Orgulloso f¨²tbol local
De ni?o no pod¨ªa entender que alguien siguiera los colores de un club cuyo objetivo fuera subir a Segunda. Ignoraba que no hay equipos mejores que otros. El mejor es siempre el tuyo, el que amas
Cuando ten¨ªa diez a?os, una tarde mis padres recibieron a unos amigos de cierta ciudad de provincias cuyo nombre no dir¨¦ ahora para no ganarme enemistades. El caso es que aquellos amigos ten¨ªan un ni?o de mi edad y ya saben: p¨®rtate bien, d¨¦jale tus juguetes, hazle caso, es tu invitado. Recuerdo que mientras los mayores conversaban de sus cosas, yo intent¨¦ cumplir mi palabra y ser amable y atenderle, pero me resultaba imposible conectar con ese chaval t¨ªmido hasta el extremo que respond¨ªa a mis palabras con murmullos y secos monos¨ªlabos. Los silencios entre nosotros eran abismos. En una de esas, desesperado, saqu¨¦ el mejor comod¨ªn que existe para entablar conversaci¨®n con un desconocido y le pregunt¨¦ si le gustaba el f¨²tbol. ?l levant¨® su mirada, sonri¨® lleno de ilusi¨®n y asinti¨® con la cabeza. ¡°?Y cu¨¢l es tu equipo?¡±, insist¨ª. Entonces alz¨® el ment¨®n y dijo que era hincha del club de su ciudad, esa ciudad de provincias que no quiero nombrar para no ser odiado por sus habitantes. En aquel entonces aquel equipo se arrastraba por la Segunda Divisi¨®n B. Juro que mi reacci¨®n no fue premeditada y que lo que respond¨ª me sali¨® del alma. Resulta que le mir¨¦ con compasi¨®n y dije: ¡°Joder, pobre. Lo siento¡±.
Creo que no hablamos m¨¢s en toda la tarde.
En aquel entonces mi equipo, el Athletic Club, no hac¨ªa mucho que se hab¨ªa llevado la Liga y est¨¢bamos acostumbrados a ganar y ganar. Para m¨ª, ser hincha de un equipo campe¨®n era un motivo de orgullo y no pod¨ªa entender que alguien siguiera los colores de un club cuyo objetivo fuera subir a Segunda, esa divisi¨®n que para nosotros era una suerte de infierno impensable. Qu¨¦ mal deb¨ªas de estar para que tu meta fuera llegar al abismo con el que los m¨¢s agoreros nos asustaban a nosotros. Qu¨¦ jodido ser hincha de un equipo as¨ª, me dije. Mi reacci¨®n no fue condescendiente, sino emp¨¢tica.
Esta semana he le¨ªdo Mala piel, (Libros del KO) de Toni Padilla, libro en el que el periodista de Sabadell relata su amor por el club arlequinado. No hay en sus p¨¢ginas glosas de grandes gestas deportivas, pero s¨ª la cr¨®nica de una pasi¨®n por una camiseta que es la propia y no puede ser otra, una zamarra heredada que se viste con orgullo pase lo que pase en el c¨¦sped. Un canto a la asunci¨®n satisfecha de un destino. Leyendo el sentir de Padilla por sus colores, record¨¦ la famosa frase de Albert Camus: ¡°Hay que imaginar a S¨ªsifo feliz¡±.
Tambi¨¦n esta semana el escritor Miqui Otero me hablaba del San Andreu y del Europa y de c¨®mo los j¨®venes de Barcelona se hab¨ªan acercado a este f¨²tbol distinto y m¨¢s aut¨¦ntico que el de la mega¨¦lite. Aunque se mostraba al tiempo preocupado: ya hay en las calles de Barcelona carteles en ingl¨¦s informando al turista de los partidos de estos equipos.
Estos d¨ªas se repiten las im¨¢genes de hinchadas de clubes de cierto abolengo tomando las gradas y las calles de ciudades que se vanaglorian de ellos con orgullo de madres: H¨¦rcules, Castell¨®n, Deportivo, Racing. En otras, el f¨²tbol local reverdece en una nueva primavera: C¨®rdoba, Burgos, Oviedo, Gij¨®n, Salamanca. Pareciera que por fin en las ligas espa?olas se ha despertado el orgullo por el club local, el f¨²tbol de proximidad y el de barrio. Es posible que el hincha, cansado de la globalizaci¨®n futbolera, haya vuelto de nuevo los ojos hacia el club m¨¢s cercano, como ese marido, esa mujer, que se da cuenta de que nada de lo que su amante parec¨ªa ofrecerle compensaba dejar el hogar. Ojal¨¢ sea verdad y el f¨²tbol resplandezca menos en oro y m¨¢s en plata y bronce y esta?o, y tambi¨¦n acero, cobre, bronce, lat¨®n y hierro.
Aquel d¨ªa, de ni?o, me comport¨¦ como un imb¨¦cil porque ignoraba la m¨¢s importante lecci¨®n de la grada del f¨²tbol, que es la misma que del amor: no hay clubes mejores que otros. El mejor es siempre el tuyo, el que amas. Y lo es precisamente porque lo amas. Ojal¨¢ pudiera viajar en el tiempo y cambiar mi respuesta. Poner la mano en el hombro de aquel t¨ªmido chaval y transmitirle el admirado respeto que se merec¨ªa.
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