Los evadidos de Segovia cuentan su fuga
La isla de Yeu -diez kil¨®metros y medio por cinco- se encuentra justamente bajo la pen¨ªnsula de Breta?a, a unos 560 kil¨®metros de la frontera franco-espa?ola. Sus cinco mil habitantes se han acostumbrado ya a la presencia de los once deportados. Les llaman los once vascos de Yeu, aunque en realidad se trata de diez vascos y un catal¨¢n. Desde la muerte de Petain, en 1951, no se hab¨ªan visto por aqu¨ª tantos periodistas ni tantos polic¨ªas.Una hora y cuarto a bordo de La Vand¨¦e, un cansino transbordador que algunos d¨ªas s¨®lo hace un viaje, cuesta llegar desde el embarcadero de Fromentine hasta Port Joinville, la peque?a capital de este islote atl¨¢ntico.
Son las once de la ma?ana cuando llegamos. Sentados en el malec¨®n, dejando pasar las horas bajo este sol de mayo que ya calienta, un grupo de deportados observa con cierta indiferencia la llegada de los viajeros. Esta es aqu¨ª la ¨²nica novedad del d¨ªa.
No ha sido f¨¢cil entablar di¨¢logo. Despu¨¦s de discutir entre ellos, son ya casi las siete de la tarde cuando varios portavoces del grupo se deciden a contarnos su historia, una historia que arranca el pasado 9 de abril.
LOS PRIMEROS DEPORTADOS
La denuncia que presenta en Bayona el c¨®nsul espa?ol, se?or Baselga, por presunto secuestro de dos polic¨ªas espa?oles en Hendaya y las tr¨¢gicas circunstancias en las que es muerto el industrial Berazadi llevan a la polic¨ªa francesa a iniciar una operaci¨®n en toda regla contra los refugiados vascos que viven en el sur de Francia. Por estos dos hechos, los tribunales franceses han instruido dos sumarios, sin que se conozca por ahora el nombre de ning¨²n inculpado.
El ministro del Interior, se?or Poniatowski, decide el d¨ªa 9 de abril la deportaci¨®n a Yeu de siete refugiados vascos. A las dos de la ma?ana sale de la Prefectura de Bayona un furg¨®n con diez miembros de las Compa?¨ªas Republianas de Seguridad (CRS) y los deportados. Son Juan Gurruchaga, Mikel Uriaguereca, Roberto Echevarr¨ªa, L¨¢zar Arandia, Miren Aranguren y Concha Arana. Delante, otro coche con tres CRS abre camino a toda sirena.
-Nos hab¨ªan dicho que nos llevaban al departamento de La Vand¨¦e, pero no ten¨ªamos ni idea del sitio concreto al que nos tra¨ªan.
Ocho d¨ªas m¨¢s tarde, el 17 de abril, se les unir¨ªa Jos¨¦ Luis Echegaray, a quien la orden de deportaci¨®n se le entreg¨® en el juzgado de Bayona.
-Estos refugiados han encargado de su caso a un abogado, que present¨® los oportunos recursos contra la medida. Ellos aseguran que, seg¨²n la legislaci¨®n francesa, una medida administrativa de este tipo debe quedar en suspenso hasta que no se dicte sentencia judicial. La gendarmer¨ªa, sin embargo, no opina lo mismo.
-El d¨ªa 23 de abril, una vez presentados los recursos, decidimos subir al barco para volver a casa, aunque est¨¢bamos seguros de que no nos iban a dejar salir. No es cierto eso que se ha dicho de que llev¨¢bamos armas. Se trataba ¨²nicamente de adoptar una actitud, y buena prueba de eso es que cuando nos despedimos de los due?os del hotel les dijimos que nos volver¨ªamos a encontrar a la hora de comer.
