Psic¨®logo de la viveza
Bilardo ten¨ªa un sentido pragm¨¢tico que, en ocasiones, lo arrastraba hasta m¨¢s all¨¢ de los l¨ªmites ¨¦ticos.
Ya que est¨¢n de moda, hablemos de los ¨¢rbitros. Tipos, como usted o como yo, narcisistas, influenciables, contradictorios¡ Los hay d¨¦biles, que respetan la voluntad de la mayor¨ªa, y los hay valientes, virtud que cuando se exhibe, toca extremos chulescos. En general son buena gente, pero la psicolog¨ªa de la masa acepta con desgana cualquier decisi¨®n que tomen. Los ¨¢rbitros, pobres, no tienen hinchada propia.
Para sacar ventaja ante la autoridad arbitral se ha empleado dinero, el m¨¦todo m¨¢s burdo y corrupto; el miedo, al que hay muchas formas de convocarlo; o la astucia, que es un atajo simp¨¢tico que toma la inteligencia para influir.
En este ¨²ltimo grupo hay personajes h¨ªmnicos. Carlos Salvador Bilardo es uno de ellos. Le debe su celebridad tanto a sus t¨ªtulos como a su personalidad algo estrafalaria. Un hombre detallista hasta lo obsesivo, austero, supersticioso y con un sentido pragm¨¢tico que, en ocasiones, lo arrastraba hasta m¨¢s all¨¢ de los l¨ªmites ¨¦ticos.
Pod¨ªa ser burdo o fino para sacar ventaja. Tan capaz de decirle al m¨¦dico de su equipo que a los adversarios hay que pisarlos cuando al pobre hombre se le ocurri¨® atender a un rival que cay¨® lesionado cerca del banco de suplentes, como de aplicar sofisticados mecanismos psicol¨®gicos para obtener un peque?o beneficio en un partido. Ese era el mejor Bilardo.
En el Mundial de M¨¦xico, al terminar un partido de la fase de clasificaci¨®n, est¨¢bamos en el vestuario festejando el triunfo con una felicidad infantil y apareci¨® Bilardo como un pose¨ªdo:
- Valdano, ¡ªme dijo¡ª dame tu camiseta.
- ?Y eso? ¡ªpregunt¨¦.
- Me la pidi¨® Arppi Filho.
- ?Y ese qui¨¦n es?
- Un ¨¢rbitro brasile?o.
Le dije que si ped¨ªa mi camiseta en un equipo en el que jugaba Maradona era un desubicado, pero la cosa no estaba para bromas:
- Dame, dame, dame¡
Ansioso como era me quit¨® la camiseta de un tir¨®n y El Gringo Giusti, magn¨ªfico compa?ero de equipo que estaba en quinto de Bilardolog¨ªa, cerr¨® el cap¨ªtulo:
- No te preocup¨¦s, que algo va a sacar a cambio.
Recib¨ª el comentario con indiferencia, sin saber muy bien c¨®mo interpretarlo, porque no pod¨ªa imaginar qu¨¦ tipo de ventaja puede sacar un entrenador regalando la camiseta de un jugador.
El Mundial avanz¨® con emociones fuert¨ªsimas y 20 d¨ªas despu¨¦s de aquel episodio nos ganamos el derecho a jugar la final del Mundial. Nunca, ni como jugador ni como entrenador ni como comentarista, me desvelaron los ¨¢rbitros, pero en aquella ocasi¨®n la designaci¨®n me arranc¨® una sonrisa: el ¨¢rbitro del partido ser¨ªa el se?or Arppi Filho. Ocupado como estaba con todos los miedos que acechan antes del partido de tu vida, no le di importancia.
Pero Bilardo era un hombre que consideraba cr¨ªtica cualquier insignificancia de la que pudiera sacar una peque?a ventaja y conoc¨ªa a fondo el alma humana, de modo que aqu¨ª encontr¨® una oportunidad a su medida. El d¨ªa de la Final, antes de jugar el partido en la pizarra, empez¨® su charla t¨¦cnica con una recomendaci¨®n que defini¨® su perfil y le dio la raz¨®n a mi compa?ero Bilard¨®logo:
- El ¨²nico que le reclama al ¨¢rbitro es Valdano. Hay que ser muy hijo de puta para sacarle tarjeta amarilla a un jugador que te ha regalado su camiseta.
As¨ª que aquel d¨ªa, entre mis pesadas misiones futbol¨ªsticas, estuvo la de acosar a Arppi Filho, por otra parte, gran ¨¢rbitro, durante todo el partido. Como hab¨ªa previsto nuestro insuperable psic¨®logo de la viveza, sin consecuencias disciplinarias. Al rev¨¦s, mi amigo Arppi recibi¨® mis protestas con una sorprendente amabilidad.
Puedes seguir a EL PA?S Deportes en Facebook y X, o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.