El laberinto espa?ol
El debate pol¨ªtico espa?ol se centraba en los ¨²ltimos meses, en apariencia, en torno a la siguiente opci¨®n: o bien ir a la democracia mediante el reformismo, dentro de las estructuras franquistas (tesis del Gobierno); o bien ir a la democracia por la ruptura (tesis de la oposici¨®n).Los hechos est¨¢n aclarando, zanjando la cuesti¨®n; y a la vez introduciendo cambios interesantes en los polos que protagonizan una u otra opci¨®n. Quiz¨¢ la virtud del ¨²ltimo discurso de Arias consista en que refleja, a su modo, un momento de cierto viraje en esta din¨¢mica pol¨ªtica: capas relativamente amplias del pa¨ªs, ayer ilusionadas con la posibilidad reformista (base en potencia de ese partido centrista en el que so?aba Fraga, y que ahora se esfuma), est¨¢n tomando conciencia de que la v¨ªa del Gobierno no nos acerca a la democracia, sino que nos alejade ella. M¨¢s represi¨®n hoy que hace unos meses. De la amnist¨ªa, piedra de toque de una m¨ªnima voluntad democratizadora, anunciada, prometida en enero, ahora ya ni se habla. Esa ?v¨ªa espa?ola,a la democracia? (Arias-dixit) aparece con todas las palancas y los frenos en manos de la clase pol¨ªtica franquista, o sea, del sector m¨¢s .antidemocr¨¢tico del Pa¨ªs; resulta ser una v¨ªa muerta, cerrada por el continuismo franquista. Este proceso no s¨®lo resta credibilidad de cara a la opini¨®n al reformismo, sino que mina el propio tinglado en que se apoya. Su base social, n¨²cleos del gran capital incluidos, toman sus distancias. Estallan las divisiones dentro del propio Gobierno.
Y mientras tanto, los problemas acuciantes de la sociedad, lejos de resolverse, se agravan: sociales y econ¨®micos, culturales, educativos... En el plano internacional, la excepci¨®n de Ford y Kissinger (envueltos adem¨¢s en una campa?a electoral dudosa). no puede disimular el balance cero el reformismo; y sobre todo en la zona m¨¢s decisiva, en Europa.
Acuerdo hist¨®rico
En el otro polo, el de la oposici¨®n democr¨¢tica, asistimos a un proceso de unidad y reforzamiento, potenciado adem¨¢s por lo que hemos descrito en los p¨¢rrafos precedentes. La cristalizaci¨®n de Coordinaci¨®n Democr¨¢tica es uno de los acontecimientos m¨¢s trascendentes de la historia espa?ola contempor¨¢nea. Que socialistas y comunistas se hayan puesto de acuerdo, despu¨¦s de 37 a?os de divisi¨®n, es ya en s¨ª importante. Pero el encuentro en una misma coalici¨®n pol¨ªtica, con el objetivo (concreto si, pero decisivo) de restablecer la democracia, de las fuerzas obreras y de gran parte del mundo cat¨®lico, de partidos de derecha y de izquierda, proletarios y capitalistas, es sencillamente un hecho sin precedente.
Los hubo en diversos pa¨ªses europeos cuando se trataba de acabar con el hitlerismo y devolver la democracia a esas naciones.
En nuestra historia, un antecedente interesante es el de Prim, sin duda uno de los estadistas de m¨¢s altura del siglo XIX; el cual supo, para derribar el r¨¦gimen podrido de Isabel II, preparar y plasmar el pacto de Ostende, un acuerdo de las m¨¢s amplias fuerzas pol¨ªticas de entonces, republicanos y mon¨¢rquicos de las diversas ramas, con un programa sencillo y de evidente actualidad: formar un gobierno provisional para restablecer todas las libertades pol¨ªticas y poner en manos del pueblo, mediante elecciones a Cortes Constituyentes, los destinos del pa¨ªs, incluida la decisi¨®n soberana sobre el r¨¦gimen que prefer¨ªan los espa?oles. Ese pacto facilit¨® que el cambio de r¨¦gimen se efectuase en un plazo de d¨ªas. Cierto que con ello, en la Espa?a de la segunda mitad del siglo XIX, s¨®lo se pudo abrir un corto y contradictorio per¨ªodo, que no permiti¨® resolver los problemas de fondo.
Hoy la situaci¨®n es completamente diferente.
La excepcional amplitud de las fuerzas que coinciden en la Coordinaci¨®n Democr¨¢tica, su capacidad de convocatoria creciente de cara a sectores ayer atra¨ªdos por el reformismo, el fracaso de ¨¦ste, convierten la ruptura pactada en una posibilidad concreta.
Y en una necesidad urgente.
Ruptura pactada
Todos los problemas de Espa?a tienen hoy como condici¨®n previa para entrar en v¨ªas de soluci¨®n. el establecimiento de la democracia: es decir, restablecer de modo pleno y efectivo, y sin ninguna discriminaci¨®n, las libertades democr¨¢ticas-, el funcionamiento de los partidos; dar una amnist¨ªa verdadera para los presos y exiliados; devolver al pueblo la plena soberan¨ªa para que pueda, mediante elecciones libres, y con todos los partidos en igualdad de condiciones, elegir Cortes Constituyentes. S¨®lo as¨ª se podr¨¢ decir que hay democracia, que el pueblo es el protagonista. Ello requiere derrotar los residuos de ilusiones reformistas, desplazar el contin¨²ismo, y abrir un per¨ªodo constituyente.