Los gendarmes contestaron que ellos se limitaban a cumplir ¨®rdenes y que ¨¦stas consist¨ªan precisamente en no dejarles abandonar la isla. A pesar de todo, una de las deportadas, Concha Arana, conseguir¨ªa autorizaci¨®n para salir de la isla. Su pierna enyesada sirvi¨® de ocasi¨®n para que pudiera desplazarse a Bayona ?por razones humanitar¨ªas?.
LOS CUATRO FUGADOS DE SEGOVIA
El d¨ªa uno de mayo llegan tambi¨¦n a Yeu los cuatro fugados de Segovia que hab¨ªan conseguido entrar en territorio franc¨¦s despu¨¦s de casi tres semanas de huida. El Gobierno franc¨¦s, tras dotarles de una carta provisional de residencia, los envi¨® a Yeu a la espera de una decisi¨®n definitiva. El n¨²mero de confinados se elevaba as¨ª a diez. El und¨¦cimo, Pagoaga Gallastegui, ?Pe¨ªxoto?, ser¨ªa trasladado desde la c¨¢rcel de Bayona el d¨ªa 5 de mayo.
Los cuatro fugitivos de Segovia -Carlos Garc¨ªa Sol¨¦, Mikel Lascurain, KoIdo Aizp¨²rua y Jes¨²s Mar¨ªa Mu?oa- explican as¨ª su huida:
-Desde el mismo momento en que fue descubierto el anterior intento de fuga, en agosto del a?o pasado, decidimos intentarlo de nuevo. Despu¨¦s de estudiar varias posibilidades, llegarnos a la conclusi¨®n de que el camino a seguir era el colector general. Figuraraba tambi¨¦n en los planes anteriores y tem¨ªamos que hubieran adoptado precauciones, pero pronto comprobar¨ªamos que no hab¨ªa sido as¨ª.
En el mes de octubre comienzan los trabajos. Como la vez anterior, son los hombres de ETA quienes preparan y organizan la fuga. Despu¨¦s de estudiar con detenimiento la estructura del edificio, despu¨¦s de tentar un d¨ªa y otro las paredes, llegan a la conclusi¨®n de que los retretes que hay al fondo de uno de los patios esconden un cuarto negro. Es preciso entrar en ¨¦l para abrir una nueva galer¨ªa. Al principio el trabajo es peligroso, porque las puertas de los retretes son unas simples verjas y cualquier guardi¨¢n puede sorprenderles.
Con ayuda de una peque?a pica de hierro, sacada del almac¨¦n de madera, consiguen arrancar seis baldosas, que volver¨¢n a colocar en su sitio. Al otro lado hay, efectivamente, un cuarto ciego. Una vez comprobado esto, comienzan a hacer acopio de cemento, sac¨¢ndolo pu?ado a pu?ado de las obras de reparaci¨®n que se est¨¢n realizando en uno de los muros de la c¨¢rcel. Con este cemento y las seis baldosas construyen una puerta disimulada.
Esta fase de la operaci¨®n les lleva cerca de un mes. Los dem¨¢s presos colaboran haciendo ruido para impedir que se escuche ning¨²n sonido sospechoso.
-Una vez colocada la puerta, el trabajo se hace m¨¢s f¨¢cil. Cuatro o cinco presos se turnan en los trabajos de excavaci¨®n. Se abre una galer¨ªa de unos sesenta cent¨ªmetros de di¨¢metro, en vertical, bajo el suelo del cuarto negro, para seguir luego horizontalmente hacia ¨¦l exterior. Al cabo de s¨®lo dos metros, desembocan en un desag¨¹e que se encuentra
Mientras tanto, ETA ultima los preparativos en el exterior. Un comando de apoyo ha perfilado todos los detalles.
-?Es cierto, como se ha escrito, que la huida se adelant¨® por temor a un pr¨®ximo traslado de los presos pol¨ªticos a la prisi¨®n de Soria?
-No hubo tal adelanto. La fecha elegida fue el d¨ªa 5 y todo se efectu¨® como se hab¨ªa proyectado. S¨®lo en la salida, desde los retretes hasta la verja del colector, hubo un retraso de diez minutos que se recuperar¨ªan luego.
