Fuimos testigos del milagro
La remontada del Bar?a ante el PSG en 2017 fue un fen¨®meno sobrenatural. Uno de esos sucesos en los que para siempre recordamos d¨®nde y con qui¨¦n est¨¢bamos cuando ocurrieron
Algunos sucesos son capaces de marcar a fuego una fecha en las vidas de quienes fueron testigos de su potencia. La fuerza que entra?an atentados, muertes o tragedias para devolvernos tiempo despu¨¦s a aquel instante es inigualable. Todo el mundo recuerda qu¨¦ hac¨ªa o con qui¨¦n estaba el 11-S. O d¨®nde le pill¨® el 11-M. En Italia sucede algo parecido con la tarde del 23 de mayo de 1992, cuando la Cosa Nostra asesin¨® al juez Giovanni Falcone. Pero tambi¨¦n puede viajarse en el tiempo de forma menos dolorosa a trav¨¦s de la emoci¨®n inexplicable de alg¨²n milagro laico. Yo acababa de llegar a Roma y aquella noche termin¨¦ viendo el partido en un bar del Trastevere con unos amigos y con el escritor y periodista Mart¨ªn Caparr¨®s. No hab¨ªa muchas posibilidades de obtener demasiado en la cancha, as¨ª que con poder conocerle a ¨¦l, que escrib¨ªa una cr¨®nica del partido para The New York Times, estaba amortizada la noche. Lo que ocurri¨® 96 minutos despu¨¦s, hasta el sexto gol marcado por Sergi Roberto, sigue siendo inexplicable.
El PSG era ya entonces todo lo que uno puede detestar del f¨²tbol moderno y el culpable de la obscena inflaci¨®n en el mercado de fichajes. Encarnaba tan bien el papel de supervillano, que el a?o que se cruz¨® en Champions con el Real Madrid algunos deseamos en secreto y por primera vez en nuestras vidas que la victoria se quedase en el Bernab¨¦u. El equipo parisino ¨¦ramos nosotros comprando ropa por Internet sin ton ni son y devolvi¨¦ndola luego porque no nos queda como al modelo de la foto. Todo lo que se agenciaron durante una d¨¦cada gast¨¢ndose alrededor de 1.700 millones de euros ni le favorec¨ªa ni le sirvi¨® para el ¨²nico prop¨®sito que ten¨ªa Qatar: ganar la Champions. Su defecto encarnaba tambi¨¦n la virtud del f¨²tbol: nunca podr¨ªan comprarse un equipo de verdad. Por eso aquel cortocircuito tambi¨¦n sab¨ªa mejor. Y por eso ahora escuece comprobar que lo ¨²nico con sentido que se han agenciado en ese cat¨¢logo que ojea Nasser Al-Khela?fi cada verano es lo que ten¨ªamos nosotros en el banquillo la noche del 6-1.
La llegada de Luis Enrique humaniza al PSG y lo ha convertido casi por primera vez en la ¨²ltima d¨¦cada en algo parecido a un equipo. Juegan, ganan, pierden y tambi¨¦n sufren. Pero hay un sentido colectivo. Y Mbapp¨¦, con los dos pies fuera del club, es el ¨²ltimo mohicano de esa compulsiva obsesi¨®n por comprar estrellas. No est¨¢ claro si eso es lo que quer¨ªa la monarqu¨ªa de Qatar cuando lo fich¨®. Ni cuando se obsesion¨® un verano tras otro con el Bar?a, comenzando una guerra que resolvi¨® cada mes de agosto con la chequera: ya fuera evitando la marcha de algunas de sus estrellas como Marquinhos o Verratti, o contraatacando con la compra de Neymar, que probablemente jug¨® el mejor partido de su vida la noche del 6-1, tirando del carro y marcando goles y asistencias definitivas (el pase en el ¨²ltimo segundo a Sergi Roberto fue tambi¨¦n suyo). Pero da la sensaci¨®n que hoy nadie discutir¨ªa su victoria.
Lo que recordaremos hasta que empiece el partido del mi¨¦rcoles en el Parque de los Pr¨ªncipes, en cambio, ser¨¢ que en el minuto 86:47 del encuentro en el Camp Nou, el Bar?a le ganaba 3-1 y no le alcanzaba para pasar. Necesitaba tres goles m¨¢s que fueron llegando con truenos en una tormenta. Lo que sucedi¨® aquella noche fue tan impropio de la naturaleza cul¨¦ que, cuando terminaron las entrevistas a pie de campo, ni siquiera pensamos en irlo a celebrar. Salimos casi en silencio del local del Trastevere donde hab¨ªamos visto el partido y nos fuimos todos a casa. Debe ser aquello del fil¨®sofo Wittgenstein: ¡°De lo que no se puede decir nada, mejor es callar¡±.
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