Un debate sobre Evangelio y desarme
En el ¨²ltimo Congreso nacional franc¨¦s de Pax Christi se ha puesto una vez m¨¢s sobre el tapete la cuesti¨®n del desarme y de la renuncia a la guerra; pero la noci¨®n misma del desarme es inseparable de la noci¨®n de seguridad, de una naci¨®n o de un bloque de pa¨ªses unidos por una cierta concepci¨®n de la vida que ha de ser defendida y puede ser atacada, de modo que el debate sobre el desarme no pod¨ªa menos de ser antag¨®nico.La imaginaci¨®n queda pr¨¢cticamente desbordada y desafiada cuando los t¨¦cnicos de estad¨ªstica, nos dicen, por ejemplo, que si los presupuestos de guerra se aplicasen a construir carreteras se podr¨ªa leyantar inmediatamente un mill¨®n de kil¨®metros de autopistas. A mil billones de francos nuevos se elev¨® en 1974 el presupuesto b¨¦lico de todos los pa¨ªses, y la Uni¨®n Sovi¨¦tica gast¨® cuatrocientos sesenta y cinco mil millones, frente a trescientos cincuenta mil millones los Estados Unidos en esa preparaci¨®n b¨¦lica. Esto quiere decir que no solamente se est¨¢ preparando minuciosamente el apocalipsis, sino que, adem¨¢s, esa masacre general est¨¢ costando demasiado cara, como si s¨¦ tratase de la utop¨ªa m¨¢s deseable, que ya casi resulta imposible de sostener en su preparaci¨®n.
Seg¨²n la opini¨®n de los t¨¦cnicos pol¨ªticos y militares, estos fabulosos gastos, que cada a?o, adem¨¢s, se multiplican desorbitadamente, puesto que cada a?o tambi¨¦n se perfeccionan y sofistican los armamentos hasta el punto de dejar inservibles los del a?o anterior, han segregado por s¨ª mismos la noci¨®n de detente o de coexistencia pac¨ªfica, de pura supervivencia. Porque no se trata ya de que se tema una guerra, de exterminio total, sino de que no se puede subsistirecon¨®micamente si los gastos b¨¦licos prosiguen su carrera. La m¨¢s c¨ªnica realpolitik coincide, entonces, exactamente con la noci¨®n de detente o de entendimiento.
Pero Pax Christi ten¨ªa, tiene que preguntarse necesariamente no por los aspectos puramente f¨¢cticos de esta terrible cuesti¨®n, sino por su aspecto moral y precisamente a la luz de la ¨¦tica que se deriva de la lectura evang¨¦lica, una ¨¦tica que, naturalmente, no puede hacer otra cosa que propiciar el desarme y decir ?no? a la guerra. Porque, en otro tiempo, la teolog¨ªa cristiana pod¨ªa muy bien distinguir entre guerras justas e injustas y el modo justo o injusto de llevarlas a cabo. Como se?ala Von Weizsaker, esa teolog¨ªa pod¨ªa establecer una diferencia ?entre la moral individual que se inclinaba ante el Serm¨®n de la Monta?a y la moral de la responsabilidad pol¨ªtica que ordenaba la defensa de nuestros semejantes por medio de las armas?, pero despu¨¦s de que han aparecido las grandes armas destructoras at¨®micas y el modo total de hacer la guerra supone el exterminio universal, todo el mundo ha comenzado a mostrarse un tanto esc¨¦ptico, como el diplom¨¢tico norteamericano George F. Kennan, ?respecto al significado de victoria y derrota en relaci¨®n con la guerra moderna entre dos grandes pa¨ªses?. ?A mi modo de ver -continuaba diciendo Kennan-, la derrota es la guerra misma. De todas formas, me parece que hay ocasiones en que no tenemos m¨¢s alternativa que seguir los dictados de nuestra conciencia, confiarnos a la misericordia de Dios y no hacer demasiadas preguntas?.
Pero hay que hacerse preguntas. La necesidad del desarme y de decir ?no? a la guerra est¨¢ ah¨ª, pero tambi¨¦n est¨¢ ah¨ª la necesidad de la defensa. Cuando el P. Mousse, en el mencionado Congreso de Pax Christi, cit¨® las parlabras de Pablo VI respecto al problema: ?Hay que desarmar, pero o bien el desarme concierne a todos o bien es un verdadero delito de falta de defensa?, hubo muchos murmullos en la sala por parte de un auditorio en el que abundaban los no violentos que desear¨ªan un desarme unilateral, probablemente con mejor intenci¨®n que con argumentos, frente a los partidarios de un realismo que no reniega del Evangelio al subrayar la necesidad de la defensa sin negar, por eso, sino promoviendo, al contrario, un desarme conjunto general y controlado, ?que no ser¨¢ posible -como dice la declaraci¨®n final del Congreso- m¨¢s que por un profundo cambio de las conciencias individuales y colectivas y mediante una verdadera organizaci¨®n de la sociedad internacional?. Tal es la tarea, en efecto.
En esta tarea por lo dem¨¢s, los principios cristianos obligar¨¢n a veces a situaciones -problema de venta de armas, por ejemplo- que pondr¨¢n en condiciones de inferioridad a quienes los sustentan. Pero, como escribi¨® el cu¨¢quero Roland H, Bainton, resumiendo el problema de la fuerza y el Evangelio: ??Desde cu¨¢ndo los hombres con escr¨²pulos hemos dejado de estar en desventaja en nuestras relaciones con aquellos que no los tienen?
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