Las trampas de Bilardo
Maradona retrata al ex seleccionador argentino con su confesi¨®n sobre el somn¨ªfero que pusieron en el agua a los brasile?os en Italia 90
El desliz o la imprudencia de Diego Maradona, que, en un recuento de an¨¦cdotas en un programa de televisi¨®n, revel¨® a la luz p¨²blica una historia conocida en la penumbra de los vestuarios -el masajista de Argentina dio de beber al defensa Branco, de Brasil, agua en la que se hab¨ªa disuelto un somn¨ªfero en el momento en que se interrumpi¨® el juego en un partido del Mundial de Italia 90-, permiti¨® descubrir la verdadera cara de Carlos Bilardo, el entrenador responsable de aquella acci¨®n. No fue la primera ni la ¨²ltima de las suyas.
Ya en 1977, el Toto Juan Carlos Lorenzo, t¨¦cnico del Boca Juniors, que deb¨ªa disputar en Colombia la ida de la final de la Copa Libertadores frente al Deportivo Cali, hac¨ªa abrir en la mesa, delante de ¨¦l, las botellas de gaseosa y agua que tomar¨ªan los jugadores en las comidas porque tem¨ªa que Bilardo, entonces preparador del Cali, sobornara a los ayudantes de la cocina para que les pusieran "algo" en la bebida. La noche previa al encuentro, cuando el Boca hizo un entrenamiento a puerta cerrada para ensayar la t¨¢ctica, Bilardo fue sorprendido por un reportero gr¨¢fico trepado a un port¨®n del estadio. A la noche siguiente, el campo apareci¨® encharcado en los sitios por los que se desplazaban los jugadores m¨¢s t¨¦cnicos del Boca. Y no hab¨ªa llovido. Hasta hace dos temporadas, cuando volvi¨® a dirigir al Estudiantes de La Plata tras fracasar en el Boca y retirarse de la actividad, Bilardo ordenaba todav¨ªa inundar ciertos sectores si consideraba, por ejemplo, que el rival remataba bien los saques de esquina.
El entrenador debe "estar en todo", seg¨²n su manual, porque "el f¨²tbol es para los vivos"
Todas sus ma?as, como despertar a un jugador en la mitad de la noche para preguntarle a qui¨¦n deb¨ªa marcar al d¨ªa siguiente o la de recomendar a las esposas que obligaran a sus maridos a hacer el amor acostados, debajo de ellas, para que no se desgastaran f¨ªsicamente, formaban parte de su manual del entrenador que deb¨ªa "estar en todo" porque, seg¨²n explicaba, "el f¨²tbol es para los vivos".
Pero el f¨²tbol, un deporte tan democr¨¢tico que permite jugar en igualdad de condiciones a pobres, ricos, altos, bajos, gordos y flacos y da oportunidad de destacarse a todos, tiende adem¨¢s con el tiempo a ser justo en el reparto de los triunfos y las derrotas. Tal vez sean esas condiciones, la justicia y la verdad, las que constituyen parte de su belleza como espect¨¢culo y las que avivan el fuego de la pasi¨®n entre los aficionados. Salvo que alguien, alguno de los protagonistas del juego o de la organizaci¨®n, haga trampa. Bilardo fue siempre uno de ¨¦sos, alguien que no tuvo reparos ¨¦ticos ni respet¨® los l¨ªmites reglamentarios en la persecuci¨®n del objetivo que nunca ocult¨®: "Lo ¨²nico que importa es ganar".
Los ¨¦xitos conseguidos primero como jugador del m¨ªtico equipo del Estudiantes que entrenaba su maestro, Osvaldo Zubeld¨ªa, y luego como entrenador tambi¨¦n del Estudiantes y de la selecci¨®n argentina que gan¨® el Mundial de M¨¦xico 86 y disput¨® la final del de Italia 90, llevado siempre de la mano por Maradona, dieron fama y trascendencia internacional a alguien que no se merec¨ªa tanto. De no suceder alg¨²n imprevisto, Bilardo iba a quedar en la historia como "el adelantado t¨¢ctico" que ¨¦l cree ser bajo la m¨¢scara de incoherente, alienado y obsesivo con la que se disfraza y no como el mediocre vendedor de quincalla que es.
