Abrir los ojos
Hay agitadores en redes que discuten la espa?olidad de Nico y Lamine. Uno mantiene la esperanza de que abran los ojos y dejen el discurso del odio
En una entrevista en eldiario.es con Ana Requena Aguilar, la historiadora y escritora Mary Beard reconoc¨ªa un poco avergonzada que a?os atr¨¢s en un viaje en avi¨®n escuch¨® una voz de mujer dando la informaci¨®n de vuelo y se pregunt¨® por qu¨¦ estar¨ªa haci¨¦ndolo una azafata en lugar del piloto. Beard, feminista activa, ilustraba con esta an¨¦cdota c¨®mo a veces debemos luchar contra estructuras preestablecidas en nuestra manera de ver el mundo, prejuicios en el sentido etimol¨®gico del t¨¦rmino, que impiden que entendamos la realidad de las cosas.
Cuando le¨ª la entrevista pens¨¦ en un conocido m¨ªo, llam¨¦mosle Seydou, y la respuesta que regala a qui¨¦n le pregunta c¨®mo est¨¢. H¨¢ganse una idea: mide uno noventa, lleva el cr¨¢neo rapado al cero y luce una enorme sonrisa de dientes blanqu¨ªsimos que contrastan con su piel de ¨¦bano. Pues bien, cuando le preguntan, comienza a responder arrastrando las palabras lentamente con voz de bar¨ªtono y acento africano ¡°como decimos en mi pa¨ªs¡¡± para inmediatamente realizar una peque?a pausa y concluir riendo ¡°oso ondo!¡± (muy bien, en euskera).
Me acord¨¦ de Seydou leyendo a Mary Beard, dec¨ªa, porque la primera vez que me respondi¨® eso sent¨ª que, como la historiadora en su vuelo, hab¨ªa recibido una lecci¨®n: Seydou es de aqu¨ª y all¨ª al mismo tiempo y su juego es mostrarte que su lugar tambi¨¦n es este, cuando al o¨ªr ¡°mi pa¨ªs¡± t¨² le has pensado solo de fuera.
En Seydou pienso mucho tambi¨¦n estas semanas de Eurocopa en las que las redes sociales desbordan de apocal¨ªpticos mensajes que usan el campeonato europeo para clamar contra una supuesta invasi¨®n extranjera. El modus operandi es siempre el mismo: muestran una foto actual de uno de los seleccionados y la comparan con una antigua, para poner en duda la legitimidad de los jugadores actuales que no son blancos para representar a su naci¨®n. No es algo nuevo. Francia, Inglaterra, B¨¦lgica y Alemania llevan a?os lidiando con estos discursos. De hecho, ya en 1998 Le Monde Diplomatique public¨® una fotograf¨ªa del once inicial del equipo que ser¨ªa campe¨®n del mundo en la que hab¨ªan borrado a los jugadores de origen migrante para poner el grito de alarma sobre la Francia que Le Pen padre quer¨ªa.
El fen¨®meno, sin embargo, s¨ª tiene dos preocupantes rasgos nuevos. El primero es que antes se reduc¨ªa a una parte anecd¨®tica de la poblaci¨®n, mientras que ahora parece haberse extendido como un virus funesto, especialmente en los j¨®venes. El segundo es que ha llegado a Espa?a, donde la racista ultraderecha ha pasado de estar hasta hace poco escondida en el armario de lo vergonzante para ocupar ahora gran parte del discurso p¨²blico. As¨ª, en las ¨²ltimas semanas hemos tenido que soportar que decenas de agitadores compartan fotograf¨ªas de Nico Williams y Lamine Yamal para preguntarse por su espa?olidad.
Desde aquel 1998 en el que Le Monde usara el ejemplo del f¨²tbol para ilustrar los peligros de la ultraderecha, el mundo ha cambiado mucho y cada vez son m¨¢s comunes las identidades m¨²ltiples, esas que se escriben con guion y se narran con relatos que mezclan la necesidad y el descubrimiento. Todo migrante es de varios lugares, aunque en todos se le piense m¨¢s del otro lado que de este. Benzema se lamentaba de que cuando marcaba gol era franc¨¦s, pero cuando fallaba le ve¨ªan solo como ¨¢rabe.
Uno mantiene la esperanza de que la gente puede cambiar y de que gran parte de quienes hoy articulan discursos de odio basados en prejuicios, sobre todo los j¨®venes, se den cuenta con el paso del tiempo de lo equivocado e injusto de sus apreciaciones y el dolor que producen en otros. Uno espera que entiendan que es el prisma con el que miran la realidad el que les devuelve una imagen fea y distorsionada del mundo. El mundo de hoy es mestizo y las identidades, por suerte, no son r¨ªgidas y preestablecidas, sino construibles y variables, y eso es bueno. Uno espera, en definitiva, que abran los ojos y, como le sucedi¨® a Beard en un avi¨®n y a m¨ª con el saludo de Seydou, comprendan que muchas veces son nuestras anquilosadas estructuras mentales las que nos impiden ver la riqueza real del paisaje humano.
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