?Fue el intelectual m¨¢s honrado y generoso que he conocido? (Juan Benet)
Juan Benet fue el encargado de presentar el libro sobre Dionisio Ridruejo. Tras se?alar que ?mi existencia como ente real parece haber sido puesta en entredicho en algunos medios y aunque no sea mi prop¨®sito aprovechar este acto para dar testimonio de mi existencia?, pas¨® a recordar la muerte de Ridruejo. ?Desde que sobre su tumba a duras penas pudo Luis Rosales leer un breve poema suyo, el ¨²ltimo d¨ªa de junio del a?o pasado, hasta este preciso momento, no hab¨ªamos sido convocados por Dionisio. Y tambi¨¦n convendr¨¢n conmigo que cuando Dionisio convocaba nadie dejaba de acudir; era una falta demasiado grave, era preciso estar fuera de s¨ª para desatender una de sus llamadas, tan escasas en los ¨²ltimos tiempos... No ha transcurrido un a?o desde su muerte -un a?o pr¨®digo en muertes de amigos y adversarios, tan distinto de los 40 que le precedieron, tan decisivo para el futuro de nuestro pa¨ªs y para la formaci¨®n de una conciencia p¨²blica que Dionisio durante toda su vida trat¨® de despertar y alertar-pero ha sido suficiente para que su figura cristalice en la historia al tiempo que se viene descubriendo una herencia que no pudo dejar escrita.?Tras extenderse sobre el destino y el sentido en algunos hombres, que en cierto modo son opuestos, pas¨® a definir, desde su perspectiva personal, la figura de Dionisio: ?Tambi¨¦n me permitir¨¢n ustedes que, por tratarse del primer homenaje que rendimos a Dionisio desde su muerte, utilice algunas palabras acaso un poco desmedidas o que, al menos en nuestros tiempos, no se usan con frecuencia al hablar de los amigos, desaparecidos o no. Aquel hombre no conoc¨ªa el invierno -habr¨ªa dicho Shakespeare de ¨¦l- y en su huerto se daban todos los frutos, cualquiera que fuera, la estaci¨®n del a?o. Por eso sus amigos y bi¨®grafos podr¨¢n hablar indefinidamente de los muchos aspectos de su personalidad: del pol¨ªtico, del rebelde, del liberal, del poeta, del prosista, del amigo, del intelectual -el m¨¢s honrado y generoso que yo he conocido- y hasta, llevando a su justo t¨¦rmino la palabra, del sabio. Pero yo quiero confesar sin ambages -a despecho de parecer algo enf¨¢tico- que ahora que lo considero con una cierta distancia he llegado a la conclusi¨®n que Dionisio me ofreci¨® la oportunidad ¨²nica de conocer y tratar al h¨¦roe?, matizando que pertenec¨ªa a esa clase de h¨¦roes que ni pretendi¨® serlo en vida ni lo pareci¨®, ?sospecho -a?adi¨® Benet- que de todos los h¨¦roes posibles el m¨¢s atractivo, sugerente y ejemplar es aquel que ni conoce en vida el triunfo ni termina la obra que se ha propuesto.?
Finaliz¨® su intervenci¨®n se?alando que ?nada me parece m¨¢s simplista que ver en Dionisio al joven embriagado por un sue?o salvaje del que un d¨ªa despierta por la revelaci¨®n de la verdad para convertirse a un credo opuesto. Semejante esquema s¨®lo puede satisfacer a quien se conforma con las ideas brutas, sin querer entrar en las complicaciones de todo esp¨ªritu. Tan sue?o seria lo uno como lo otro, me digo, tan dignos ambos de levantar el entusiasmo y, probablemente, para un esp¨ªritu tan sutil como el de Dionisio, tan secretos ambos. Las ideas pol¨ªticas son poca cosa en comparaci¨®n con los intentos de llevarlas a cabo y toda realizaci¨®n hist¨®rica es obra de una o de varias manos que les otorgan su contenido real y su efig¨ªe f¨ªsica; a la nostre es el estilo de quien ostenta el poder -mucho m¨¢s que el esp¨ªritu de las leyes- quien conforma la sociedad. El reino de los sue?os tiene dos puertas: la una de asta por donde salen las criaturas reales y la otra de marfil que utilizan los Manes para introducir a trav¨¦s de ella los fantasmas m¨¢s ilusorios.
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