A Roberto Perfumo, considerado como el mejor defensa central del f¨²tbol argentino, se le recuerda adem¨¢s por una formidable patada que le tir¨® a Bilardo durante un Estudiantes-Racing a finales de los a?os 60. El partido se retransmit¨ªa por televisi¨®n y la imprevista reacci¨®n de Perfumo, que no lleg¨® a tocar a Bilardo a pesar de que le lleg¨® con su pie casi hasta el ment¨®n, provoc¨® su inmediata expulsi¨®n. Perfumo explic¨® que en ese momento de furia le habr¨ªa "partido por el medio". Un deseo compartido por todos sus rivales de entonces. Bilardo, como capit¨¢n del Estudiantes, junto con otros l¨ªderes, se dedicaban a averiguar asuntos personales de sus adversarios. Al portero del Racing le preguntaban con qui¨¦n estar¨ªa en ese momento su esposa, a la que llamaban por su nombre. El episodio m¨¢s dram¨¢tico sucedi¨® con Bernao, m¨ªtico puntero derecho del Independiente, al que se le hab¨ªa disparado su arma en una partida de caza. El accidente caus¨® la muerte de un compa?ero. En el partido siguiente los jugadores del Estudiantes se turnaban: "Asesino, mataste a tu amigo y segu¨ªs jugando al f¨²tbol". Todo les serv¨ªa. Echaban tierra a los ojos de los porteros en los saques de esquina a favor, pinchaban con alfileres, manipulaban al ¨¢rbitro... Los buenos jugadores, como Juan Ram¨®n Ver¨®n, padre de la brujita Juan Sebasti¨¢n, o el defensa Ra¨²l Madero, el m¨¦dico de aquel equipo argentino que jug¨® frente al brasile?o en 1990, marcaban la diferencia de calidad y el Estudiantes logr¨® tres Copas Libertadores y la Intercontinental. Hasta que el ciclo termin¨® tras una violenta final contra el Milan, en 1970, cuando tres jugadores del Estudiantes acabaron en la c¨¢rcel.
Las trampas de Bilardo no le habr¨ªan valido como seleccionador de Argentina ni en competiciones internacionales. Pero el destino le puso en las manos a Maradona en su plenitud. Todos los jugadores que llev¨® al Mundial de 1986 coinciden en que el equipo lleg¨® en p¨¦simas condiciones an¨ªmicas. "Ya hab¨ªamos ganado el primer partido, frente a Corea, y, aun as¨ª, en una reuni¨®n posterior, si hubieran puesto pasajes de regreso a Buenos Aires sobre una mesa, nos habr¨ªamos matado por ver qui¨¦n se quedaba con uno", relata Jorge Valdano. Nadie soportaba a Bilardo. Pero jugaba Maradona, el equipo ganaba y se fortalec¨ªa.
En 1990 la situaci¨®n era a¨²n m¨¢s delicada. Maradona ya consum¨ªa coca¨ªna y, a pesar de su ingreso previo en una cl¨ªnica especializada, no estaba bien. Adem¨¢s, le pegaron demasiado y al tercer partido ten¨ªa ya el tobillo como una bola de tenis. Bilardo no pensaba en cuidarle. Quer¨ªa que jugase y le ordenaba infiltraciones de calmantes. En los cuartos de final, el 24 de junio de 1990, se disputaba el cl¨¢sico con Brasil y la derrota podr¨ªa ser hist¨®rica con Maradona en esas condiciones. Bilardo no sab¨ªa c¨®mo parar los tiros francos de Branco, el lateral brasile?o. Entonces recurri¨® a la trampa. Seg¨²n Maradona, "alguien pic¨® un Royphnol [un sedante] en el bid¨®n y se pudri¨® todo".
Jos¨¦ Basualdo, ex internacional argentino y ahora entrenador de Universitario de Per¨², confirm¨® la versi¨®n de Maradona: "La historia es cierta. Nos acercamos y Gal¨ªndez nos dio unos bidones. Yo tom¨¦ de otro. Pero Branco se llev¨® el que ten¨ªa la sustancia somnolienta. Justo ¨¦l, que ejecutaba los tiros libres". Pero no todos estaban implicados. Al vasco Julio Olarticoechea, marcador lateral, uno de los enterados le advirti¨®: "?No, no tom¨¦s de ¨¦se. Tom¨¢ del otro!".
Miguel di Lorenzo, un personaje inocente, c¨®mico, obediente, a quien todos conocen como Gal¨ªndez por el parecido con un ex boxeador campe¨®n mundial y que ya divert¨ªa a Maradona cuando se lo llev¨® de masajista personal a Barcelona en 1982, tuvo que conceder una rueda de prensa ante las acusaciones. El actual masajista del San Lorenzo lo neg¨® todo: "Lazaroni, el entrenador de Brasil, ensuci¨® a Bilardo; a Madero, el m¨¦dico; a gente respetable. Y a m¨ª. No le di nada a Branco ni a ning¨²n jugador de Brasil. Del mismo bid¨®n tomaron Giusti, Burruchaga... Y no les pas¨® nada. Y a vos, Branco, te digo que, si saliste mareado de tu vestuario, ?qu¨¦ culpa tengo yo? Si te llego a dar veneno, no termin¨¢s (...) Fue una broma de Diego".
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