El ojo del cronista
Los lectores se acercan a las cr¨®nicas deportivas con un exceso de im¨¢genes en la retina, tras haber seguido el partido por una pantalla. Al cronista s¨®lo le queda una opci¨®n para atraer la atenci¨®n: su punto de vista
Los lectores, hoy, se acercan a las cr¨®nicas deportivas de los diarios con un exceso de im¨¢genes en la retina. Es probable que hayan seguido el partido por una pantalla; que, una vez terminado, hayan repasado las jugadas m¨¢s importantes; incluso puede que las redes sociales hayan seleccionado para la audiencia detalles y curiosidades. Al cronista, entonces, s¨®lo le quedar¨¢ una opci¨®n para atraer la dispersa atenci¨®n del p¨²blico. Eso s¨ª, ser¨¢ una opci¨®n personal e intransferible, ¨²nicamente al alcance de sus manos: su punto de vista. El buen profesional ofrecer¨¢ una idea ¡ªde esas que escasean¡ª sobre la que pivotar¨¢ todo el texto. Una idea acompa?ada de argumentos y memoria, de tal manera que ofrezcan al lector un plano de situaci¨®n para entender. As¨ª, la audiencia podr¨¢ disfrutar de una forma diferente de unos hechos que ya ha vivido. Lo har¨¢ a trav¨¦s de los ojos y el pensamiento de otra persona.
El brasile?o Nelson Rodrigues fue periodista y escritor. Relat¨® la victoria de su selecci¨®n en los mundiales de 1958, 1962 y 1970. Tambi¨¦n el Maracanazo del a?o 50 ¡ª¡±el rev¨¦s no lo sufrieron once individuos, sino que fue el fracaso del hombre brasile?o¡±¡ª. A la sombra de las botas inmortales (D¨ªas contados), recoge cr¨®nicas de f¨²tbol de Rodrigues que abarcan el periodo 1955-1970. La edici¨®n incluye interesantes prefacios que ayudan a entender la figura del escritor y la fuerza de la selecci¨®n brasile?a de la ¨¦poca, que se qued¨® grabada para siempre en la memoria sentimental de los hinchas del balompi¨¦. Dichos prefacios los firman Simon Kuper, Sergi P¨¤mies, Alfredo Rela?o, Jorge Valdano, Enrique Vila-Matas, Juan Villoro y Jos¨¦ Miguel Wisnik.
Las cr¨®nicas de Rodrigues tienen mucho de aficionado. Son excesivas en la victoria y en la derrota ¡ªciclot¨ªmicas, igual que las gradas¡ª, est¨¢n regadas de adjetivos, de tesis de la ¨¦poca, de pasi¨®n y de nostalgia del f¨²tbol de anta?o cuando apenas hab¨ªa f¨²tbol de anta?o. Presentaba a los ¨ªdolos de una forma original. Atizaba con finura a lo que ¨¦l llamaba la ¡°gente elegante¡±. Diseccionaba el alma de su pa¨ªs a partir del f¨²tbol. Contrario a la correcci¨®n y muy cr¨ªtico con la sociedad, ten¨ªa cierta querencia a la provocaci¨®n a trav¨¦s de la loa ir¨®nica a los ¨¢rbitros corruptos, la exaltaci¨®n de las palabras malsonantes como indisociables del juego o sentencias como aquella de que ¡°al brasile?o no le gustan los brasile?os¡±. Hincha del Fluminense, convocaba incluso a los muertos a los partidos importantes ¡ª¡±la muerte no exime a nadie de los deberes con su club¡±¡ª. Dej¨®, adem¨¢s, una sentencia prof¨¦tica para cuando el concepto de ¡°anta?o¡± ya se pod¨ªa aplicar con soltura en el f¨²tbol: ¡°ay de un club que no cultive sus nostalgias¡±.
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