Rubiales, empantanado en el siglo XX
La deriva del expresidente parece que pertenece a otros tiempos, cabe esperar que ahora que hemos entrado en una nueva normalidad, el elegido o la elegida (?por qu¨¦ no?) sea de esta ¨¦poca
Su posici¨®n social era ya insostenible, de modo que Rubiales busc¨® a un periodista coherente con su visi¨®n de la vida para anunciarle la intenci¨®n de dimitir. Hay que agradecerles que tuvieran la sensibilidad de no tirar una cabra desde un campanario en medio del programa. Rubiales se demor¨® tres semanas para concluir: ¡°Los poderes f¨¢cticos me impedir¨¢n la vuelta¡±. Le agradecemos tambi¨¦n que no haya dicho la frase agarr¨¢ndose sus poderes f¨¢licos.
Lo sorprendente es que Rubiales se fue convencido de su inocencia, sin comprender en qu¨¦ consist¨ªa su falta moral y a qu¨¦ se deb¨ªa tanto alboroto. Algo parecido habr¨¢ sentido Mar¨ªa Antonieta, insultada camino de la guillotina y donde se ir¨ªa preguntando: ¡°?Por qu¨¦?¡±. No hab¨ªa matado a nadie y se hab¨ªa limitado a vivir como una reina, que es para lo que hab¨ªa sido educada. Probablemente muri¨® sin saber interpretar que era un s¨ªmbolo que la Revoluci¨®n no pod¨ªa permitir. Solo as¨ª los grandes asuntos alcanzan una resignificaci¨®n; o sea, lograr que algo simb¨®lico o de gran peso se modifique.
La pregunta cae por su propio peso: ?para qu¨¦ sirvi¨® el s¨ªmbolo en el que se acab¨® convirtiendo Rubiales? Y la respuesta es alentadora: para elevar el suelo moral de una sociedad a la que le cuesta librarse del poso de su cultura. La premio Nobel Svetlana Alexievich dice que ¡°los hombres permiten con desgana que las mujeres entren en su territorio¡±. Si eso es cierto para la sociedad en general, no hablemos del reino de la masculinidad que ha sido siempre el f¨²tbol. Este episodio ayud¨® a apretar el acelerador social que requer¨ªa el feminismo, pero viniendo de donde venimos los del f¨²tbol, poco podemos ayudar con respecto a los nuevos ideales de masculinidad.
Por esa raz¨®n al f¨²tbol (masculino) le falt¨® sentido hist¨®rico en este cruce de caminos. Borja Iglesias fue una excepci¨®n tomando partido antes que nadie contra la actitud de Rubiales. Lo hizo con una decisi¨®n muy dolorosa: renunciar a la selecci¨®n espa?ola. Debo confesar que yo no lo hubiera hecho por razones sentimentales que ser¨¢n igual de importantes que las suyas. Sin embargo, antepuso sus convicciones personales y no le importaron las ramificaciones. Fue silbado por parte de su afici¨®n, hubo quien se rio de su gesto, le acusaron de falta de patriotismo¡ Es que todo compromiso tiene sus consecuencias y afrontarlas lleva impl¨ªcita valent¨ªa. ?C¨®mo no admirarlo? Hubo alg¨²n caso aislado m¨¢s, pero el com¨²n de los futbolistas permaneci¨® oculto y, los m¨¢s importantes, se escondieron detr¨¢s de un comunicado tibio y expresado sin una gota de empat¨ªa. Salimos de todo esto sabiendo que el juego es apasionante, pero los hombres que juegan deber¨ªan haber sido un poco m¨¢s apasionados.
Las ganadoras de esta batalla son las mujeres. Que llegaron al f¨²tbol con la desventaja de un gran retraso, pero con la ventaja de un empoderamiento por el que no dejan de pelear. Se han adentrado en un medio hostil y poco a poco han ido desbrozando la selva futbol¨ªstica y encontrando un lugar cada d¨ªa m¨¢s protag¨®nico. Son pioneras que no tuvieron ¡°¨ªdolas¡± a las que emular, que viven entre carencias el d¨ªa a d¨ªa y a las que, sin embargo, les ha sobrado energ¨ªas para, despu¨¦s de alcanzar un triunfo hist¨®rico, pelear por los derechos que tocan. Sin duda, estas mujeres se parecen m¨¢s a la ¨¦poca que a los padres. Todo lo contrario que Rubiales, que qued¨® empantanado en el siglo XX.
Ahora espera un tiempo de cambio en la federaci¨®n. Se busca presidente. Pero no existen cargos sino personas que lo desempe?an. Cabe esperar que, ya que hemos entrado en una nueva normalidad, el elegido o la elegida (?por qu¨¦ no?) sea de este siglo.
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