Todos sabemos qu¨¦ le ocurre al Manchester City (menos Guardiola)
Es muy goloso, por ejemplo, culpar de todo a la ausencia desafortunada de Rodrigo, ?qui¨¦n no lo ha hecho alguna vez?
![Pep Guardiola (izquierda) tras el segundo gol del Real Madrid.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/WE6FE6W2RJQLV33I44FAOJDK7A.jpg?auth=ad8bfc0007f5bc258e1ebda3298ee2799f7eab0f3e60d80001cfe81deffca9e7&width=414)
Nadie sabe con exactitud qu¨¦ le pasa al Manchester City, por m¨¢s que cada cual tenga su propia opini¨®n y la comparta a los cuatro vientos sin ning¨²n tipo de reparo. El f¨²tbol, adem¨¢s de la m¨¢s importante de las cosas menos importantes (como bien dijo Arrigo Sacchi en una ocasi¨®n y ahora repetimos varios millones de personas casi a diario), tambi¨¦n es un trampol¨ªn desde el que cualquiera se atreve a saltar porque son pocos los llamados a comprobar si en dicha piscina queda agua. Guardiola es uno de ellos. Y puede que ni ¨¦l mismo sepa qu¨¦ le ocurre a este equipo suyo que parec¨ªa volar al comienzo de la temporada para derretirse ahora, partido tras partido, como una tapa de bol¨ªgrafo al calor de una vela.
Yo no s¨¦ qu¨¦ le ocurre al City de Guardiola, aunque a veces afirme lo contrario. A cambio de dinero dice uno muchas cosas. O al calor de un buen asado, que es la base fundamental de la inabarcable verborrea porte?a. Es muy goloso, por ejemplo, culpar de todo a la ausencia desafortunada de Rodrigo, ?qui¨¦n no lo ha hecho alguna vez? No en vano es el mejor centrocampista del mundo, la Marie Kondo del f¨²tbol profesional, el contable que te ahorra disgustos mientras va sumando buenos pases que alejan el caos del ¨¢rea propia y lo desplazan al coraz¨®n del campo rival, la voz de Sir David Attenborough en los documentales de animales. Tambi¨¦n parece factible apuntar al simple, pero mortal, paso del tiempo. Al desgaste, producto de la rutina. Al agotamiento de algunos talentos ¨²nicos y a sus canas bien disimuladas bajo tratamientos car¨ªsimos de bioestimulaci¨®n que pueden enga?ar al ojo humano, pero que ya no le meter¨ªan un gol ni al arco¨ªris.
Razones para esgrimir en debates de cafeter¨ªa existen tantas como entrenadores sin carn¨¦. Y somos legi¨®n. Un equipo de f¨²tbol siempre ser¨¢ un peque?o ecosistema en el que pisar una hormiga (a prop¨®sito, o sin querer) puede hundir el precio del salm¨®n en Noruega hasta empujar a Haaland y Oscar Bobb en brazos de la melancol¨ªa: es solo otro ejemplo. ?nicamente el Real Madrid parece ajeno a estas leyes fundamentales del universo, incapaz de someterse ni a sus propias torpezas y dejando tras de s¨ª tal rastro de infalibilidad que el d¨ªa menos pensado lo declarar¨¢n trino y uno. Para todos los dem¨¢s, no hay en el camino m¨¢s certezas que misterios, de ah¨ª el car¨¢cter prodigioso de todo lo conseguido por los citizens en estos a?os luminosos, incluido un primer amago de los hermanos Gallagher por unirse a la fiesta. Y nunca supimos c¨®mo.
Habr¨¢ quien piense que todo es una cuesti¨®n de dinero, de billete. El hecho de no tenerlo nos hace fantasear con que todo se compra en esta vida, tambi¨¦n el respeto de tus semejantes. Sobre Guardiola y su importancia imperativa en el f¨²tbol moderno habl¨® Ancelotti esta misma semana sin grandes sorpresas: jur¨® que para ¨¦l no hay otro mejor y que enfrentarlo supone, a partes iguales, un placer y un dolor de cabeza. Ocurre que un d¨ªa cesar¨¢ la voz del italiano. O la de Klopp. Y quedar¨¢ el eco, o el martilleo constante, de quienes jam¨¢s cesan en su empe?o por desmerecer al pr¨®jimo, en una extra?a pulsi¨®n todav¨ªa no identificada del todo por la ciencia, embaucadores neutros que dicen conocer los entresijos de cuanto ocurre en cementerios remotos y venden barata la absoluci¨®n, jam¨¢s el remedio: pensar que Guardiola desconoce lo que nosotros sabemos ni siquiera engorda, agarr¨¦monos a eso.
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