Ediciones espa?olas de Leonardo da Vinci
La localizaci¨®n, apenas hace unos pocos a?os, en los fondos de la La localizaci¨®n, apenas hace unos pocos a?os, en los fondos de la Biblioteca Nacional de Madrid de un importante, conjunto de documentos in¨¦ditos de Leonardo, despert¨® un inter¨¦s universal. Este inter¨¦s se explica desde los prestigios de un nombre que nadie duda en situar entre los m¨¢s destacados de toda la historia del arte occidental; pero cabe tambi¨¦n resaltar la trascendencia que este hallazgo ha supuesto, en un plano m¨¢s especializado, para poder conseguir reconstruir los documentos te¨®ricos del genial pintor italiano, labor que ha ocupado obsesivamente la atenci¨®n de historiadores y eruditos de todo el mundo por espacio de casi cuatro siglos. La feliz circunstancia de que precisamente haya sido una biblioteca espa?ola la poseedora de tan rica documentaci¨®n vinciana, nos plantea la necesidad de hacer brevemente memoria sobre la huella de Leonardo en nuestro pa¨ªs, al menos, en lo que se refiere a las ediciones de sus escritos te¨®ricos. Por otra parte, en estos d¨ªas asistimos a dos acontecimientos de especial, significaci¨®n cultural, en relaci¨®n con este problema: el primero, la publicaci¨®n de la edici¨®n castellana del llamado Codex de Madrid, que re¨²ne los documentos vincianos de la Biblioteca Nacional, antes mencionados, cuyo comentario ocupa un art¨ªculo en estas mismas p¨¢ginas culturales; el segundo, la publicaci¨®n de una edici¨®n cr¨ªtica del Tratado de Pintura a cargo del profesor Angel Gonz¨¢lez.En la segunda edici¨®n de las famosas Vidas de los m¨¢s excelentes pintores, escultores y arquitectos de G., Vasari se daba la noticia de la existencia de un ?libro de anatom¨ªa?, escrito y no publicado por Leonardo, ejemplar que por aquel entonces hab¨ªa heredado su colaborador Francesco Melzi. Probablemente, este libro mencionado por Vasari no fuera propiamente un tal libro sino el conjunto de manuscritos y dibujos acumulados durante toda la vida por el artista, lo que no os ¨®bice para que, a partir de esos fragmentos, por lo que parece carentes en s¨ª mismos de unidad, se haya intentado, una y otra vez, construir formalmente un tratado de pintura, al menos con las partes que m¨¢s podr¨ªan ajustarse a su proyecto semejante. El caso es que, a la muerte de F. Melzi, se inici¨® una penosa dispersi¨®n de los manuscrito de Leonardo, a trav¨¦s de varios pa¨ªses europeos, entre los cuales, estaba Espa?a. Fue el escultor Pompeo Leoni, propietario de diez manuscritos, el que trajo a nuestro pa¨ªs el valioso documento para, una vez en ¨¦l, revenderlo, contribuyendo, de esta manera, a su disgregaci¨®n total. Todo lo cual puede ayudar a explicar la raz¨®n de que m¨¢s de un tratadista o coleccionista espa?oles citaran o confesaran poseer parte de esa documentaci¨®n. No podr¨ªa entenderse si no el que Francisco Pacheco, en su Arte de la Pintura, cite hasta veinticinco documentos con opiniones sobre arte de Leonardo, o que V. Carducho, en sus Di¨¢logos, reproduzca alguna de estas opiniones, que, al parecer, le dej¨® consultar el pintor y te¨®rico andaluz, antes, incluso, de publicar su tratado, o que, finalmente, ese estramb¨®tico personaje que fue, don Juan de Espina se vanagloriara de poseer, como una de las m¨¢s preciadas joyas de su rica y variopinta colecci¨®n, otros dos manuscritos leonardescos. En cualquier caso, esos fragmentos sueltos de la obra te¨®rica de Leonardo no fueron publicados en nuestro pa¨ªs, quiz¨¢ porque, muy repartidos, ninguno tuviera la entidad formal suficiente como para constituir un libro. T¨¦ngase en cuenta que la edici¨®n princeps del Tratado de Pintura no se publica, hasta 1651, fecha en la que lo hace imprimir, en Par¨ªs, Du Fresne, y que ¨¦sta va a servir de base para las ulteriores ediciones de Leonardo en toda Europa.
Leonardo da Vinci, Tratado de Pintura
Traducci¨®n, pr¨®logo y notas de A. Gonz¨¢lez Garc¨ªa, Editora Nacional, Madrid, 1976.D. A. Rej¨®n de Silva, El tratado de la Pintura por Leonardo de Vinci y los tres libros que sobre el mismo arte escribi¨® Leon Bautista Alberti. Imprenta Real. Madrid, 1784. Leonardo de Vinci, Tratado de la Pintura. Traducci¨®n, pr¨®logo y notas de M. Abril, ed. Espasa Calpe. Madrid, 1947.
