Hauser y la posici¨®n del artista en la sociedad
Un intento de reconciliar lo irreconciliable
Hay autores que parecen tener un curioso sino: sus obras se publican, se difunden y discuten con mucho m¨¢s ¨¦nfasis en los pa¨ªses en los que son traducidos quiz¨¢ por aquello de que nadie es profeta. Este es, o parece ser, el caso de Arnold Hauser, el responsable de que sea dif¨ªcil (su Historia Social de la Literatura y el Arte, ed. Guadarrama, ha cumplido ya su dozava edici¨®n), contemplar un cuadro de Botticelli, por ejemplo, sin pensar al instante que detr¨¢s de esos velos transparentes y esos ¨¢rboles erguidos se oculta todo un complicado sistema socio-econ¨®mico, un mundo de acumulaci¨®n de capital por una burgues¨ªa naciente en privilegiadas ciudades-italianas, en donde el mecenazgo y el artista aparecen como dos aspectos- del mismo fen¨®meno: la aparici¨®n de la individualidad como consecuencia del tr¨¢nsito del modo de producci¨®n feudal al que le sigue (en ese caso el burgu¨¦s y en otros -dado el relativismo de la historia reciente- el socialista u otro todav¨ªa no pensado). As¨ª de f¨¢cil y as¨ª de definitivo. De cosas como ¨¦sa se ocupa esa t¨ªmida o incipiente disciplina que quiere llamarse Sociolog¨ªa del Arte, disciplina que no ha alcanzado a¨²n el estatuto de ciencia independiente con un m¨¦todo y -objeto de estudio claramente delimitados.Son muchos los que en la actualidad reivindican para s¨ª el titulo de soci¨®logos del Arte. Hauser podr¨ªa encuadrarse en esa corriente que arranca del materialismo hist¨®rico y que pasando por Luk¨¢cs " y la Escuela de Francfurt (Hauser nunca form¨® parte del grupo, ni ha prestado demasiada atenci¨®n a los trabajos de Adorno), se desarrolla hoy siguiendo caminos muy diferentes. Pero Hauser, nos dir¨¢n sus oponentes, es m¨¢s bien un historiador que realiza un estudio de la evoluci¨®n de las sociedades, de sus modos de producci¨®n y, a partir de ah¨ª, de las condiciones de vida del artista y de su ¨¦poca. Frente a las modernas corrientes de la sociolog¨ªa del Arte, como la, encabezada por Francastel, que reivindica la especificidad del lenguaje art¨ªstico, de los c¨®digos visuales y la vinculaci¨®n de ¨¦stos a los grandes cambios econ¨®mico-sociales, Hauser se habr¨ªa planteado en su primera obra el estudio de la posici¨®n del artista en la sociedad, su prestigio o su olvido, las clases que le sostienen y consumen, y adentr¨¢ndose a veces por el resbaladizo terreno del contenidismo- la relaci¨®n de la obra con los sistemas sociales existentes: arte convencional o r¨ªgido unido a sociedades teocr¨¢ticas o autoritarias, identificaci¨®n de realismo o m¨¢s bien naturalismo (en un sentido muy estrecho) con fases progresivas de la humanidad, etc. Pero el viejo Hauser tambi¨¦n evoluciona y, en su trato continuado con el arte, el artista y sus obras, parece haber llegado a ese momento en que se enfrenta con ese gran dilema de la est¨¦tica, con esa gran interrogaci¨®n formulada ya por Marx cuando escribi¨® en la Cr¨ªtica de la Econom¨ªa Pol¨ªtica: ?La dificultad no radica en comprender que el arte y la epopeya quiz¨¢ vayan unidos a ciertas formas sociales de desarrollo. La dificultad consiste en que todav¨ªa conservan para nosotros goce art¨ªstico y que en cierto modo valen de norma y de modelo inasequible?, dilema que hace que el soci¨®logo tenga que plantearse la posible inutilidad de toda una vida dedicada al estudio, ante la perspectiva de que todo se reduzca al famoso poema de Keats: The beauty is the true, verdad que dejar¨ªa al cr¨ªtico desarmado ante esa tan discutida teor¨ªa