Espa?a busca un nuevo rey
No pasa nada por ir con la selecci¨®n, amigo inconformista. Nadie te va a juzgar si saltas de la silla para celebrar un gol de Carvajal
Todo el mundo recuerda d¨®nde estaba el d¨ªa que Iniesta marc¨® aquel gol contra Pa¨ªses Bajos que coron¨® a la Selecci¨®n espa?ola de f¨²tbol como campeona del mundo por primera y ¨²nica vez en su historia. Yo, concretamente, estaba durmiendo, derrotado f¨ªsicamente, casi muerto a distintos niveles de consciencia. Acababa de llegar a Pontevedra tras un viaje infernal en autob¨²s (once horas desde Madrid, no me pregunten c¨®mo ni por qu¨¦) y tres d¨ªas de trash metal, doom metal, death metal, heavy metal y alguna que otra aleaci¨®n met¨¢lica sin catalogar o, peor todav¨ªa, directamente descatalogada. ¡°Espa?a tiene un nuevo rey: su nombre es Carles Puyol¡±, escuch¨¦ anunciar a Mike Patton, solista de los Faith No More, en la ¨²ltima referencia futbol¨ªstica que recuerdo antes de despertarme, ya a golpe de lunes, como campe¨®n interpuesto.
Ocurre con la Selecci¨®n que no son pocos los aficionados que reniegan de sus triunfos por razones diversas, ya no digamos de las derrotas. Ir con Espa?a en territorios como Euskadi, Catalunya y algunas ciudades de Galicia supone un esfuerzo emocional, una tensi¨®n reputacional de tal calibre, que muchos prefieren dejar el f¨²tbol para la intimidad y sacar el sexo a la calle: lo que sea con tal de no tener que sufrir las miradas punzantes de tus convecinos, mejor las lascivas. Lo hemos vivido a lo largo de estos a?os. Un chaval con su bandera rojigualda camino de la plaza mayor, donde sus amigos, para ver el partido. Y un pu?ado de ofendidos coreando consignas en ingl¨¦s a su paso porque el antipatriotismo tiene mucho de ir por la vida con un diccionario Collins de bolsillo. ¡°Spain is a fascist state¡±, por ejemplo.
Yo fui uno de esos, no me duelen prendas en reconocerlo porque cada cual tiene un pasado y al futuro conviene acudir sin mochilas, como a las bodas. Gastaba camisetas con vi?etas de El Jueves, dec¨ªa cosas como ¡°tanques s¨ª, pero de cerveza¡± y a los que osaban lucir cualquier s¨ªmbolo constitucional, ya no digamos una bandera, aunque fuese en el cuello del polo, los miraba con ese desprecio tan habitual en quien entiende la tolerancia como una calle de sentido ¨²nico. Yo era espa?ol porque lo dec¨ªan mi carn¨¦ de identidad, mi padre, mi vecino Juan, el panadero, y una pegatina que alguien peg¨® en nuestro coche una noche que el Real Madrid se proclam¨® campe¨®n de Liga, pero nada m¨¢s.
Algo cambi¨® cuando Patton proclam¨® rey a Carles Puyol. A veces tienen que venir los b¨¢rbaros a explicarte en qu¨¦ consiste la civilizaci¨®n. Lo cierto es que aquello despert¨® en m¨ª una nueva conciencia nacional, un peque?o sentimiento de proximidad, un cari?o incipiente que desbord¨® en verdadera afici¨®n cuando el despertador me hizo recobrar la verticalidad y todas las televisiones repet¨ªan, sin parar, el gol de Iniesta. Hasta entonces, el combinado espa?ol era para muchos de nosotros la extrapolaci¨®n del Bar?a al escenario geopol¨ªtico global, la en¨¦sima demostraci¨®n de que nosotros ten¨ªamos la raz¨®n y el mourinhismo no. Pero algo implosion¨® con aquella alegr¨ªa sideral que hasta los m¨¢s reacios torcimos el gesto en una media sonrisa.
No pasa nada por ir con Espa?a, amigo inconformista. Nadie te va a juzgar si saltas de la silla para celebrar un gol de Carvajal. O si llamas a tu padre para comentar la ¨²ltima victoria, incluso si te pones Brillos platino, de Almacor, la canci¨®n oficial de Espa?a en esta Eurocopa, como tono en el m¨®vil. Recuerda que Espa?a siempre est¨¢ buscando un nuevo rey y esta vez, por qu¨¦ no, podr¨ªas ser t¨².
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