Derechos de autor por celebrar un gol
En cada partido todo el mundo querr¨¢ ense?ar su ¨²ltima tendencia en celebraci¨®n, y pronto los jugadores empezar¨¢n a festejar tambi¨¦n sus asistencias
Necesitaba el Madrid despejar as¨ª un partido antes de Navidad, entre bombazos y jugadas de tiral¨ªneas, para aplazar la en¨¦sima disoluci¨®n del club de las dos mil crisis por minuto, ya con dos t¨ªtulos internacionales y el liderato a punto de nieve. La vida da muchas vueltas pero menos de las que pensamos, y a veces las da para pararse en el mismo n¨²mero.
Contra el Sevilla despacharon el partido Mbapp¨¦ y Valverde, dos goles muy parecidos con virtudes casi id¨¦nticas: los dos pueden armar el ca?¨®n sin apenas espacio, sin gran recorrido de pierna; m¨¢s que patear, parecen apretar un bot¨®n. El golazo del franc¨¦s tuvo m¨¢s m¨¦rito: un bal¨®n quieto a su vera, un giro de pie monstruoso con el cuerpo medio echado. No le hizo falta ni colocar la pelota: el trallazo fue letal incluso para el espectador, que se qued¨® a duras penas con la estela de la trayectoria. Valverde, por su parte, culmin¨® una jugada de laboratorio que tuvo en su celebraci¨®n el reparto de responsabilidades, con el banquillo agitado por el ¨¦xito.
Comenz¨® oficialmente el lent¨ªsimo alargue de los d¨ªas, y el Madrid ejecut¨® los mejores minutos de la temporada. Sin su mejor jugador, Vinicius sancionado, pero con el bal¨®n corriendo de un lado a otro como en un pinball enloquecido. Falta hac¨ªa que al Madrid le apeteciese empezar a mover el culo del centro del campo, ponerse a jugar y a dominar los partidos con la clarividencia con que los dominan tipos como Brahim, Bellingham y Ceballos (que a d¨ªa de hoy es imprescindible).
Hubo en alg¨²n momento, sobre todo con el partido encauzado, ejercicios solitarios de ego¨ªsmo en el ¨¢rea rival. Pocos e intrascendentes. Quiz¨¢ tenga que ver (teor¨ªa disparatada, pero se acerca Nochebuena) con la patente de marca de las celebraciones de gol. Ya todo el mundo tiene una. Rodrygo hace una cosa con la mano sobre su cara que es la que hago yo cuando bailo dos o tres veces al a?o canciones irreproducibles. Mbapp¨¦ se cruza de brazos como Nines de La que se avecina. Vini est¨¢ ensayando una en la que se tapa los ojos y dispara (nadie le ha dicho provocador a¨²n: bailar, mal; abrir fuego contra el p¨²blico, elegante). Brahim hace gestito de ¡°qui¨¦n sabe¡± o ¡°aqu¨ª estoy yo¡± ir¨®nico que ayer casi olvida pero se lo record¨® Mbapp¨¦. Y Bellingham ya sabemos: el m¨¢s ic¨®nico e imponente, por detr¨¢s de Cristiano Ronaldo.
La cosa es que esto se nos va a ir de las manos (Dani Olmo ha registrado en la Oficina de Propiedad Intelectual de la Uni¨®n Europea su celebraci¨®n de se?alar el reloj en la mu?eca, as¨ª que cada vez que queramos saber la hora, hay que hacerle un bizum) y en cada partido todo el mundo querr¨¢ ense?ar su ¨²ltima tendencia en celebraci¨®n, incluso no descartemos que cobre por hacerla. El problema se solucionar¨¢ cuando los jugadores empiecen a celebrar sus asistencias, incluso a celebrarlas con m¨¢s euforia que los goles. Y las preasistencias, que ya he le¨ªdo por ah¨ª el t¨¦rmino. Y as¨ª hasta ¡ªperdonen el ataque de vejez y odiofutbolmodernismo¡ª convertir el deporte de equipo m¨¢s popular del mundo en otra ins¨®lita competencia de individual¨ªsimos egos. Ya, exagero. Pero qu¨¦ pesadilla ahora aguantar los ataques de ingenio de quien marca un gol y no puede saltar levantando los brazos, o correr como un loco sin saber qu¨¦ hacer, porque no est¨¢ de moda. Reaccionar como un ni?o (sin planes, espont¨¢neo, locura absoluta) siempre est¨¢ de moda.
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