez¡ M¨¢s de 20 medallas en Mundiales, Juegos, Europeos, y McGrath, con ellos, con los ojos verdes de su padre, su apellido irland¨¦s, su sangre catalana.
Y McGrath los conoce a todos, y a todos los respeta, pero admira a Miguel ?ngel L¨®pez sobre todos, al murciano que fue campe¨®n del mundo en Pek¨ªn hace nueve a?os, cuando ten¨ªa 13 a?os el ni?o de Gav¨¤ al que le encantaba caminar r¨¢pido y fuerte por los caminos h¨²medos y c¨¢lidos entre las huertas y los canales del delta del Llobregat, y se emocion¨® vi¨¦ndole a L¨®pez entrar campe¨®n en el estadio ol¨ªmpico de Pek¨ªn. ¡°Pero mi marchador favorito es Jefferson P¨¦rez, el campe¨®n ol¨ªmpico ecuatoriano¡±, precisa. El genio de los Andes.
La piel de gallina le asalta como cuando ni?o viendo a L¨®pez en el momento de salir del t¨²nel oscuro que desde la puerta de marat¨®n comunica la pista con el exterior, con el mundo, el circuito tan din¨¢mico, tanta curva, tantas superficies, asfalto, m¨¢rmol, mosaicos, con escalones y todo, tan variado, y Franco Battiato de fondo, buscando un centro de gravedad permanente, over and over again. All¨ª McGrath, sudoroso porque suda siempre, ha librado una carrera, un duelo con Perseus Karlstr?m, Suecoloco es el apodo que ha adoptado ¨Cciudadano del mundo, sangre de marchadora sueca enamorada de un marchador mexicano¡ª, que m¨¢s que una carrera de resistencia y t¨¦cnica era un combate de boxeo, unos kil¨®metros de tanteo, a cuatro minutos el kil¨®metro, y unos asaltos de golpes duros, de ataques a 3m 50s el kil¨®metros bajo el sol que el atardecer matiza. Con la osad¨ªa de la juventud, el atrevimiento, y la ambici¨®n del campe¨®n que quiere ser ¨C¡±he elegido la marcha porque me gusta ganar siempre¡±, proclama, ¡°y lo decid¨ª a los 10 a?os¡± --, y el alma de gladiador que solo entiende la vida como lucha, en el kil¨®metro 11 McGrath, la pulsera de la suerte, la trenza keniana que se compr¨® en Nairobi cuando fue medallista en el Mundial juvenil, y no se la quita porque una vez se la quit¨® y march¨® fatal, en la mu?eca izquierda, acelera sobre los mosaicos. Cambia. M¨¢s r¨¢pido que nunca. A 3m 49s el kil¨®metro. Se va. Parece que para siempre, pues Suecoloco acusa el directo. Se queda. Se queda. No se queda. Una advertencia por levantar los pies demasiado tiempo cambia el signo del combate. El catal¨¢n del Cornell¨¤ Atl¨¨tic, y su entrenador, Alejandro Aragoneses al lado, siempre, decelera. Teme ser descalificado. Karlstr?m le alcanza en el kil¨®metro 14 y ambos mantienen una hermosa pugna un par de kil¨®metros. Uno al lado del otro. Como dec¨ªa Anquetil en el Puy de D?me, sin dejo que me adelante Poulidor muero. McGrath se niega a dejarse adelantar. Aguanta el pulso hasta que cede. Karlstr?m entra 10 segundos antes que ¨¦l al estadio. Recibe el clamor m¨¢s fuerte. La mayor emoci¨®n. Saluda haciendo la se?al de los cuernos, tan vikingos, con las dos manos, se tumba en el suelo, aparentemente agotado, y, de repente, se da la vuelta y se marca unas cuantas flexiones, tan loco.
McGrath solo piensa en su familia. En el amor. En el chollo, dice el hijo, que encontr¨® en su madre su padre, un irland¨¦s que viv¨ªa en Glasgow y solo aguantaba all¨ª por el Celtic, tan poco le gustaba el mal tiempo. ¡°Si quieres algo m¨¢s que un rollito te tendr¨¢s que venir a Barcelona a vivir conmigo¡±, cuenta McGrath que le dijo la madre, en Escocia estudiando ingl¨¦s cuando se conocieron. ¡°Y mi padre le dijo que en su vida le hab¨ªan propuesto mejor plan¡±. Fue en 1992. Diez a?os despu¨¦s naci¨®n el que ser¨¢ campe¨®n.
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