Estancamiento
Por todo lo dicho, hay que esperar hasta el siglo XVIII para que, gracias a la voluntad dial¨¦ctica de un acad¨¦mico, aparezca la primera traducci¨®n ?completa? del Tratado de Leonardo. Este acad¨¦mico fue el murciano don Diego Antonio Rej¨®n de Silva que, en 1789, edit¨® conjuntamente la obra vinciana y los tres libros del De la Pintura de L. B. Alberti. La noble iniciativa de Rej¨®n de Silva tuvo m¨¦ritos que desbordan la mera oportunidad hist¨®rica, pues realiz¨® el trabajo con pulcritud, y, si se sirvi¨® de la edici¨®n francesa, consigui¨® una muy notable versi¨®n castellana, a la que acompa?¨® de anotaciones curiosas, especialmente interesantes a la hora de conocer las opiniones art¨ªsticas del siglo XVIII espa?ol. Claro est¨¢ que la continuidad no es una de las caracter¨ªsticas atribuibles al programa ilustrado en nuestro pa¨ªs, y, si la obra de Rej¨®n de Silva se reedita en 1827, luego hay que esperar a que transcurra m¨¢s de un siglo para que prospere una iniciativa semejante. Lo m¨¢s grave de este estancamiento radica en que, precisamente durante el siglo XIX, los estudios vincianos cobran un incremento extraordinario en Europa, sin que tenga el menor eco en los historia dores espa?oles. Producto de este esfuerzo cultural internacional son, en lo que se refiere al Leonardo te¨®rico, las ediciones cr¨ªticas de H. Ludwig (1882) y J. P. Richter (1883). Pues bien en nuestro pa¨ªs, s¨®lo aparece, en 1947, una nueva traducci¨®n del Tratado, esta vez a cargo del poeta Manuel Abril. La nueva edici¨®n, publicada en libro de bolsillo, estaba realizada por un no especialista y dirigida a un p¨²blico no interesado b¨¢sicamente en el tema, lo cual no resta m¨¦ritos ala iniciativa, pero puede servir de ¨ªndice sobre su alcance intelectual, forzosamente limitado. Abril utiliz¨® para su versi¨®n el modelo de la edici¨®n francesa de Peladan, cuyos criterios reprodujo con fidelidad, suprimiendo ¨²nicamente lo que, a su juicio, era reiterativo y, por consiguiente, gravoso para el lector medio. Y sin otra novedad que las consiguientes reediciones de esta obra, se llega hasta la actualidad, en la que, c¨®mo se ha anunciado, se acaban de producir, dos acontecimientos editoriales en torno a Leonardo, uno de los cuales consiste precisamente en la publicaci¨®n de una nueva versi¨®n cr¨ªtica del Tratado de Pintura (1).Esta ¨²ltima edici¨®n del Tratado que ahora nos ofrece el profesor A. Gonz¨¢lez, aparece tambi¨¦n en el contexto de una colecci¨®n de ?vulgarizaci¨®n? de autores cl¨¢sicos, aunque es justo se?alar que, en esta ocasi¨®n, semejante circunstancia no ha servido de coartada para dejar de conjugar el didactismo con el rigor cient¨ªfico, y este ¨²ltimo, a su vez, no ha anulado la posibilidad de una versi¨®n castellana de calidad literaria muy notable, objetivo inexcusable para el que se compromete a la dura tarea de traducir, que, en el caso de la prosa de Leonardo, plantea, dicho sea de paso, notorias dificultades. A. Gonz¨¢lez demuestra, en su trabajo, conocer adecuadamente las investigaciones de J.P. Richter, Mc Mahon, Brizio, Fumagalli, Chastel, Klein, etc., lo cual se traduce l¨®gicamente en una sabia ordenaci¨®n de los escritos vincianos, unas notas cr¨ªticas oportunas e inteligentes y un pr¨®logo en el que el no especialista puede hallar resumidos los principales problemas que se debaten, en torno a Leonardo, en la literatura art¨ªstica.
(1) No quisiera dejar de mencionar la aparici¨®n, en 1975, de una antolog¨ªa de escritos de Leonardo con el t¨ªtulo de Cuadernos de notas, aunque su ca¨®tica organizaci¨®n y carencia del m¨ªnimo aparato cr¨ªtico, hacen m¨¢s que dudoso este, por lo dem¨¢s, bien intencionado proyecto. La traducci¨®n es de Jos¨¦ Luis Velaz y se public¨® en la editorial Felmar, Madrid
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