El Mundial m¨¢s coherente con el tiempo que vivimos
Cada una de las ¨²ltimas vicisitudes mundiales han colocado a Qatar, pozo sin fondo de gas, en una posici¨®n de extrema fuerza geopol¨ªtica y m¨¢xima garant¨ªa econ¨®mica
En su versi¨®n contempor¨¢nea, el Mundial de f¨²tbol es un fabuloso acontecimiento comercial y pol¨ªtico sostenido por las emociones que procuran los futbolistas desde hace un siglo. Uruguay, un peque?o pa¨ªs de 176.000 kil¨®metros cuadrados, 3,4 millones de habitantes y una ardiente pasi¨®n por el f¨²tbol, organiz¨® en 1930 la primera Copa del Mundo. Qatar, una naci¨®n de 11.500 kil¨®metros cuadrados, 15 veces m¨¢s peque?a que Uruguay, con una poblaci¨®n de tres millones habitantes y sin ning¨²n inter¨¦s por el f¨²tbol hasta hace muy poco, ser¨¢ la sede de esta edici¨®n. No es dif¨ªcil pronosticar que Uruguay nunca m¨¢s albergar¨¢ en solitario el Mundial de f¨²tbol. M¨¢s f¨¢cil es suponer que en alg¨²n momento, no sabemos cu¨¢ndo y en qu¨¦ circunstancias, otro Qatar oficiar¨¢ el torneo.
Un juego que naci¨® a mediados del siglo XIX no deja de fascinar a una audiencia multiplicada exponencialmente por los avances que permiten disfrutar del f¨²tbol sin moverse del sof¨¢. En lo b¨¢sico no ha cambiado. Como en sus inicios, el secreto del f¨²tbol est¨¢ en los futbolistas. Sin ellos, no encuentra sentido nada del gigantesco mundo que les rodea.
Hasta cierto punto, la posici¨®n de los jugadores no se ha modificado en los ¨²ltimos 100 a?os. Sobre las estrellas de entonces, caso de los uruguayos Scarone y Andrade o de los argentinos Ferreira, Stabile y Luisito Monti, y de la rivalidad de sus selecciones, se construy¨® el relato que todav¨ªa preside el f¨²tbol, con otros nombres de figuras: Messi, Mbapp¨¦, Neymar, Kane, Cristiano Ronaldo o Modric. Se les valorar¨¢ con los mismos criterios que entonces. Unos deslumbrar¨¢n, otros decepcionar¨¢n y algunos no dejar¨¢n huella en Qatar.
En cuanto a su responsabilidad, ser¨¢ la misma que hace medio siglo, cuando maravillaban Pel¨¦, Beckenbauer y Cruyff, o en los a?os 30, cuando el espa?ol Ricardo Zamora, el italiano Meazza y el austriaco Sindelar atrapaban la imaginaci¨®n de los hinchas. La diferencia no reside en el papel que cumplen, sino en el desorbitante negocio global que se ha forjado con sus proezas en el c¨¦sped.
Aunque a las estrellas actuales les corresponde algo del impresionante sufl¨¦ mercantil que el f¨²tbol ha elaborado a su alrededor, su funci¨®n en Qatar no ser¨¢ otra que justificar la desmesurada atenci¨®n que alimentar¨¢n durante cuatro semanas. Son los generadores de un negocio cuyos due?os les presentan como una ralea de caprichosos, insolidarios y privilegiados. Del verdadero poder, el que se ventila en las grandes corporaciones del f¨²tbol, los futbolistas rascan muy poco o nada.
El Mundial de Qatar retrata la espl¨¦ndida mala salud del f¨²tbol, un deporte que en sus m¨¢s altas instancias est¨¢ preso de una codicia sin fin, la corrupci¨®n sist¨¦mica ¡ªla plataforma Netflix ofrece en estos d¨ªas un pedag¨®gico recorrido por todas las miserias en la serie Uncovered (Los entresijos de la FIFA)¡ª y la soberbia para considerarse un Estado al margen de la ley, con sede corporativa en Suiza y delegaciones en los para¨ªsos fiscales m¨¢s convenientes del planeta.
El Mundial de Qatar resulta extravagante a los ojos de cualquiera, pero sin duda es el m¨¢s coherente con los tiempos que corren. Ninguno de los esc¨¢ndalos que se han sucedido en el planeta FIFA y alrededores, conflictos que derrumbar¨ªan cualquier otra instituci¨®n, ha percutido de verdad en este Mundial. Al contrario, cada una de las ¨²ltimas vicisitudes mundiales ¡ªpor ejemplo, el desplome financiero mundial en 2008 y las consecuencias energ¨¦ticas de la invasi¨®n rusa en Ucrania¡ª han colocado a Qatar, pozo sin fondo de gas, en una posici¨®n de extrema fuerza geopol¨ªtica y m¨¢xima garant¨ªa econ¨®mica, raz¨®n por la que el prodigioso olfato del f¨²tbol para el dinero acude a un peque?o pa¨ªs del golfo P¨¦rsico y nunca regresar¨¢ al peque?o y muy futbolero Uruguay.
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