Esto se puede hacer hoy mediante una ruptura pactada precisamente porque las fuerzas democr¨¢ticas tienen un peso considerable y disponen de un ¨®rgano de unidad, polo del futuro poder democr¨¢tico; porque el bloque bunker reformista se resquebraja; porque la Iglesia, dentro de una pluralidad de opciones, rechaza el continuismo; porquedel Ej¨¦rcito se elevan voces autorizadas en favorde su ?neutralidad multidireccional?. La ruptura pactada supone que ese conjunto de factores, cada uno con sus caracter¨ªstica propia, y como eje de todo la unidad de la oposici¨®n democr¨¢tica, se ponga de acuerdo; que todos los que desean, o aceptan, el cambio democr¨¢tico, est¨¦n hoy donde est¨¦n, se concierten para establecer la democracia; lo cual permitir¨¢ hacerlo con el m¨¢ximo de orden, sin traumas para el pa¨ªs.
Los peligros de que la situaci¨®npueda a¨²n dramatizarse tienen su origen en la pervivencia del continuismo en puestos dirigentes. En cambio, Coordinaci¨®n Democr¨¢tica anuncia una Espa?a donde las contradicciones, las diferencias pol¨ªticas, podr¨¢n debatirse en un clima civil, de tolerancia, aplic¨¢ndose el juego democr¨¢tico y aceptando cada partido la decisi¨®n soberana del sufragio universal.
Con el prop¨®sito de dividir a la oposici¨®n, se maneja el argumento de que esa perspectiva de democracia est¨¢ en contradicci¨®n con la presencia de los comunistas en la coalici¨®n que lucha por hacerla realidad. Asombra la pobreza de los argumentos empleados con este fin, por no hablar del ?historial democr¨¢tico? de muchos de los que hoy hablan as¨ª, despu¨¦s de haber denostado durante varios lus.tros tanto la democracia como el comunismo.
Se repite por ejemplo: ?Cuando los comunistas llegan al poder, nunca lo dejan.? La historia desmiente este argumento. Los comunistas han formado parte de los gobiernos del general De Gaulle, en la Francia de la posguerra; del gobierno formado por el mariscal Badoblio, en Salerno, y de los posteriores gobiernos italianos hasta 1947; asimismo de los gobiernos de B¨¦lgica, e Finlandia, de Islandia, en diversos per¨ªodos. En todos estos casos, han salido del gobierno en el marco de un proceso parlamentario (y en el caso de Finlandia, han vuelto ahora al gobierno en ese, mismo marco).
Vivimos adem¨¢s un per¨ªodo nuevo en la.evoluci¨®n del movimiento comunista. En diversos pa¨ªses capitalistas desarrollados,
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Francia, Italia, Espa?a, y tambi¨¦n el Jap¨®n, etc., los partidos comunistas han adoptado una actitud cr¨ªtica frente a los sistemas pol¨ªticos autoritarios que persisten en muchos de los pa¨ªses que han realizado una transformaci¨®n socialista de la estructura social. Y, sobre todo, han elaborado una v¨ªa democr¨¢tica para avanzar al socialismo, y una concepci¨®n de un socialismo en la libertad, pluralista, que no sea disminuci¨®n, sino conservaci¨®n y desarrollo de todas las libertades en lo personal, en lo pol¨ªtico, en lo sindical, en lo cultural, que la humanidad ha conquistado en ¨¦pocas anteriores de su historia.
Comunismo y democracia
En el marco de esa concepci¨®n, que no es t¨¢ctica, sino fundamental, de principio, la lucha por la libertad hoy, su defensa y su respeto ma?ana, constituyen para los comunistas una exigencia de su propia doctrina marxista.
En tiempos de la revoluci¨®n francesa, los absolutistas empedernidos dec¨ªan que las ideas de Rousseau s¨®lo hab¨ªan desembocado en la dictadura de Robespierre; y es cierto que la revoluci¨®n burguesa necesit¨® el terror de 1790 para realizarse hist¨®ricamente. La revoluci¨®n socialista ha tenido sus per¨ªodos de violencia, con m¨¢s motivo al iniciarse en un pa¨ªs tan atrasado como la Rusia de 1917. Deducir de ah¨ª que los comunistas son, por principio, contrarios a la democracia, es, como m¨ªnimo, despreciar una l¨®gica elemental. En la actual etapa de la historia, los sectores revolucionarios (en el sentido, aut¨¦ntico de la palabra), los que defienden y propagan las ideas del socialismo, son los del socialismo cient¨ªfico m¨¢s interesados en que exista un clima de tolerancia, de discusi¨®n civil para todos; lo cual constituye, adem¨¢s, una pieza necesaria de un sistema democr¨¢tico.
Espa?a va a salir de la encrucijada; en la historia. eso no significa tomar, tina ruta ya trazada. Hace falta entrar en terreno virgen. Imaginar y realizar lo que ayer parec¨ªa imposible.
Cerremos pues las tumbas de la (cerril) intransigencia que tanto da?o ha hecho a Espa?a. Pero no enterremos a Don Quijote: necesitamos su audacia, su valor y su fantas¨ªa para la cabalgadura que nos espera.
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