La religi¨®n del amor

La pasi¨®n o fijaci¨®n amorosa de Adele H en el hombre que la sedujo para abandonarla luego se parece a la de Mariana Alcoforado, la monja portuguesa cuyas cartas, ap¨®crifas o no, nos hablan de sus amores con otro oficial, aunque en este caso, y por razones obvias, no le siguiera m¨¢s all¨¢ de los muros de su convento. Adela Hugo persigui¨® a su oficial ingl¨¦s al otro lado del Atl¨¢ntico, primero hasta el Canad¨¢ y m¨¢s tarde hasta las Islas Barbados, donde acabar¨ªa arruinando su salud, que ya s¨®lo le serv¨ªa para escribir su diario cifrado. Cualquier medio fue bueno para intentar recuperar a Albert Pins¨®n: dinero, amenazas, ruegos. Lleg¨® a hacerle un posible matrimonio, incluso consigui¨® hacer publicar la noticia de su boda. Mas, como suele suceder, tales artes resultaron in¨²tiles y ni siquiera la piedad conmovi¨® al oficial, como tampoco conmueve hoy a los espectadores. Y ello es as¨ª por una raz¨®n: porque lo que la se?orita Adele deseaba en verdad era casarse.Se alude vagamente a la muerte de la hermana o a ese padre famoso y lejano cuyo nombre ella esconde, pero en estos tiempos en que la mujer busca su aut¨¦ntico lugar en la sociedad, esta Adela que implora el amor masculino como una gracia concedida por un peque?o dios, queda como un caso aberrante y particular. Cuando, al fin, en su ¨²ltimo encuentro, no reconoce a Pins¨®n, quiz¨¢s Truffaut viene a decimos que la causa inmediata de su locura era, en el fondo, lo menos importante; que la raz¨®n principal de su neurosis se hallaba m¨¢s all¨¢ de ese bello uniforme y de un f¨ªsico apuesto. Lo dice, pero no lo explica. Se limita a retratar los estragos del amor en una de sus caras m¨¢s in¨²tiles.

A partir de este diario y de las cartas entre ambos, Truffaut y sus colaboradores han escrito un fiel gui¨®n, ilustrado despu¨¦s con bellas im¨¢genes gracias al arte excelente de Isabelle Adjani y la fotograf¨ªa de N¨¦stor Almendros.

Como todas las hero¨ªnas que sobreviven a tales arrebatos amorosos, como nuestra Juana la Loca, Adele H. vivi¨® largo tiempo, hasta los ochenta y cinco a?os. El film nos lo dice, pero no nos lo muestra; s¨®lo vemos, en cambio, a trav¨¦s de una serie de grabados, la apoteosis de V¨ªctor Hugo, cuyo nombre, en buena parte, es la base fundamental en que este film se apoya.