Imagina ganar as¨ª
Con nuestros abuelos en la memoria, agarraremos a nuestros hijos de la mano en direcci¨®n a la r¨ªa de Bilbao
Imagina que eres seguidor de un viejo club de f¨²tbol. Tan viejo, tan antiguo que vive rebosante de historia, de inmensos nombres propios del pasado, de legendarias delanteras recitadas de memoria por tus abuelos y por tus padres, de porteros gigantes que tus mayores todav¨ªa equiparan al tama?o de Lev Yashin, la m¨ªtica ara?a negra. Imagina que ese club se construye alrededor de una idea o, si lo prefieres, de una filosof¨ªa innegociable. Todos los jugadores y jugadoras que forman parte de ¨¦l, en todas las categor¨ªas, tienen un elemento com¨²n, algo que ver entre todos ellos, un v¨ªnculo emocional significativo que les une y les define; todos pertenecen a un mismo territorio y a un mismo espacio cultural. O han nacido o se han formado dentro de tu mismo territorio f¨ªsico.
Imagina ahora que en ese viejo club del que eres seguidor, el v¨ªnculo de transferencia emocional entre generaciones no se renueva por la posici¨®n alcanzada en la tabla en una temporada concreta. Tampoco por uno u otro t¨ªtulo conquistado. Mucho menos, por los nombres escritos en ne¨®n de fichajes estelares procedentes de lugares lejanos. No, en ese club las transferencias emocionales de padres a hijos, de abuelos a nietos, se mantienen intactas a trav¨¦s de ese factor de proximidad que act¨²a como reflejo, intangible y misterioso, de lo que fuimos originariamente. Ni?os que jugaban al bal¨®n con otros ni?os que se parec¨ªan mucho a nosotros, que se sentaban a nuestro lado en clase o que viv¨ªan en nuestro mismo barrio. Ni?os que jug¨¢bamos en nuestra misma calle o en el patio de nuestro colegio con ni?os iguales a nosotros.
Existe un club as¨ª. Se llama Athletic Club y se fund¨® entre un gimnasio y un caf¨¦ de Bilbao en el a?o 1898. M¨¢s de 120 a?os despu¨¦s, contin¨²an jugando en ¨¦l ni?os que se parecen entre s¨ª. Ah¨ª es donde este viejo club sit¨²a su trofeo m¨¢s importante, en demostrar como posible un planteamiento constante a lo largo de contextos hist¨®ricos tan cambiantes, de tiempos tan distintos y de ¨¦pocas tan dispares. Especialmente, en esta ¨²ltima, donde la globalizaci¨®n del f¨²tbol es ya plena y las se?ales de su profunda mercantilizaci¨®n cada vez m¨¢s evidentes. Sin embargo, contin¨²a habiendo un lugar donde hay una idea que no est¨¢ en venta; todos los jugadores que juegan en ese equipo nacieron o se formaron all¨ª.
Ahora, imagina alcanzar la gloria desde esa idea innegociable y en este contexto del f¨²tbol actual. Volver a ganar desde la autolimitaci¨®n que supone jugar solo con jugadores nacidos en Euskadi y Navarra o formados en categor¨ªas inferiores en ese ¨¢mbito territorial.
Cuando los nuevos c¨®digos de este deporte aparentaban hacer imposible algo as¨ª para esta rareza del f¨²tbol que es el Athletic, este alcanza el cielo de uno de los t¨ªtulos grandes cuarenta a?os despu¨¦s de la ¨²ltima vez que lo consigui¨®.
