Larga vida al chachismo
Sergio Rodr¨ªguez alcanz¨® la plena madurez con el dominio de los ritmos que le convirtieron en mariscal sin necesidad de levantar la voz, integrando el dominio de bal¨®n, mu?eca, y lectura de juego con la magia, sorpresa, valent¨ªa y nervios de acero
Una semana ha tardado Sergio Rodr¨ªguez en confirmar lo que todos tem¨ªamos. Las pocas dudas sobre su futuro se disiparon con la imagen de los tres veteranos mosqueteros blancos levantando al un¨ªsono la ¨²ltima liga y solo faltaba echar oficialmente la persiana. Oficializado el adi¨®s, es momento de curriculum y reconocimiento, casi inabarcables en ambos casos.
La hoja de servicios del Chacho es rotunda, exitosa y envidiable, consecuencia de una carrera construida con criterio, fortuna y don de la oportunidad. Viaj¨® siendo adolescente directamente del Estudiantes al olimpo de la NBA, una primera muestra de su arrojo deportivo y vital. En Portland, Sacramento y Nueva York creci¨® m¨¢s como persona que como jugador, pero no se empecin¨®. Volvi¨® a Madrid a tiempo de ser pieza principal de los globetrotters de Pablo Laso. Ganado todo, quiso quitarse la espina y volvi¨® a la NBA. Tampoco esta vez los vientos fueron favorables pero nada de lo que lamentarse pues estoy seguro de que Sergio es de los que piensan que cuando una puerta se cierra, otra se suele abrir. Fueron dos, Mosc¨² y Mil¨¢n, equipos cl¨¢sicos de ciudades referentes. Ya solo faltaba una ¨²ltima decisi¨®n, elegir el lugar donde echar el cierre. Su ¨²ltimo acierto. Madrid y el Madrid.
Ligas diversas, universos diferentes, que han tenido la fortuna de disfrutar de un jugador ¨²nico e irrepetible y de donde siempre march¨® agradeciendo y agradecido.
A este historial de clubs, extraordinario en cantidad, calidad y diversidad, hay que sumar su contribuci¨®n a la mejor generaci¨®n de jugadores de baloncesto que vieron nuestros ojos y donde tuvo siempre tuvo un papel relevante y complementario a los m¨ªticos apellidos como Gasol, Navarro, Calder¨®n o Rubio. Casi nada.
Pero ¨¦xitos aparte, lo que le hace realmente especial al Chacho es su capacidad para hacer converger en lo extraordinario el qu¨¦, el c¨®mo y el cu¨¢ndo, cuadratura casi imposible. Cuando eres genial corres el peligro de dejarte llevar por las alharacas y que el adorno termine por ser m¨¢s importante que el objetivo. El primer Chacho lo sufri¨®, pues en la celebraci¨®n de la aparici¨®n de un nuevo Carmelo Cabrera parec¨ªa llevar impl¨ªcita la petici¨®n de que hiciese magia de cada jugada. La superaci¨®n de esta tentaci¨®n supuso el primer salto de gigante que dio a su juego. El segundo lleg¨® cuando termin¨® por afinar su punter¨ªa y dot¨® a su arsenal con un efectivo tiro lejano, all¨¢ en los primeros a?os de la era Laso. Siendo peligroso de lejos y de cerca, se hizo dif¨ªcilmente parable. Y el tercero y definitivo lo alcanz¨® con la plena madurez, con el dominio de los ritmos que le convirtieron en mariscal sin necesidad de levantar la voz. Llegados a este punto de cocci¨®n donde se integraban correctamente los ingredientes aprendidos (dominio de bal¨®n, mu?eca, lectura de juego) con lo puramente natural (magia, sorpresa, valent¨ªa y nervios de acero) Sergio pudo elevarse hasta el infinito y m¨¢s all¨¢ y quedarse all¨ª hasta el ¨²ltimo d¨ªa.
Ya no habr¨¢ m¨¢s Chacho pero el Chachismo seguir¨¢ vigente mientras aparezcan jugadores que entiendan el juego como ¨¦l lo ha hecho durante veinte a?os. Un veh¨ªculo para divertir divirti¨¦ndose, donde la espectacularidad no est¨¢ re?ida con la efectividad, se puede ser humilde y ambicioso a la vez, el drama no debe ir m¨¢s all¨¢ de una derrota, y se puede jugar con una sonrisa en el rostro. Ahora acumula parabienes, pero su mayor victoria la recoger¨¢ dentro de muchos a?os, cuando millones de personas todav¨ªa recuerden lo bien que lo pasaron viendo jugar a un tal Sergio Rodr¨ªguez.
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