NO CONTABAMOS CON LA NIEBLA
-?C¨®mo se decidi¨® el n¨²mero de los que iban a tomar parte en la fuga?
-No hab¨ªa un n¨²mero fijo determinado de antemano. S¨®lo se dio prioridad a quienes ten¨ªan m¨¢s a?os de condena por cumplir.
En la ma?ana del d¨ªa cinco, al final del colector se hab¨ªan dispuesto tantos paquetes de ropa como presos iban a participar en la fuga. Dentro de cada paquete, un pantal¨®n, un jersey y unas playeras. Uno de los barrotes ya hab¨ªa sido limado para permitir el paso de los fugitivos.
A las dos, despu¨¦s de pasar lista, 29 de los 55 presos pol¨ªticos inici¨¢ban la evasi¨®n. M¨¢s de mil quinientos a?os de condena sumaban entre todos. Una furgoneta ?Mercedes? esperaba fuera.
-Salimos con la ropa de la c¨¢rcel y nos cambiamos al final del colector. Nos encontramos con un pastor. Dos de nosotros salieron tras ¨¦l, pero desapareci¨®, igual que unos gitanos con los que nos tropezamos.
El comando exterior de apoyo -dos hombres y dos mujeres- les esperaban a bordo de la furgoneta. Despu¨¦s de proporcionarles armas y dinero, salen hacia Pamplona. Cincuenta kil¨®metros m¨¢s adelante cambiar¨¢n a un ?trailer? que les conducir¨¢ hasta Espinal, apenas a una hora de camino de la frontera francesa. Aseguran que los dos conductores fueron obligados a llevarles a punta de pistola.
-?Por qu¨¦ se eligi¨® Navarra para huir?
-Cre¨ªamos que la frontera portuguesa estar¨ªa muy vigilada, porque era el camino previsto en la evasi¨®n de agosto.
Poco despu¨¦s de la media noche, los veintinueve fugados y los cuatro miembros del comando de apoyo empiezan a caminar. Entre ellos hay dos o tres que conocen perfectamente la zona. Van provistos de planos y, seg¨²n sus c¨¢lculos, entre la una y las dos de la madrugada deb¨ªan entrar en territorio franc¨¦s.
-Pero no cont¨¢bamos con la niebla. No ve¨ªamos absolutamente nada. Para no separamos, ten¨ªamos que ir agarrados de la mano. Luego nos hemos enterado de que a aquello le llaman ?niebla negra? y s¨®lo se produce dos o tres veces al a?o. De pronto vimos como un fogonazo de una linterna o algo as¨ª. Antes de que nos di¨¦semos cuenta empezamos a o¨ªr disparos de metralleta. Oriol Sol¨¦ qued¨® all¨ª, con el pecho destrozado. A partir de este momento empez¨® la desbandada, aunque la mayor¨ªa nos tiramos hacia la parte derecha del camino.
-Era imposible orientarse -contin¨²a el relato- Lo ¨²nico que hac¨ªamos era andar, pensando en que estar¨ªamos caminando hacia la frontera. Despu¨¦s de varias horas volvimos al mismo sitio donde nos hab¨ªamos encontrado con la patrulla de la Guardia Civil. Nos tropezamos con otra patrulla y salimos de nuevo monte a trav¨¦s. A eso de las cinco o las seis de la ma?ana vimos las luces de un pueblo. No ten¨ªamos ni idea de d¨®nde pod¨ªamos encontrarnos. En esto o¨ªmos unas voces. Eran Lascurain y Miren Amilibia. Hab¨ªan estado andando toda la noche, igual que nosotros. Ten¨ªamos un chalet cerca y decidimos entrar en ¨¦l. En aquel momento tanto nos daba que estuviese habitado o no. Si hab¨ªa alguna persona dentro, pod¨ªamos cogerla como reh¨¦n.