del arte por el arte que tan bien ha explicado el propio Hauser como consecuencia de la desvinculaci¨®n del artista en esa pomposa sociedad acumulativa del Segundo Imperio franc¨¦s. Pero quiz¨¢ por eso Hauser, en la obra que ahora comentamos, intenta reconciliar lo irreconciliable, huir de la mecanicista teor¨ªa del reflejo, deslindar los campos, reservar al soci¨®logo un margen limitado que concede, sin embarg¨® la autonom¨ªa a la obra bajo su aspecto est¨¦tico: ?Sociolog¨ªa y psicolog¨ªa, nos dice, resultan igualmente extra?as a la obra de arte como construcci¨®n est¨¦tica. En su calidad de estructura formal, dicha obra es un sistema encerrado en s¨ª mismo, que no precisa motivo exterior alguno, un todo cuyos distintos elementos pueden explicarse y justificarse completamente por, medio de sus mutuas relaciones internas? y entonces al soci¨®logo s¨®lo le queda una aproximaci¨®n relativa, completadora pero nunca explicativa, y recogiendo el concepto de mediaci¨®n lukacsiano plantea una relaci¨®n no dial¨¦ctica (por tanto, sin antagonismos, ni conflictos) entre el arte y la sociedad. Existe antagonismo, nos dice. en el arte y la sociedad, pero no hay ninguno entre la sociedad y el arte. Aunque la sociedad influya en el arte y ¨¦ste en la sociedad, eso no quiere decir ?que el cambio en uno corresponda un cambio en el otro?. Y, por eso, estos dos grandes vol¨²menes, el testamento de toda una vida pregunt¨¢ndose sobre el arte y la sociedad, nos dejan al final sin respuesta, nos cuentan s¨®lo la duda misma de un hombre que ama el arte y que se ha pasado largos a?os de su vida intentando encontrar las causas de, ese inefable que no debiera ser transhist¨®rico.
SOCIOLOGIA DEL ARTE, de Arnold Hauser Madrid
Ediciones Guadarrama. 1975.
Comparar
Es interesante comparar esta obra rica y llena de vacilaciones, con otra que ha aparecido recientemente en las librer¨ªas y que se plantea tambi¨¦n la relaci¨®n arte-sociedad (N. Hadjinicolau, Historia del Arte y lucha de clases, Madrid, Ed. Siglo XXI). EI autor en este caso, althusseriano, pasado por la mano de Poulantzas, intenta explicar el arte, reducido de nuevo al mero campo de la superestructura y por tanto de la ideolog¨ªa, como un fen¨®meno m¨¢s de la lucha de clases. Relaci¨®n de nuevo dial¨¦ctica, la que nos plantea Hadjinicolau, pero empobrecida. Los diferentes estilos de un autor no ser¨ªan m¨¢s que la ideolog¨ªa en im¨¢genes de los diferentes grupos sociales y, por tanto, manifestaci¨®n de los conflictos entre las clases en pugna dentro de esa sociedad. Los diferentes estilos a lo largo de la vida de un autor no ser¨ªan m¨¢s que su vinculaci¨®n temporal a los intereses de diferentes clases sociales. Libro ¨¦ste que es un retorno, una vuelta atr¨¢s, dentro de ese dif¨ªcil camino emprendido por la sociolog¨ªa del Arte, y que denota la inmadurez ?ideol¨®gica? entendida aqu¨ª en el sentido de falsa conciencia de un aventajado e intransigente disc¨ªpulo, que puede haber en tendido a Althusser pero que no entiende el arte.Quiz¨¢ la belleza no sea la ¨²nica verdad, parecer¨ªa decirnos Hauser con su obra, pero en cualquier caso, ella es la que nos sigue planteando el dilema. Posiblemente puedan reconocerse en los distintos cuadros de Rembrandt, como quiere Hadjinicolau, los intereses de distintos grupos antag¨®nicos en la Holanda del siglo XVII pero lo que quedar¨ªa sin resolver, y esto s¨ª se lo plantea Hauser, es que, como dir¨ªa Marx, ?conservan para nosotros el goce art¨ªstico y nos va len a¨²n de norma y de modelo inasequible?
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