?Donde est¨¢n las memorias de Franco ?
La existencia de un confidente del general Franco, que durante a?os ha ido recogiendo las opiniones del Caudillo sobre los hechos y las personas relacionados con ¨¦l, es descubierta en este art¨ªculo de nuestro columnista
Se ha discutido mucho -demasiado- sobre la existencia de unas memorias del general Franco. Hay quien afirma que las ha visto. Se dice que existen unas cintas de conversaciones grabadas en la pen¨²ltima hora; alg¨²n cuaderno de apuntes, algunas notas dispersas. Parece que todo este conjunto cubre porciones vitales sumamente reducidas y alcanza, adem¨¢s, un valor autobiogr¨¢fico bastante encomendado ¨¢ plumas expertas para aderezarla; se han dado sucesivamente en varias noticias dos nombres, Emilio Romero y Antonio D. Olano.Algo tendr¨ªa que decir el historiador sobre este anteproyecto. En 1972 no exist¨ªa ?ada parecido a unas memorias de Franco; por lo menos Franco -esto es, para el historiador, cierto- lo cre¨ªa as¨ª. Esos retazos de memorias deben de ser, por tanto, improvisaciones posteriores, combinadas con alg¨²n apunte anterior al que Franco, en 1972, no conced¨ªa importancia de memorias. La intervenci¨®n de plumas ajenas con miras a una posible publicaci¨®n, evoca lo q ue sucedi¨® con las esperad¨ªsimas memorias de Alejandro Lerroux. Una gran decepci¨®n y un fiasco poco citado. No creo que en el caso de Franco se repitiese el error; los dos citados profesionales tienen experiencia m¨¢s que suficiente para no arriesgarse a ello y para aconsejar a quien proceda la abstenci¨®n.; Pero si el historiador mantiene, ante las nuevas insinuaciones, todo su anterior escepticismo, el periodista s e ha podido enterar, por los medios at¨ªpicos que son el riesgo y la sal de nuestra profesi¨®n, de una noticia enorme, inesperada, capaz de cambiar la discusion sobre las memorias de Franco a otro
Pasa a la p¨¢g. ¨²ltima
Viene de la p¨¢g. primera
terreno y de provocar consecuencias importantes para la imagen del personaje y, en general, para la historia de Espa?a.
Supongamos que durante un per¨ªodo dilatad¨ªsimo, esencial en la vida personal y pol¨ªtica de Franco, hubiera vivido no lejos de ¨¦l, aunque no en su casa, un confidente. Una persona dotada de absoluta fidelidad a Franco, pero tan desprovista de imaginaci¨®n que su testimonio reflejar¨ªa exactamente las actitudes de Franco sin posibilidades de tergiversaci¨®n o def¨®rmaci¨®n intencionada.
La noticia consiste en que ¨¦l confidente existi¨®. Hab¨ªamos escrito algunos que desde 1931, Franco cambi¨® su car¨¢cter extrovertido ante su choque con la Rep¨²blica. Y es cierto: despleg¨® para ello, su voluntad f¨¦rrea. Pero dej¨® abierto un resquicio para su confidente, que ya entonces registraba, con todo cuidado, sus conversaciones con el general.
Y durante los a?os siguientes muchos a?os, casi todos los a?os. El confidente iba redactando, a la vez sus propias memorias absolutamente in¨²tiles, plagadas de adjetivos, t¨®picos, ditirambos. Tambi¨¦n merecer¨¢ la pena publicarlas para apreciar el contraste. Porque cuando el confidente reproduc¨ªa sus conversaciones con Franco se olvidaba, por fortuna, de sus opiniones, y s¨®lo anotaba las palabras y los gestos de Franco.
No voy a revelar ahora esas palabras, esos gestos. Sospecho que algunos van a provocar no solamente sopresa, sino conmoci¨®n. Alg¨²n personaje que cree haber eludido la demoledora cr¨ªtica personal y p¨²blica de Franco y que anda por esos ?tablaos? pol¨ªticos negando lo que jam¨¢s debi¨® ni dudar, va a contemplar su imagen -fingida con tanto trabajo- derretirse con media docena de revelaciones casi incre¨ªbles. Sin preverlo -porque seguramente Franco no sospechaba que sus opinioines se iban registrando casi notarialmente, semana tras semana, a?o tras a?o- Franco mismo va a encargarse de desmenuzar unos cuantos mitos, de desnudar muchos cuidados atuendos, de prestar a la historia un servicio insigne.
Rechinan algunas teclas de esta m¨¢quina cuando el periodista decide contener el comentario. Solamente adelanta, entre velos, la noticia, para cortar, antes de que inevitablemente se produzcan, Ias interferencias que ciertos sectores montar¨¢n, implacables, contra la publicaci¨®n de los cuadernos del confidente. Ninguna instituci¨®n, ninguna familia tiene derecho a ocultarlos, ni a manipularlos, ni a destruirlos; y todo se va a intentar. Estas s¨ª que pueden ser, sin que nadie lo hubi¨¦ramos imaginado, las memorias de Franco. Desde la firme fragilidad de esta columna vigilaremos, en servicio de nuestro p¨²blico, su dif¨ªcil singladura hacia la publicaci¨®n definitiva.
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