Veremos de nuevo la r¨ªa de Bilbao atravesada de traineras y remolcadores, de barcos de recreo y de zodiacs escoltando una vieja gabarra azul. Lo har¨¢n para marcar de nuevo la infancia de las nuevas generaciones de ni?as y ni?os de Bilbao que ya nunca olvidar¨¢n lo que van a vivir. En muchos de nuestros casos, ya no est¨¢n los abuelos que nos llevaron de la mano en aquel inolvidable d¨ªa de 1984. Ocupar¨¢n nuestra memoria en el mismo instante en que agarremos de la mano a nuestros hijos en direcci¨®n a la r¨ªa del Nervi¨®n para ver, de nuevo, esa vieja barcaza con jugadores a bordo que tampoco estuvieron entonces porque todav¨ªa no hab¨ªan nacido. Una plantilla que, por derecho propio, configura ya una de las mejores de la historia del club. El mejor portero titular y seguramente, el mejor portero suplente de Espa?a. Una defensa con Vivian, Yeray y Paredes, acompa?ados de laterales de la talla de Yuri Berchiche y leyendas como ?scar de Marcos. Un centro del campo como no se recuerda en Bilbao, con Be?at Prados y Ruiz de Galarreta, acompa?ados de Mikel Vesga, Dani Garc¨ªa o Ander Herrera. Y una delantera para los futuros libros de historia, con Guruzeta, Oihan Sancet y Nico Williams ?¡ªqu¨¦ barbaridad de partido dej¨® en el estadio de La Cartuja¡ª junto a su hermano I?aki y los recambios de Berenguer, Villalibre, Unai G¨®mez, Iker Muniain y Ra¨²l Garc¨ªa. Juntos, y a las ¨®rdenes del mayor responsable de todo esto, un maestro llamado Ernesto Valverde, han escrito una nueva p¨¢gina gloriosa en la historia centenaria de un club ¨²nico.
Lo han hecho tras un recorrido perfecto a lo largo de toda la competici¨®n, con cruces para el recuerdo ante rivales temibles como el del FC Barcelona en cuartos o como la semifinal ante el Atl¨¦tico de Madrid. Lo han hecho en una Sevilla inundada de seguidores del Athletic, miles y miles que la pintaron de rojo y de blanco y que llenaron tres cuartas partes del estadio de La Cartuja en un ambiente impresionante, de emociones desbordadas y de piel de gallina.
El Athletic sali¨® bien plantado desde el principio, a pesar de algunas se?ales de nerviosismo en la primera mitad y del Gol del Mallorca. Con el descanso, todo cambi¨®. El juego empez¨® a dar de nuevo se?ales del nivel alcanzado a lo largo de la competici¨®n. Y lleg¨® el gol de Sancet. Y con ¨¦l, el empate. Y con el empate, la pr¨®rroga. Y despu¨¦s, los penaltis. Con un estadio entero conteniendo el aliento. Un bal¨®n, otro, otro¡ Da igual c¨®mo fueran. No se puede describir lo indescriptible.
Y el Athletic se llev¨® el t¨ªtulo en una tanda de penaltis que quedar¨¢, por muchos a?os, en la retina de todos. No se puede olvidar lo inolvidable.
As¨ª queda escrita una nueva p¨¢gina en la historia de este equipo campe¨®n. Todo empez¨® a finales del Siglo XIX. Un bal¨®n salta de un barco de marineros brit¨¢nicos en la campa de los ingleses, en los terrenos que ahora ocupa un famoso museo en Bilbao. Y desde ah¨ª, paso a paso, a?o a a?o, hasta el estadio de la Cartuja en Sevilla y una inolvidable noche de abril de 2024. Y por encima de todo, el trofeo m¨¢s importante, el de una historia singular y extraordinaria, ¨²nica en el mundo.
Imagina sentir que esa historia, la que un d¨ªa te cont¨® tu abuelo cuando eras un ni?o se mantiene intacta m¨¢s de 120 a?os despu¨¦s. Y que es exactamente la misma que ahora le contar¨¢s t¨² a tu hijo: ¨¦rase una vez una ciudad del norte en la que hab¨ªa un viejo club de f¨²tbol donde todos los ni?os que jugaban se parec¨ªan entre s¨ª¡
Imagina ganar as¨ª.
Eduardo Madina es socio de estrategia de la consultora Harmon y ex diputado socialista por Bizkaia en el Congreso de los Diputados.
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