Despu¨¦s de romper un cristal, entran en la casa y comprueban que no hay nadie. Pronto se dan cuenta de que est¨¢n todav¨ªa en Espa?a, pero siguen sin saber el lugar exacto.
-El guardarropa estaba bien surtido y al fin pudimos cambiar nuestras ropas, que estaban totalmente empapadas. Reconocimos la casa procurando no mover ninguna cosa de su sitio. Todo deb¨ªa estar como si la casa siguiera deshabitada. No se pod¨ªa encender una luz, abrir un grifo o hablar alto. And¨¢bamos descalzos para evitar cualquier ruido. Despu¨¦s de cambiarnos de ropa nos fortificamos en la parte m¨¢s alta del chalet con nuestras armas y algunos rifles que ten¨ªa el propietario. Los primeros d¨ªas comimos algunas latas que encontramos por all¨ª, hasta que al cuarto d¨ªa descubrimos el dep¨®sito de provisiones. Bebimos vinos buenos, all¨ª no hab¨ªa ning¨²n vino corriente.
-?Estabais enterados de lo que hab¨ªa pasado con los otros fugados?
-Ten¨ªamos informaci¨®n exacta a trav¨¦s de un peque?o transistor y pod¨ªamos ver la televisi¨®n. Desde el ¨²ltimo piso ve¨ªamos perfectamente los movimientos de la calle, el paso de los ?jeeps?.
Aquel s¨¢bado, 10 de abril, una familia de San Sebasti¨¢n fue a pasar el fin de semana al chalet vecino.
-Pensamos en alg¨²n momento en secuestrar a alguno de ellos y llevarnos el coche. Al final desechamos la idea. Decidimos esperar a los d¨ªas de la Semana Santa, convencidos de que el due?o de la casa ir¨ªa por all¨ª. Pero antes de esto decidimos enterarnos d¨®nde est¨¢bamos. Miren y Lascurain salieron un d¨ªa a la calle. S¨®lo pudieron enterarse de que est¨¢bamos en Espinal. Nada m¨¢s. Era el martes siguiente, 12 de abril, y la vigilancia hab¨ªa bajado.
-?Reconocisteis al due?o de la casa cuando lleg¨® en el coche?
-S¨ª, y lo ten¨ªamos todo dispuesto. Dos estaban en el garaje, otros dos en la puerta y el quinto se qued¨® arriba para vigilar. Meti¨® el coche al garaje y se fue directamente al control de las calefacciones. ?Aqu¨ª ha entrado alguien-?, dijo. Hab¨ªamos utilizado agua caliente para ducharnos y la manilla hab¨ªa quedado en diferente posici¨®n. Le gritamos que se quedase quieto, que ¨¦ramos de ETA. El hombre sali¨® corriendo y fuimos detr¨¢s de ¨¦l. Le metimos dentro. Estaba muy nervioso y le dimos whisky. Primero le pedimos que nos llevara a Pamplona, pero ¨¦l se neg¨®. Entonces nos llevamos el coche. Antes le atamos y le metimos treinta mil pesetas en el bolsillo (¨¦l no quiso aceptarlas). Le dijimos que era un pago simb¨®lico y que terminar¨ªamos de pagarle los gastos una vez que estuvi¨¦ramos en libertad. Cogimos su ?Simca? y nos fuimos. Todav¨ªa era de d¨ªa. Hab¨ªa nevado mucho. No encontramos ning¨²n control hasta Pamplona.
-?Llevabais armas?
-S¨ª.
-?Y despu¨¦s de Pamplona?
-A partir de ah¨ª entramos de nuevo en la clandestinidad. Conseguimos pasar a Francia, que era lo importante.
NOS VIGILAN DISCRETAMENTE
El d¨ªa 15 de abril, Jueves Santo, abandonaban el chalet. La prensa informar¨ªa doce d¨ªas m¨¢s tarde que los cinco se encontraban ya en Francia. El d¨ªa 29 los cuatro fugitivos de Segovia se presentaban en la Oficina Francesa de Refugiados Ap¨¢tridas, en Par¨ªs.
