La afici¨®n es muy pesada
Esos hinchas que se suben al coche para volver a casa sin ser saludados por sus ¨ªdolos, estar¨¢n al d¨ªa siguiente gritando el nombre del jugador con su camiseta puesta
Esta semana, la estrella del Barcelona Jo?o Cancelo par¨® su coche al salir del entrenamiento tras ver a unos aficionados, baj¨® la ventanilla y les dijo, molesto: ¡°Sois unos pesados, todos los d¨ªas igual¡±, a la vez que apremiaba a los chavales a hacerse una foto con ¨¦l. Cancelo ten¨ªa raz¨®n: los aficionados de los clubes de f¨²tbol son pesad¨ªsimos. Esa pesadez (comprar camisetas, pagar abonos o entradas, viajar detr¨¢s de sus equipos, animar durante 90 minutos) da de comer a Cancelo y bastante bien, y de esa pesadez no se habla tanto: es una pesadez silenciada por los jugadores. Hay otra pesadez que tiene m¨¢s fama, que es la de pedir fotos y aut¨®grafos en las puertas de los hoteles, de los estadios o en carreteras perdidas que llevan al campo de entrenamiento: sale m¨¢s en los peri¨®dicos porque los futbolistas pasan de largo ostensiblemente (¡°?T¨² crees que un equipo de Primera puede bajar del autob¨²s con 100 ni?os esper¨¢ndolos y bajan todos estos con sus cascos y no saludan a ning¨²n cr¨ªo?¡±, dijo Clemente hace unas semanas) o de vez en cuando se desesperan, como Cancelo.
Es verdad: son pesados. Y piden firmas, fotos o unas palabras apenas. Hace unos d¨ªas circul¨® un v¨ªdeo en el que se detallaban los coches de las estrellas del Madrid. Sal¨ªan de Valdebebas absortos. Los chavales que los grababan repet¨ªan sus nombres. Ninguno paraba o ralentizaba el coche, ninguno saludaba siquiera. Hab¨ªa algo que recordaba a esos pobres trabajadores de la prensa del coraz¨®n entrevistando al coche de Tamara Falc¨® a dos kil¨®metros. De Cancelo se podr¨¢ decir al menos que reparaba en sus fans (y les conced¨ªa una foto) aunque fuera para reprenderlos. De los dem¨¢s hab¨ªa que conformarse con detallar las caracter¨ªsticas de sus veh¨ªculos. Y sin embargo, al d¨ªa siguiente volv¨ªan ellos u otros a hacer lo mismo, y recibir la misma respuesta. Una de las cosas m¨¢s impresionantes que uno, como autor, descubre en las firmas de libros, es la cantidad de gente que, tras esperar una hora de pie, se dirige a ti pidi¨¦ndote perd¨®n: ¡°Estar¨¢s cansado ya de esto¡±. T¨² est¨¢s sentado a la sombra, atendido si quieres agua o cerveza, vendiendo libros, o sea ganando dinero, y tus lectores de pie, al sol si se trata de una feria del libro, dej¨¢ndose el dinero en tu trabajo, y hay quien te pide disculpas.
Hace unos meses estuve en Valdebebas para entrevistar a Toni Kroos en Icon. El protocolo es severo. Se te cita horas antes (m¨¢s a¨²n al equipo de fotograf¨ªa y v¨ªdeo) y luego, por supuesto, el futbolista puede retrasarse por cualquier contratiempo (raro es que no lo haga). Al final uno pierde la ma?ana por un ratito ¨C¨Cmedia hora cronometrada¨C¨C de trabajo efectivo. Al salir del recinto, ya en la carretera, me encontr¨¦ a un grupo de japoneses con unas pancartas en las que escribieron los nombres de sus ¨ªdolos. Quiz¨¢ de vacaciones en Espa?a, y se van a perder una ma?ana de mayo all¨ª (si ni siquiera los que tenemos cita con los futbolistas sabemos exactamente cu¨¢ndo los veremos, imaginen los aficionados calculando a qu¨¦ hora ver¨¢n sus coches). Hay gente, y la hay todos los d¨ªas, que coge el transporte p¨²blico o su propio coche, se planta en una carretera y echa la ma?ana all¨ª. Deber¨ªa ser desesperante para ellos, pero est¨¢n ilusionados y no se les cae la sonrisa boba de la cara; deber¨ªa ser ilusionante para los futbolistas, pero salen sin dirigirles la mirada. Es, en cualquier caso, la expresi¨®n m¨¢s cruel y hermosa de lo que significa el f¨²tbol y su implacable poder: esos aficionados que se suben al coche para volver a casa sin ser saludados por sus ¨ªdolos, estar¨¢n al d¨ªa siguiente gritando el nombre del jugador con su camiseta puesta.
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