-Con la carta de presentaci¨®n que nos dio la OFRA nos pr¨¦sentamos al d¨ªa siguienje en la Prefectura. Tuvimos que volver a las tres de la tarde porque no ten¨ªan int¨¦rprete. Despu¨¦s de una declaraci¨®n, nos metieron en una habitaci¨®n con rejas y nos llevaron luego a la c¨¢rcel preventiva. Despu¨¦s de hacernos unas fotos, a las once de la noche sal¨ªamos en cuatro coches con rumbo desconocido. Nos llevaron primero hasta la prefectura de La Roche-sur-Yon, y desde aqu¨ª, a las cuatro y media de la tarde del d¨ªa 1 de mayo, al embarcadero de Fromentine. Pudimos ver que hab¨ªa controles de carretera con radio. Supimos, por fin, que nos llevaban a Yeu. En el embarcadero nos esperaba un abogado. Hicimos constar que sub¨ªamos al barco en contra de nuestra voluntad.
La vida en Yeu es mon¨®tona. El barco es la ¨²nica novedad del d¨ªa. Paseos en bici y largas conversaciones llenan el tiempo. La estancia en la isla corre a cargo del Gobierno franc¨¦s. Un hotelero nos dice que son noventa francos diarios de estancia y pensi¨®n. Junto a los deportados, por lo menos ocho inspectores de polic¨ªa y veinticinco gendarmes que han incrementado la dotaci¨®n de la isla.
-Nos vigilan discretamente.
Una vez al d¨ªa, los once de Yeu tienen que pasar por la Prefectura. Esta es, de momento, su ¨²nica obligaci¨®n.
-?Para cu¨¢ndo esper¨¢is que os dejen marchar de aqu¨ª?
-No hay plazo fijo, pero est¨¢ claro que no hay inter¨¦s por hacerlo. Estas medidas respecto a los refugiados responden a la colaboraci¨®n existente entre los Gobiernos franc¨¦s y espa?ol y entre las polic¨ªas de ambos lados de la frontera. Las Compa?¨ªas Republicanas de Seguridad establecieron un control en el lado franc¨¦s para impedir que se acudiera en apoyo de los que intentaban alcanzar la raya fronteriza.
-?Ha terminado el tiempo de la permisividad en Francia?
-Eso est¨¢ claro. El motivo aparente con el que se han iniciado estas operaciones en Euzkadi norte ha sido la noticia de la desaparici¨®n de dos polic¨ªas espa?oles, asunto ¨¦ste sobre el que nada se ha demostrado. Es evidente que existe un acuerdo entre los dos Gobiernos. Mientras que aqu¨ª se nos ponen cada d¨ªa m¨¢s dificultades, el Gobierno espa?ol sigue tratando la cuesti¨®n vasca con los mismos m¨¦todos que emplearon los gobiernos anteriores. Tambi¨¦n la oposici¨®n, y una muestra es la campana desatada por la prensa de oposici¨®n contra el proceso pol¨ªtico aut¨®nomo de Euzkadi y contra ETA en concreto. La Prensa divide a la oposici¨®n vasca en civilizada por un lado y en banda de asesinos y aventureros por otro.
A solas en el peque?o islote atl¨¢ntico, cerradas las puertas del transbordador para salir a tierra firme, los once de Yeu recurren al tel¨¦fono y a los peri¨®dicos para mantenerse informados. Su confinamiento puede ser todav¨ªa tema de bastantes, semanas. De los once, s¨®lo los cuatro de Segovia han mejorado su situaci¨®n de semanas atr¨¢s. Aseguran que su fuga ?demuestra la poca confianza que ten¨ªamos, desconfianza deteriorada por la dureza ¨²ltima de la vida penitenciaria?. Entre los cuatro ten¨ªan m¨¢s de doscientos a?os de condena, y no hab¨ªan cumplido todav¨ªa los veinte.
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